Por Luciano Debanne.
Los de siempre y los de ahora.
Los de antes, los que ya no van a volver.
Los más cercanos y los que se alejaron.
Los impuestos. Los elegidos. Los encontrados.
Los que no conocemos pero sí. Los postales.
Los que creemos que lo son y ellos creen que no.
Los de la niñez, los de la escuela, los del barrio, los hijos de.
Los humanos, los no humanos. Los invisibles.
Los que poco a poco se fueron convirtiendo en extraños.
Los que se fueron convirtiendo en hermanos.
Los que andan nuestro camino, los que nos complementan,
los que nos abrazan, los que nos hacen reír,
los que mataríamos pero aun así.
Los que te bancan en todas y los que no te bancan cualquiera.
Los incondicionales, los condicionantes, los coincidentes.
Los que requieren el ritual del festejo, del contacto regular.
Los que podrían pasar mil años y todo sería igual.
Esa gente, toda esa gente, los tuyos.
Notas relacionadas
Mirarse el ombligo, hoy
Esa condición inigualable de ser tierra y al mismo tiempo mano jardinera; cuidando lo que crece, y siendo, simiente, condición de posibilidad.
Un mundo incendiándose
No alcanzan nuestras manos. No alcanza nuestra buena voluntad. No alcanzan nuestros cuerpos sumados de uno en uno en medio del remolino ígneo de la desigualdad.
