Por Luciano Debanne.
Yo no te vi volver, es que no quería ver cómo volvías. Capaz ni siquiera quería que vuelvas.
No miré la tele, ni vi las fotos que mandaste por Telegram, ni leí detalladamente los comentarios entusiasmados de los amigos, de las compañeras. No leí los diarios. ¿Para qué?
Yo no te vi volver, hoy, capaz porque no necesito tanto que vuelvas.
Lo que estaría buenísimo, lo que resulta imprescindible, lo que quisiera pedirte, si es que estamos en condición de pedir algo después de tanto y a cambio de tan poco; lo que yo quisiera no es que vuelvas. Lo que a mí me gustaría es que llegues, que vengas.
Que aparezcas por primera vez, como hace unos años, y nos ayudes como entonces con todo esto, que ordenes estas energías y apacigües el miedo. Y que nos hables de esas cosas que nos gusta hablar.
Yo quisiera que empiece, no que continúe, ¿entendés? Que empieces algo nuevo como esa vez, algo increíble. Que vengas a empezar, que llegues a proponer un sueño, un nuevo sueño. Qué nosotros, escuchándote, podamos soñar y sumarnos, como aquella vez, a la historia linda de esta patria.
Yo no quiero que vuelvas, quiero que llegues.
Y sonreír, envalentonados, mientras vemos el noticiero de la noche; sonreír de imaginarnos qué lindo va a ser todo eso que venís a proponer.
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