ENTREVISTA

Miguel Robles presenta «La búsqueda»

19-06-2011 / Entrevistas
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El autor de «La búsqueda» relata su propia historia, la que subyace a la de ‘Charlie’ Moore.


Miguel Robles presenta «La búsqueda»

Por | etorino@redaccion351.com

Foto: Rubén D’Agostaro para el libro «La búsqueda»

¿Qué sería entrevistar al entrevistador? ¿Podría acaso llamarse una meta-entrevista? Si resulta válida la acepción, entonces, esta nota es eso. Nace de la necesidad de un lector por conocer más de quien tuvo la posibilidad de interrogar a aquel polémico personaje del D2, Charlie Moore.

Miguel Robles, que actualmente es Subsecretario de Delitos Complejos y Lucha contra la Criminalidad Organizada del Ministerio de Seguridad de la Nación, viajó a Londres y encontró a Moore. A su regreso, recopiló toda la información obtenida y escribió su libro La búsqueda (ver comentario del libro). Él lo definió como psicoanalítico, y aseguró: “Es un libro en el que yo me trato de buscar a mí mismo y lo que me pasó”. Pero no es sólo eso, en el camino se encontró con un montón de historias que no le pertenecen, “porque lo que le pasó a mi viejo le pasó a muchos otros”, sostuvo.

Saber la verdad

Miguel, hijo de José Elio Robles, tiene su vida marcada por un hecho puntual: la muerte de su padre. Según el relato oficial, había sido abatido el 3 de noviembre en Ciudad Universitaria a manos de Montoneros.

¿En qué momento o por qué hecho comenzó a sentirse incómodo con la verdad oficial?

–Mirá, no te podría decir que me sentí incómodo. Lo que siempre sentí fue la necesidad de buscar la verdad, saber qué había pasado. Ojo que no te diría que sentía bronca sino necesidad de saber. Sí te puedo decir que sentía bronca cuando era más chico, hasta la adolescencia, por el hecho de saber que no tenía a mi viejo. Llegaba el día del padre y todo el mundo preparaba el regalo y yo no tenía a quién llevárselo. Esto de no tener a mi viejo me causaba bronca, pero no con la historia oficial sino con la vida. Y tenía esta necesidad vital de saber qué había pasado.

–De algún modo, toda su vida estuvo marcada por esta situación. Me refiero, puntualmente, a nivel profesional porque no es casual que usted haya ingresado a la fuerza.

–Después de tantos años de trabajar en esto, de buscar, uno no sólo se dedica a homicidios sino a reflexionar sobre la vida y la muerte. Esa es la verdad. Y, en eso, uno se va tratando de pulir un poquito, dentro de las miserias que todos tenemos, y dándome cuenta de lo que hizo mi viejo, lo que padeció y lo que le pasó. También, desde otra perspectiva, pensás qué hubiera querido tu viejo de vos. Y bueno, esto es como una especie de mandato, de darme cuenta de que, en realidad, el camino de investigar homicidios y de haber podido ayudar a otras personas… creo que si mi viejo viviera, de algún modo, estaría orgulloso de lo que uno hizo. Creo que ése es el aliciente. Yo me he vuelto más contemplativo, te diría. A pesar de todo, incluso del cargo, sigo teniendo la misma actitud reflexiva y la postura ante la vida, de investigar, de tratar de comprender a una persona que busca la verdad para ayudarla. Por eso, te diría que hoy ya no hablo de bronca hacia la situación oficial. Pongo la mirada en los que yo puedo ayudar, que a lo mejor pasaron por esta necesidad de verdad que uno tiene.

El detonante de Moore

El refrán dice que “cuando uno busca, encuentra” y si bien el objetivo no estaba logrado, se daría sí un excelente primer paso. Resulta que, por el favor a un abogado amigo, Robles llegó a tener en sus manos el testimonio completo que Moore hizo en San Pablo, luego de escapar del cautiverio de seis años en el D2, donde fue testigo privilegiado de múltiples hechos. Esa fue la ficha que le faltaba para terminar de rearmar el rompecabezas: su vida. Allí, descubrió la posibilidad de encontrar su verdad, la que tanto había buscado.

–En su búsqueda, ¿cómo llegó a Moore?

–Buscando en expedientes. Yo ya estaba bastante avanzado en investigación de homicidios, venía buscando la historia de mi viejo, y un abogado que estaba llevando adelante una causa de derechos humanos, allá por el año 2000 aproximadamente, me pidió que le diera una mano con un expediente. Empecé a leer y me encontré con el testimonio completo de Moore, que nunca había podido leerlo completo. La verdad, es medio vertiginoso ese testimonio, me quedé toda una noche. Me acuerdo que se me hizo de día y seguía leyéndolo una y otra vez porque ahí hablaba de policías muertos a manos de otros policías. Esto es lo que yo sabía través de todo lo que había investigado.

Allí nombraba, hasta agosto del ’75, hechos en los cuales mataban a policías, que después simulaban que los habían matado Montoneros, haciendo pintadas, distribuyendo panfletos, haciendo comunicados. Esto fue muy fuerte, porque existía la separación entre negros y blancos y esto abría la posibilidad de pensar y de ver objetivamente la cuestión de la muerte entre propios hermanos. Hoy en día es más fácil de pensar, pero en aquel momento era un tabú, no podíamos ni pensarlo.

Por eso, decidí buscarlo. A partir de ese momento, yo sentí que tenía que encontrar a Moore sea donde fuera. Era una cuestión vital y esto me llevó a hacerme especialista en prófugos.

Tapa del 'La Búsqueda'. Foto: Facundo Martínez
Encuentro con el pasado

Ese primer objetivo se cumpliría con el viaje de Robles a Inglaterra a ver al único que le podía revelar quién había matado a su padre. Pero de ese encuentro, además de ‘su respuesta’, surgieron muchas otras cuestiones y muchas otras historias.

–¿Qué impresión le causó estar frente a frente con Moore?

–Es entrar al túnel del tiempo porque es hablar con una persona que vivió en los ’70, vivió en la estructura represiva, participó de algunas cuestiones que estaban muy relacionadas con el accionar represivo de aquellos años y conoció los personajes que hoy en día son como mitos para nosotros. Para bien o para mal, los conoció, convivió con ellos, interactuó. Entonces, la frescura del diálogo y su  relación con los hechos es un impacto fuerte.

Todo esto significó un verdadero esfuerzo para Miguel. Tuvo que despojarse de su rol de hijo para ponerse en el del investigador de homicidios, “tratando de domar las pasiones, y afilando el lápiz en lo objetivo y en lo lógico”. Porque, verdaderamente, se daba cuenta de que tal vez no iba a tener otra oportunidad de verlo.

“No era yo el que estaba hablando, sino que eran muchas personas las que estaban hablando con él”, afirmó Robles y graficó la responsabilidad que significó el encuentro.

–La sensación que deja el libro es que Moore tiene una necesidad imperiosa de hablar, como una forma de ir liberándose a través de su testimonio.

–Él tiene necesidad de hablar, de contar y de decir como tenemos todos pero magnificada, porque él sabe que tiene información que es muy valiosa y, al mismo tiempo, con ese estigma del traidor. Digamos, la necesidad de hablar y la realidad de no poder hacerlo prácticamente con nadie. Para Moore, viviendo en esa realidad, encontrarse de pronto con una persona a quien podía contarle sin que lo juzgara, que lo escuchara y, encima, lo comprendiera cabalmente era una fiesta, y no paraba de hablar.

Miguel también habla y cuenta ‘su verdad’. Sin embargo, nunca parece perder su voz calma, que verdaderamente demuestra lo que dicen sus palabras: “En lo personal, quedé en paz con la historia”.