Se sabe desde antes de la manzana prohibida o del estallido liminar de los átomos. En todos los ámbitos donde se inscriben nuestras actividades parecieran necesarias denominaciones que proceden bajo la forma de etiquetas, desde mucho antes del significado de «etiquetar» que refiere el uso corriente en las redes sociales.
Mucho antes de ese ida y vuelta de apropiación y expropiación de nuestros pensamientos que ofrecen las plataformas, donde se comparten predilecciones electorales, despedidas a seres queridos, gestos inesperados de mascotas, fotos de viajes, manjares fraguados y todo eso que la matrix convierte en algoritmos, presupuestos y ofertas, las etiquetas funcionan como un recurso que incluye y excluye, promociona y descarta, instala un orden de arriba y uno de abajo, casi siempre con palabras en inglés, tan funcionales y prácticas, además de elegantes.
Una, entre muy pocas otras, escapó de esa forma de nombrar que fluye desde el centro del centro de poder y tan felices repiten quienes la repiten. Se trata del término español «emergente».
Este espacio mira las redes sociales, sobre todo una que todavía permite acercar pensamientos antes que fotos de la nada misma o cruces de insultos, con el afán casi resignado de encontrar textos que tal vez puedan ser leídos dentro de algunos años, conservando alguna complejidad en su revisión.
Acá uno de Enrico Barbizi, querido y admirado músico de Córdoba, autor de nueve discos desde un camino con la música de más de veinte años, sobre lo «emergente», a raíz de una propuesta indecente llegada desde vaya a saber qué festival, dato olvidable. Importan las preguntas de Enrico como una invitación a pensar en las etiquetas, pero acaso más que en las etiquetas, en sus dueños, a veces no tan difíciles de identificar.
Enrico Barbizi – Sábado 17 de agosto de 2019
Me quedé pensando… Acaba de llamarme un productor de La Plata. «Hola, sí, mirá… Estamos armando un festival de artistas emergentes de todo el país…»
Y continuamos la charla. Al final no pagaban nada y además tenía que arreglármelas yo con el viaje, la comida y el alojamiento. ¡Increíble!
Pero me quedó resonando el «emergente». ¿Qué sería un «artista emergente? ¿Cuánto tiempo puede estar uno «emergiendo»? ¿Desde dónde uno «emerge»? ¿Desde el mismísimo infierno?
Cuándo se «emerge», ¿a dónde se llega? ¿Cómo se «emerge»? Quién «emerge», ¿es porque anteriormente estaba «hundido»?
Son preguntas que lanzo en voz alta y que, sinceramente, no puedo responder.
A veces me da la sensación de que asistimos a cierta farandulización de la existencia en donde las formas, la imagen y la moda le van ganando al contenido, a «la cosa». Como si «la cosa» (digamos, el Arte) no fuera lo que importa sino más bien cómo se lo muestra, cómo se lo «vende», cuántos «likes» tiene, cuántas reproducciones, cuántos seguidores, y así, en esa linea, en esta confusión de la cantidad y la calidad, siento que hay algo de lo esencial que se va diluyendo.
Así que aquí estamos, «emergiendo» desde no se sabe dónde y hacia no se sabe qué…
¿Yo? Yo seguiré haciendo canciones y músicas. Siempre. Ojalá hasta que me muera, tratando de generar encuentros y compartir con artistas que me gustan y admiro, mucho más allá de la cantidad de «seguidores» o «likes» que tengan.
Algunas definiciones de «emergente»:
«Que no alcanza el estatus de desarrollado, pero ha avanzado más que sus competidores del mundo en desarrollo». (?)
«Negocio de limitada historia y grandes posibilidades de crecimiento, alto perfil de riesgo/recompensa.» (?)
Enrico Barbizi – «Akross»
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