La Fábrica en andas

Yusa y Ana Prada. El amor en un recital.

3-03-2013 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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El viernes 1 y sábado 2 de marzo, Yusa y Ana Prada presentaron en Córdoba su espectáculo “Crema y Chocolate”. Crónica de lo inexplicable.


Yusa y Ana Prada. El amor en un recital.

Por | redaccion351@gmail.com

Dicen que la Oficina Internacional de Pesas y Medidas de París protege al metro patrón y al kilogramo exacto. Habrá otras dependencias, con sus respectivas columnas dóricas en la fachada, que guardarán menesteres universales para medir la complejidad del cosmos.

La conductancia eléctrica, el kilonewton, el estereorradián… ¡El número de Avogadro! Curioso. Casi todo puede encontrar su instrumento de medición y su cifra. Hemos puesto a funcionar el cerebro para empujar el dominio de lo que nos rodea hacia límites insospechados. El positivismo, el método hipotético deductivo, el modelo sujeto objeto… Formas de nombrar la corriente que nos lleva puestos desde que empezamos a creer que el mundo mejora si lo procesamos en un laboratorio. La ciencia nos manda a la luna, nos demora las arrugas, nos blanquea los dientes, nos lipoaspira, nos saca pelos de la nuca y nos los pone un poco más arriba, nos saca venitas de una pierna para ponerlas cerca del corazón, nos humedece la piel, nos levanta los glúteos, nos elimina el 99,9% de los virus y bacterias, nos llena la heladera de yogures, nos hace llegar más rápido a cualquier lugar, nos deja ver y escuchar (en cualquier momento, también oler y tocar) gente en cualquier parte del mundo.

Después de hacer lo que quiere con nosotros, la ciencia se cambia el apellido y convoca a gente muy entendida que, ya que estamos, nos explica. Cientos de estudios sociológicos nos tratan más bien de pobrecitos. Y sí… Venimos juntando todos los porotos.

Pero hay algo que se escapa. Lo condicionamos, lo prohibimos, lo inscribimos en el Registro Civil, lo pagamos en la Iglesia y/o en algún tugurio pasajero, lo ridiculizamos en millones de canciones, lo despreciamos, lo desperdiciamos. Porque no lo podemos explicar. No se puede. Varios han intentado enumerando lo que no es. Nadie sabe lo que es. Como la muerte. Pero más amable, porque claro, ocurre mientras respiramos.

Los mejores intentos de “abarajamiento” suelen llegar por el lado del arte. Seguro mejoran cuando el artista ha vivido intensamente. Hay polémicas al respecto. Las partes combinadas de talento y trabajo explican la emoción hasta que no la explican. Se habla de sensibilidad, de gran destreza, de swing, de conexión con el público. Se intenta explicar lo que no se puede. Un recital, por ejemplo, puede ser un puñado de canciones en vivo, pero también puede ser el amor. ¿Qué es el amor? Respuestas posibles: lo que siento por Fulanito o Fulanita, o un recital. ¿Un recital? ¿Cómo un recital? Sí, un recital… No se entiende. Es que hay que ir a un recital de Yusa y Ana Prada. Es como el amor. ¿Cómo un recital va a ser el amor!¡No se entiende! ¡Bueno, es lo que queremos decir desde el principio de la crónica! ¡Un recital de Yusa y Ana Prada puede ser una de las formas del amor! Cuando alguien pueda vivirlo, tal vez lo entienda, o mejor, lo sienta.

Como nosotros lo vivimos, vamos a contarlo, con permiso de tantos que fueron y tendrán sus propios recuerdos.

Nochecita de sábado ideal. Ni frío ni calor. Cola de gente en la entrada. En cinco minutos, La Fábrica se pone como camote. En media hora, Yusa y Ana Prada suben al escenario. Como Yusa tiene rulos en la cabeza y Ana Prada también, el músico que las acompaña no puede desentonar. Rulos en la cabeza de Ariel Polenta, pianista de un Nord divino. La puesta no necesita mucho más que eso: rulos y sonrisas. Ya nos vamos gustando.

La lista inicia con “Me quiere sonar” y “Pero no”, de Ana, con Yusa en el bajo y Ariel con su piano campanita. El dúo de voces comienza a hacer efecto. Ya hay coros. Entre cada tema, los comentarios empiezan a torcer los sinónimos del amor.

“Alguien está comiendo rabas ¿no?” pregunta Ana mientras Yusa cambia el bajo por una guitarra digna de Angus Young, para sus “Tardes de café”.

“Subime un poco la guitarra”, pide Yusa al sonidista. “El piano también”, pide Ariel. “¡A mí también!” pide Ana. “Y poneme un poco de tetas, culo… ¡Si hay que pedir pidamos!”

“Esta es una canción favorita de la vida. La conocí en Cuba antes de conocer a Ana. Y ahora que la puedo cantar con ella, es una emoción.” Se escuchan los primeros versos de “Tentempié”. Una hermosura que por ahí dice “Sos todo lo que yo siempre soñé, ya me desperté y sigo dormida”.

Ana cuenta de su afecto por Córdoba, que en otro recital había recordado cuando recorría los pueblos de la provincia con su abuelo, y comparte la anécdota de una presentación en Mendoza, donde agradeció a las autoridades «de Córdoba», que posibilitaron su presentación. Sigue “Mientras tanto” y ya hay varios que miran con ojos de ternero degollado. Se encienden las luces y todos bailan, porque a todos les gusta que baile la Marieta de Faustino Oramas. Yusa canta “No tengo otro lugar” y desarma la criolla. Ana improvisa un trombón y se levantan las palmas.

Hay un mini set del Uruguay que saluda con “Adiós”. Los coros de las primeras filas distraen a Ana de la letra y mueven a una confesión que hace gracia de sus canciones: “Lo que pasa que… Yo… Yo ya me di cuenta que… El amor… El amor ya fue…” Nada de eso. El amor es este recital. “Cada mancha de tu cuero” dice “voy a soltarte la rienda para saber a donde llegar”. El público se deja llevar mientras Yusa vuelve a subir y se pone a tocar el cajón. Gran momento.

Después de evocar entre carcajadas su primera presentación, con su madre llorando en primera fila, desconcentrándola, Yusa toca y canta “De colores”, casi un extracto de Cuba. Hay azúcar, improvisación, pianito. Tremendo. Mientras suena “La Fábula”, la de rulos morochos le marca los movimientos de baile a la de rulos rubios. Cha Cha Cha! “Tierra adentro” reúne la dulzura compositiva de Ana y el talento de Yusa para sacarle música a cualquier instrumento, esta vez, de nuevo al cajón.

¡Y llega el helado! ¡Y los chistes! Ambas con delantales, convidan a quienes suban al escenario a contar cuentos escatológicos. La diferencia entre el papel higiénico y la cortina; el oso y el conejo… Hasta un chico de diez años subió a contar el cuento de las tres monjas. Una risa que termina “Buscando un símbolo de paz”. García en boca de todos. “Tu vestido” nos pone como el Profesor Jirafales y Doña Florinda. Ahí nomás, Yusa nos trae a Rubén Blades, “Buscando guayaba”, con el tres. Como Ana, necesitamos cinco palabras para describir el momento: Im pre sio nan te.

En el comienzo del final, «Amor de millones». «Amor mío no te vayas, que yo no quiero verme sola otra vez…» “¿No quieren que nos vayamos? ¡Bailen pues! Vamos con este pasillo: A la derecha, a la izquierda, los ojos arriba, el pecho a’lante, aaaaaazúcar!

En el inicio de los bises, “Soy pecadora” y una perla: «La entalladita». Yusa en el cajón, Ariel “atajador de penales” Polenta en el piano. El amor es eterno, mientras dura. Yusa canta “Quédate” a pedido. Ana adelanta un tema de “Soy otra”. “Y sí, el primer fue ‘Soy sola’; el segundo ‘Soy pecadora’. ¡En el que viene ‘Soy otra’!» “Para decirte que te quiero”, tema compuesto junto a Queyi, nos deja pensar en un tercer disco imperdible. Instrumentación: Piano forte. Tres y criolla. “Brillantina de agua» a pedido. Yusa sigue con el tres. Verla tocar el tres hace linda la vida.

“Es que nos tenemos que ir, que acá sigue la fiesta!” Claro, La Pata de La Tuerta está por celebrar sus doce años. En el final del final, la «Conga Pasajera» pone a todos a andar, cantar, cambiar, mandar y saltar. El coro del final sigue por varios minutos. Yusa, Ana y Ariel, saludan mientras cantan, se bajan del escenario, se abrazan, suben las escaleras y el público sigue cantando, con los acentos dislocados… “Daléééééééé con el corazón, muéveté!

Escrito, suena a poco. Vivido, fue puro amor.

En el final. Ariel nos cuenta que la gira sigue por Montevideo, La Plata, Morón, Santa Fe, Rafaela, y vaya a saber cuántos puntos más. Saludamos con la manito. Hasta siempre.