Canto abismado

Liliana Herrero presentó «Maldigo» en Córdoba

22-10-2013 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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Este viernes 18 de octubre, la cantante compartió las obras de su último trabajo en la Sala de las Américas. Crónica de un recital vehemente.


Liliana Herrero presentó «Maldigo» en Córdoba

Por | redaccion351@gmail.com

Fotos y Video: Ricardo Cortés.

Y la Sala de las Américas es ahora un doble plano inclinado de universos pequeños, sentados frente al telón llovido. Rosa fuerte. Telón Purple Rain contrarreloj. Los trípodes de los fotógrafos cruzan las piernas y se prenderían un cigarro aunque fumar les deteriore la capacidad pulmonar, cause gangrena y dañe su vida sexual. Sobre los trípodes, las cámaras presienten el saludo de las luces y se retocan el foco, de ansiosas nomás, todavía llueve rosa, que ahora escampa y los ojos del pullman y la platea hilvanan, de izquierda a derecha, a Martín Pantyrer Vientos, a Rossi Guitarras Pedro, a Contrabajo Naón Ariel y a Mario Percusión Gusso.

Entra una artista. Vestido negro hasta los pies; chaqueta o campera marrón clarita; sandalias rojas en los pasos; peinado rocker en la cabeza; «ojos de niños» en la mirada; «Bagualín» de Barrientos en la voz. «Maldigo» en Córdoba. Rodillas de Liliana Herrero lanzadas al centro del escenario. Corriente eléctrica. Imponente apertura.

Sampayo Aníbal del Uruguay. Novias leves del azul entre clarinete, criolla, boina de bajista y batería de camisa blanca. «Garzas viajeras». Otra versión que la que viene solita de Juan y Luna. Otras garzas, más viajeras, desde el rojo de las sandalias sobre el rojo de la silla. Baje los pies che, mal educada. No los bajo nada. Y ves mal, no es una silla, es mi barquito que se acuna sin cesar. Canto distinto, como el atardecer.

Saxo largo a la izquierda. La importancia de llamarse Pantyrer. «La garra del corazón». Transfusión de Cabrera a Herrero. «La casa de los abuelos, el llanto de los payasos, el pasto de los camellos… El precipicio del miedo…» Caverna de viento. Canto a la silla roja. Baile a lo ancho. Todo el escenario es de una mujer. La emoción de los universitos cuando escuchan «Primera vez que estás solo, segunda vez que estás vivo». Maldito Cabrera. Benditos aplausos.

«Miguel Abuelo era un estallado, bello, desmesurado. Quiero que mi canto sea así: abismado, desmesurado, roto. Tómenme o déjenme.» Ovación, antes y después de «Oye niño». Guitarra y batería entrecortadas. Arreglo impresionante. Subrayo impresionante.

La forma para decir «qué calor» de Liliana Herrero y las primeras risas del doble plano inclinado. Sobre la mesita junto a la silla, una copa de vino, otra de agua, un abanico, un pañuelo. Sale pañuelo a escena. Un atril que va y viene.

«‘Maldigo’ no es maldecir. Yo no soy religiosa. Es otra cosa que no sé qué es. Hay algo en las ruinas. Yo estoy dispuesta a cantar sobre las ruinas…» Concierto dedicado. «Run Run se fue pa’l Norte». Violeta Parra en el carro de la memoria.

«Gracias a la Universidad Nacional de Córdoba. ¡Honrada de cantar para una Universidad pública (voz en alto), libre (más alto) y gratuita!» (tormenta de bravos).

Los aplausos despiertan a un bebé. «¿Dónde está ese bebé?» Acatá. «¡Upa! Federico», a capella. La parte del ángel de la voz de Liliana acariciándolo desde el Cuchi Leguizamón. La parte de «Isla del tesoro» en el recuerdo inesperado. Amague de nuevo llanto, risas ahogadas, sueño del bebé.

Saxo en jirones. «Salitral». La parte rasgada de la voz de Herrero, a puro sol de luces contra el fondo negro desgarrado del telón. Al final, la parte del ángel de la voz. Música en tono oscuro, viento frío de madera en el final.

«Muchas veces pensé qué es lo que hicimos en este disco… Con el Raly, con  Arnedo… Pienso que este disco es un ruego, una plegaria, pero no religiosa, sino un suave salvajismo del alma. ¿Cuál es este ruego? ¿Cuál es el ruego que quiero cantar? Dejame encontrarte patria mía. No fumigues, no mates a mi pueblo Qom.»

«Casamiento de negros». «Pizzicato» de saxo como arroz negro a los novios. Adivinanza: ¿A qué se parece la versión del casorio negro de Parra si lo canta Herrero? No. Tampoco. Frío. Sigan adivinando mientras Pedro acomoda las cuerdas y Liliana toma las manos de dos haces que la sientan y le hacen cantar «Milonga para la muerte». De la mano de Lima Quintana y Juan Falú al absoluto. La guitarra es un funeral. Entre el canto de los versos, un «qué lindo» a los arpegios de Rossi. «No es joda Juan Falú.»

Amanecer de luces celestes. Contrabajo apenas, chiquito. Eléctrica de sol naciendo. El día hecho de música en confituras de percusión. De repente, instantánea de hace un par de semanas, cuando Naná Vasconcelos hizo amanecer, llover y atardecer en el mismo escenario. Canción sonada con pedacitos de cada instrumento, y se va el día, o «El mar». Sombra de Herrero con los brazos al cielo y luego gesto de gol. Gran momento, dedicado a Santiago Lena y su obra en expansión.

La vimos subir al escenario de costadito, antes del comienzo. La vemos subir al escenario de invitada, como devolución de alegrías. Invitó a Liliana cuando tocó en Buenos Aires. Liliana la invita en Córdoba. «¿Cómo era el cantito de «Madre Baile»? Ohohooooo… Vivi Pozzebón en un recreo sin antes, ni luego, ni tal vez de «Maldigo». Liliana le canta a los ojos verdes de Córdoba, Viviana a los ojos marrones del Litoral. Se prestan estrofas de «La casa de al lado» y nos dejan cantar.

«Pastor de nubes». Castilla Manuel José. «Qué lastima que no llegó el Raly». Nos animamos a sobrevolarle segundas voces.

«Gracias al asistente, Nicodemus. Apellido bíblico Nicodemus.» ¡Saludo interior del cronista a la compañera Diana del mismo apellido! Repaso de los enseres sobre la mesa. Abanico de Cuba, copas y anteojos. Saludos al Ninja, asistente que no pudo venir y ahí nomás «Trabajo quiero trabajo», con arreglos desagregados. Puro paisaje de fragmentos sonoros con coros de Rossi.

«Yo creo que hasta aquí llegué… Es como una vergüenza tomar vino y no convidarles. Muchas gracias por venir».

«Tu nombre y el mío», del disco anterior. Aristimuño acurrucado en el contrabajo. Canto loco. Aplauso loco. Invitación a Lucio Valdrini, guitarrero eléctrico. «Esto que dice la letra tiene que sonar como un hachazo, para que resurja algo maravilloso y feliz. «La diablera». Saludo y buena vida para todos.

La diablera

Universos de pie. Saludos y se vienen los bises, pero ¡qué bises! «No soy un extraño», con grandes momentos de Pantyrer. El otro sentido de «No soy un extraño». Cuando canta «los carceleros de la humanidad no me atraparán dos veces con la misma red», es otra canción. Como el Quijote de Pierre Menard, el Extraño de Liliana Herrero.

No soy un extraño

Y ahora sí, pero todavía no. Los dedos en V para volver y cerrar la noche con una interpretación vehemente de «Confesión del viento», con saluditos al gobierno de la provincia.

Maldición, ha sido una noche hermosa.