Despedida

Memoria de Viglietti en Córdoba

31-10-2017 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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A los 78 años, falleció el inmenso cantautor uruguayo Daniel Viglietti. Lo recordamos desde una crónica de su visita a Córdoba en septiembre de 2009, en el marco de la Feria del Libro. Hasta siempre.


Memoria de Viglietti en Córdoba

Por | redaccion351@gmail.com

Las noticias dicen que se fue un artista de los más grandes que dio este continente. Su partida ocurre en un tiempo de insensibilidad, indiferente a tantos sueños puestos en canciones luminosas. Tal vez por eso duela tanto más. 

La memoria de una vida dedicada al canto de la dignidad humana sabrá alumbrar la persistencia de tantos compañeros de generación, de sus hijos y nietos que siguen luchando, compartiendo sus convicciones como semillas de sentido, a cada paso, en medio del vacío que impera.

Desde este espacio, un saludo al aire en forma de recuerdo agradecido a Daniel Viglietti por la entereza y la belleza puesta en cada verso, y un par de apuntes de su visita a Córdoba, en 2009, en el marco de la Feria del Libro. 

Viglietti en Córdoba. Antes

Este viernes 11 de septiembre, en un recital con entradas gratuitas agotadas, Daniel Viglietti se reencontrará con el público de Córdoba. Mañana, en el marco de la Feria del Libro, el gran cantautor uruguayo presentará “Desalambrando”, texto sobre sus canciones escrito por el inolvidable Mario Benedetti.

¿Cómo no anticipar la emoción multiplicada por tantos cordobeses que asistan, en algunas horas, al abrazo de dos grandes artistas, compañeros de caminos andados por años de coherencia? ¿Cómo no tomar nota de tantas miradas humedecidas, de la ovación desatada al final de cada himno que sonará?

Fueron Los Olimareños, hace menos de un mes. Serán Viglietti y sí, también Benedetti, esta noche. Otra presencia de muchos, otro gesto posible de gratitud colectiva hacia los grandes referentes del Uruguay.

El noble motivo de la visita de Daniel, un homenaje a su amigo Mario, nos vuelve a convocar luego de dos años a una reunión que alternará el silencio como acto de culto y agradecimiento a sus versos, a su guitarra, y la ovación cuando cada canción llegue a su último acorde. Habremos de celebrar esa forma inconfundible de abarcar el espacio donde sucede el tono de una época que trasciende generaciones: la tierra cercana y lejana donde las sangres se mezclan, el mapa de todos, la cabeza-casa-combate-alegría, la patria que no es un solo lugar…

Los comunicados de prensa no informan que Viglietti llega sin la compañía de Benedetti, con quien ha establecido una relación humana y artística de más de treinta años, plasmada en encuentros de poesía y canto que recordarán emocionados quienes los hayan presenciado. Parece innecesario aclarar que el gran escritor nos ha dejado en mayo. De la muerte de un Poeta, acto irrefutable en apariencia, duro como la noticia en los diarios, se habrá desprendido, una vez más, ese consuelo de lágrimas y lecturas compartidas, de afectos persistentes como maneras posibles de ablandar la terquedad de la ausencia, de convertir el dolor en memoria.

Esta noche, las manos y la voz de Viglietti, finalmente, invocarán la presencia de su gran amigo. Y Benedetti aparecerá. Por simple humildad, no subirá al escenario. Evitará los asombros, la desesperación de los jefes de redacción que no tendrán tiempo de rediseñar las tapas de los diarios de mañana. Sabrá acomodarse en alguna butaca del fondo para emocionarse una vez más con la guitarra y la voz de su amigo. Y volverán las canciones que no se habían ido, la voz de los poetas y cantores que tramaron el camino de la dignidad en Latinoamérica. Todo eso en el Auditorio de Radio Nacional. Esta noche.

Mañana, otra posibilidad para verlo y escucharlo, en el Patio del Cabildo. 

 

Viglietti en Córdoba. Después

La Voz de Todos

El viernes 11, en el Auditorio de Radio Nacional, con entrada gratuita. El sábado 12, en Radio Nacional Córdoba, con entrada libre a todos los hogares, trabajos y automóviles. Luego, en el Patio del Cabildo, con entrada gratuita. Viglietti. Crónica de una visita inolvidable. 

Viernes. Nueva y media de la noche. Luego de una introducción protocolar innecesaria y de la proyección de una entrevista realizada a Mario Benedetti en Córdoba en 1994, donde la trivialidad de las preguntas del periodista insulta la inteligencia y la densidad de la obra del escritor (increíble, esa entrevista no puede ser el único documento audiovisual de Benedetti en Córdoba, tiene que haber otros, más dignos), aparece, con su andar calmo, Viglietti. El hombre y su guitarra.

Hay músicos que trascienden cualquier mirada de oficio para una cobertura. Lo que se pueda esgrimir corre el penoso riesgo de limitar la intensidad del momento a unas frases más o menos ingeniosas. En otros casos funciona casi siempre. No con Viglietti. Son demasiadas las probabilidades de quedarnos cortos. Sabemos que el artista se sentará en la silla que lo espera, apoyará su guitarra en la pierna izquierda, apenas levantada, se acomodará la boina, echará un vistazo a la audiencia y comenzará a desandar sus canciones, las nuestras, con su voz que no acusa el paso del tiempo y esos arreglos exquisitos, ese modo inconfundible de acompañarse. Trataremos una vez más, de “contar” qué pasó.

Ante el Auditorio de Radio Nacional colmado, el comienzo ofreció canciones predilectas de Benedetti, según la memoria de su autor: «Gurisito», «Milonga de andar lejos», «Anaclara», «Soledad Barret» y «Nuestra bandera». Cada silencio y ovación marcó el ritmo esperado de las emociones. 

Cuando no digo nada, es porque las canciones son de mi pluma.

En homenaje a Yupanqui, maestro y amigo, sonó «Chacarera de las piedras». Luego, «Negrita Martina», «Las hormiguitas» y «La senda está trazada». La emoción volvió a romper el aire cuando Daniel evocó su visita a Córdoba en los primeros años de la década del 70 y tuvo oportunidad de cantar algunos clásicos del cancionero popular a las presas políticas de la Cárcel del Buen Pastor.

Después fuimos entrando en clima hasta que toqué esta que voy a tocar ahora, y que dedico a una de las sobrevivientes de ese período, que hoy se encuentra aquí.

Y cantó «Muchacha». Y la ovación fue larga. Tanto que despertó a un bebé dormido en brazos de su madre, cerca del escenario. El llanto de la criatura fue tomado como un pedido. “Cómo no, vamos a cumplir entonces” prometió Viglietti, y entonó «Duerme negrito».

Luego, «El vals de la duna», el himno «Otra voz canta», los «Refranívocos» de Benedetti, «Cruz de luz» en homenaje a Camilo Torres y «Vamos estudiantes». «Los puños cerrados y los corazones alzados…”

Luego de los aplausos, recordó los viejos discos de vinilo.

Esos discos eran verdaderamente revolucionarios: 78 revoluciones por minuto… Por ahí se rayaban y una parte de la canción se repetía, había que empujar la púa.

Y entonces cantó su «Declaración de amor a Nicaragua», con el sombrero de Sandino flotando por ahí. Y se le rayó el canto en el verso “se guatemala todo y se me hondura, hondura, hondura, hondura, ¡hondura!”

En el final , claro, «A desalambrar», con entonación de todo el Auditorio.

Y se fue. Y el griterío lo devolvió para cerrar con «Mucho poquito y nada»

Y todo quedó, una vez más, en un mirarse de todos con todos, en cientos de abrazos, butacas de por medio, para fijar el momento, para decirle gracias con la historia de cada quien a flor de piel.

En el Patio del Cabildo. 

Luego de una charla en Radio Nacional Córdoba, Viglietti se presentó en el Cabildo. El pretexto era la presentación de un libro que ya lleva un tiempo en las calles: «Desalambrando», escrito por Mario Benedetti, sobre la vida y la obra de su compañero Daniel. Volvieron a sonar las canciones de la vida, para la emoción de siempre, multiplicada por la presencia de una de las madres de aquellas presas del Buen Pastor que se fugaron y fueron posteriormente detenidas y desaparecidas.

Nos queda el agradecimiento por la inmensa generosidad de su visita y el deseo de que los cantores populares uruguayos continúen con esta costumbre feliz de pasar por Córdoba. La lista es larga y los seguidores se cuentan por generaciones.