
Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com
Fotos: Sebastián Fissore.
Gentileza de Bitácora de Vuelo.
El amor a los hábitos de fin de semana que el otoño devuelve, esta vez con cielos que no mejoran del resfrío, se bifurca en caseros y salidores. De entrecasa: pantuflas que miran el banco y piden cambio, sillones cinéfilos, mantas llenas de migas, películas atrasadas y tazones humeantes que ronronean entre cuencos de palmas y dedos. Por las calles y veredas mojadas: vidrios empañados, bufandas con neblina, camperas con levadura, guantes con medialunas y gorros con pompones. Cada caminante es un pururú de lana con patas.
Los que se quedan, esperarán, ojalá, con algún biscochuelo gordo. Los que salen, pueden acomodarse en un auditorio cálido, como la Sala de las Américas, para olvidarse del frío con una murga. Justo una de las más queridas, este sábado. Falta y Resto en Córdoba.
La previa de un recital puede ser un relato de viaje. De un par de semanas en Cuba vuelven amigos y experiencias que no dejan de sorprender. Gente que sigue viviendo de otra forma. Diferencias que nos hacen girar en U la mirada para hacernos preguntas que nos desatan los cordones.
En el aire, lo de siempre: a minutos de un recital, el escenario es un fuentón de ansiedades proyectadas por cada pururú de lana que mira y espera. La oncena de micros en línea y una tarima al centro del fondo adelanta la sonrisa y revuelve la imaginación para multiplicar la vida de los artistas que subirán en cualquier momento. Más de uno se preguntará qué hacen y qué piensan quienes saldrán al encuentro del público. El final de la noche confirmará que el pánico escénico, en una murga legendaria, se queda durmiendo en el colectivo.
La cuerda de Falta y Resto incluye muchachos con décadas de carnaval y pibes que vienen decorando sus primeros almanaques. Entonces los imaginamos, a los abrazos, los viejos animando a los novatos, todos retocándose las pintadas de la cara, charlando felices, como reencontrados después de años aunque los años pasen como minutos.
De repente, como los orientales de la canción, que salen de los poblados y del monte, salen los Falta y Resto. De todas partes vienen, sangre y coraje, para salvar su suelo: el tablado.
¡Ahí va!
Bajo la dirección de Leandro Castro, de punta a punta: Andrés Vázquez; Javier Carvalho; Marcos Da Costa; Jorge «Coca» Vidal; Matías «Gardelito» Bravo; Rodrigo Falero; Ricardo Viera; Diego Bueno; Orlando «Mono» Da Costa y de win izquierdo, para tirar todos los centros, Rául «Tinta Brava» Castro. El más alto de todos. Si nosotros tenemos a «Locomotora» Castro, Uruguay, donde también seguirán pasando capítulos del Chavo del 8, tiene a «Ferrocarril parado» Castro. Atrás, con platillos, bombo y redoblante: Gerardo Cánepa, Ricardo Souza y Gastón Angiolini.
El inicio de «Tuya Pueblo» resume los grandes nombres de la historia oriental, sus contradicciones recientes y la encrucijada de la participación: «Si le doy palo al gobierno le hago el juego a la derecha; si le doy para adelante, alcahuete reprimido; si no hablo de política estoy esquivando el bulto y si hablo de política dicen que soy aburrido…»
Los voces de «Coca» Vidal y «Gardelito» Bravo» detonan los agudos de coro. Aunque la música genere un hormigueo en las piernas que sólo se iría levantándose y bailando en el pasillo, hay una necesidad de mantener el silencio para no perderse una línea del texto. Entre cada cuplé, con un gesto que el capricho de la memoria vincula al inolvidable Ulises Dumont en «El viento se llevó lo qué», el gran «Mono» Da Costa irrumpe en el escenario celebrando el hallazgo de un nuevo libreto improvisado para incorporar al espectáculo. Lo que viene después de cada «¡Lo tengo! ¡Ahora síííí!» es un gran repique de risas. A los comediantes que hacen reír con sólo mover tres músculos del rostro, Da Costa les saca dos músculos de ventaja. Su intención de resumir los doscientos años de historia uruguaya arranca con Artigas y termina con un gol de Forlán y un «Chim Pum».
¡Vamo arriba!
En el cuplé del pasado, un estudiante molesta incomodando el presente con una pregunta transferible a cualquier sociedad: ¿Qué pasado nos conviene? En cada vaivén de los tiempos, el presente oficial se acomoda el pasado para legitimarse. «Antes ser el patrón no era progresista. Ahora sirve decir que fuiste un gran comunista. ¿Qué pasado se convierte en experiencia, el que pasa por el alma o por la cabeza? ¿Somos capaces de no mentir cuando recordamos? ¿Existe la verdad si no la inventamos?»
¿Hay que responder? ¿Podemos salir corriendo? Nos quedemos mejor con la versión de «Tuya Pueblo» de exportación. Mientras los músicos de la batería se intercambian los instrumentos, Da Costa improvisa sobre la mujer astronauta en un delirio que continúa con «Ciega, sorda y muda», o el cuento de lo que, generación, tras generación, nos hace mirar para otro lado.
Música para desacomodar abrigos; versos para incomodar cabezas. En medio de un cuplé, El Mono se rebela y las disculpas de Tabaré Vázquez sobre sus declaraciones en tiempos del conflicto por Botnia son el pretexto para hablar de la libertad, más bien, de la llave de la jaula de la que hablaba Buika hace unos días. De repente, desde el escenario baja una consigna: todos tenemos un minuto de libertad para hacer y decir lo que queramos. El resultado nos deja pidiendo la hora.
En cada espectáculo hay un saludo a libretos anteriores. Hay una foto de los Falta y Resto cantando con los pantalones bajos que guardaremos como un recuerdo entrañable. Da Costa y Castro vuelven a concentrar la atención con el cuplé del mundial. El texto le da vueltas a lo que piensa el «golero». Genial. Ahí nomás, cuando imita a un delfín, Orlando le saca el aire a más de una carcajada.
Algunos apuntes: Hay chicos sentados y acostados en los costados del escenario. Hay integrantes de la murga que se bajan y cantan por los pasillos. Hay una dedicatoria de Raúl a un músico de Córdoba que no olvidarán y no olvidaremos: Titi Rivarola.
¡Carnaval se va la Falta!
La retirada de Tuya Pueblo es un homenaje a las Instrucciones de Artigas de 1813. La murga es poesía de revisión:
Participando el futuro, aunque nos traiga derrotas,
hará caer gota a gota la esencia de un tiempo nuevo,
donde no echemos la culpa, haciéndonos responsables,
escuchando a los gurises que quizá sean más felices
si los logramos acostumbrar a que quieran participar.
Un tiempo nuevo artiguista y solidario
Para dejar la violencia guardada en el diccionario
Para arrullar la utopía… ¡Tuya Pueblo!
No pueden irse sin cantar «Colombina». No hay forma de que se vayan sin cantar «Colombina». Cantan «Colombina» con Tinta Brava de director.
No pueden irse sin nombrar a la mujer. Nombran a la mujer con un tangazo que sigue la melodía de «Mano a mano». La letra es un manifiesto de la liberación masculina que concluye en «Sí mi amor».
No pueden irse sin que bailemos todos juntos en el hall de la Sala. Bailamos todos juntos en el hall de la Sala y cantamos «¡Se vaaaaaaaaa, se vaaaaaaa la murgaaaaa, aunque ya nuuuuuuunca pueda decir adiós!»
No pueden irse sin que varios puedan sacarse una foto con algunos de ellos. Varios se sacan una foto con algunos de ellos.
Diálogo Final:
– Tremendos estos locos. Si les pedís, capaz que te acompañan hasta tu casa…
– ¡Y si hace fata te empujan el auto!