Con permiso
El cielo a contraluz
A veces uno mira buscando algo que le confirme esa presunción de que llueve, esa intuición de agua que está ahí flotando tras la ventana.
Por Luciano Debanne.
A veces no llueve pero es como si estuviese lloviendo.
Y uno se asoma a mirar el cielo a contraluz, a intentar adivinar las gotas: en los vidrios, en las hojas, en la tierra, en los charquitos de la calle, en la mugre de las baldosas.
Uno mira buscando algo que le confirme esa presunción de que llueve, esa intuición de agua que está ahí flotando tras la ventana.
Esa lluvia invisible que tiene forma de ganas de dormir la siesta, de leer poemas, de estar triste, de largarse a llorar.
Notas relacionadas
Esa condición inigualable de ser tierra y al mismo tiempo mano jardinera; cuidando lo que crece, y siendo, simiente, condición de posibilidad.
No alcanzan nuestras manos. No alcanza nuestra buena voluntad. No alcanzan nuestros cuerpos sumados de uno en uno en medio del remolino ígneo de la desigualdad.
Con su fealdad de deidad pedestre, magnífico, rugoso, eterno en su ida y vuelta del fondo de la tierra al charco efímero de la superficie.