Por Luciano Debanne.
Hay gente que en vez de contar un chiste, lo anuncia: te cuento un chiste, dice. Y te obliga a opinar al respecto, a tomar posición. Lo mata, porque el chiste es algo que te pasa. Un tropiezo, lo inesperado irrumpiendo.
A veces, cuando vas por ahí, te dicen qué ocurrentes los cordobeses, meten chistes en todas partes. A mí me parece que no, que lo que pasa es que acá nadie lo anuncia. Hacés el chiste nomás y después seguís con lo tuyo.
Porque el que anuncia el chiste en realidad mendiga el aplauso. Es medio de hacerse ver, de farolear, de no confiar en su gracia y apostar a las instituciones, si cuenta un chiste hay que reírse. Qué se yo, hasta es un pequeño desprecio eso de anunciar lo que uno va a hacer.
Vos tenés que meter el chiste de manera que sea pertinente, bienvenido, confluente con la vida entera. Que te caiga la ficha cuando ya estás adentro, y entonces digas qué culiado, qué buen chiste, es bueno el vago, ¿no?
Medio que pasa lo mismo en la política, ¿viste? Están quienes se pasan anunciando lo que van a hacer, y quienes van y hacen. Al final te das cuenta.
En el amor, también pasa, y en sus territorios fronterizos.
Así es la cosa: la alegría, la política y el amor, cuando son genuinos, se parecen.
Y cuando no también.