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Servanda Santos de Buitrago: «Ellos no hacían otra cosa más que torturar. Es lo único que les vi hacer»

3-12-2013 / Política y Sociedad
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La testigo fue una de las últimas secuestradas en abandonar La Perla. Durante su cautiverio, se ocupó de atender y cuidar a todos sus compañeros de «la cuadra».


Servanda Santos de Buitrago: «Ellos no hacían otra cosa más que torturar. Es lo único que les vi hacer»

Servanda, alias «Tita», tiene 85 años de edad y declaró desde Chaco mediante el sistema de videoconferencia.

El 21 de mayo de 1976, un grupo de 8 o 9 personas entraron a su casa vestidas de civil, pero con botas militares. «Entre ellos estaba Chubi, Manzanelli, Monseñor y Fogo. Me pidieron que me vistiera, me sacaron a la calle y me tiraron en la parte de atras de un auto. Anduvimos alrededor de una hora buscando más personas. Se sentían golpes, gritos y tiros», recordó Tita.

Relata que llegaron a un lugar en donde había mucho viento. La agarraron de un brazo y la introdujeron a una habitación llena de personas, muchas de ellas tabicadas. «Me decían que no mirara ni hablara con nadie porque me iba a costar caro. Como al mes de estar en ese lugar nos dimos cuenta que era La Perla», expresó.

Servanda no tenía militancia política pero sí gremial. Era enfermera y delegada de la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA). Fue por su profesión que, de a poco, empezó a brindar cuidados y atenciones médicas a los secuestrados que iban llegando a «la cuadra».

«Se escuchaban muchos quejidos y había un olor espantoso. Como era enfermera, pedí permiso para dar atención a los chicos y empezar a repartir comida. Había 8 platos de comida para repartir entre 70 personas. Comíamos rápido para que a todos les llegara un poquito de comida caliente», comentó.

Durante sus primeros días en La Perla, Tita recuerda que el trato para con ella fue bueno. Pero, como a todos, le llegó el momento de la tortura. «Recién como a los 20 días me llevaron a la sala de tortura. Cuando llegamos a la piecita había una cama de hierro y un tacho con agua que tenía mucho olor a podrido. Me ataron las manos atrás y comenzaron a picanearme. Después de las torturas tuve un ataque de nervios y el dolor era insoportable», recordó.

Los muertos de Manzanelli

«Recuerdo que había mucha gente golpeada y a medida que pasaban los días comencé a curarlos y a cuidarlos», expresó Tita. La testigo recuerda que, si bien todos eran maltratados y golpeados, había muchos que estaban reventados por las torturas.

El momento de mayor angustia fue cuando Tita contó que tres jóvenes murieron en sus brazos. «El doctor Zamar tenía reventado el estomago, lo cuidé durante tres noches hasta que falleció. María Luz Mujica de Ruarte vino reventada igual, perdía sangre y no podía ni caminar. Agonizó durante tres días hasta que la sacaron de la cuadra y la dejaron morir tirada en un galpón. El otro era un chico rubio que fue secuestrado con su señora. Cuando lo trajeron de la sala de torturas vi que estaba reventado también», recordó.

La testigo afirmó que fue el imputado Manzanelli quien los había torturado hasta producirles la muerte.

Todos torturaban

Tita reconoció que todos los represores torturaban, que no hacían otra cosa. Hablaban de los «paquetes» y se avisaban cuando traían personas a «la cuadra», que siempre llegaban torturadas.

«La noche de navidad de 1976 me pidieron que fuera a la sala de tortura. Había una chica tremendamente torturada, tenía huecos en la cara producto de la picana. Yo me acerqué y le dije que se quedara tranquila, que la iba a cuidar. Ella me miró, me dio las gracias y luego murió», recordó.

También narró el calvario que atravesó Alejandra Jaimovich, una joven militante que aún hoy permanece desaparecida. Según la testigo, a Alejandra le hicieron las cosas más asquerosas que un hombre le puede hacer a una mujer. «La violaban todos los días y estaba casi destrozada. Un día desapareció de la cuadra y no la vi nunca más», expresó.

Como ya se mencionó en la mayoría de los testimonios, todas las victimas que permanecen desaparecidas tuvieron como destino los camiones. La testigo relató que cuando escuchaban el ruido del motor se les ponían los pelos de punta.

En cada traslado, se llevaban entre 15 y 20 personas que luego eran fusiladas. Servanda reconoció que al principio pensaban que eran llevados a la cárcel, pero con el tiempo se dieron cuenta que los trasladados eran asesinados.

Así, Tita fue narrando una tras otra las historias de sus compañeros de cautiverio que ella misma tuvo que asistir y curar las heridas de las torturas. Fue una de las detenidas que más tiempo estuvo secuestrada y por sus cuidados pasaron la mayoría de las víctimas del campo de concentración. Afirmó que por La Perla pasaron alrededor de 1800 secuestrados.

Allí estuvo alrededor de un año y siete meses. El 9 de julio de 1977 Tita fue sacada de «la cuadra» e inesperadamente la llevaron a la casa de su hermana. La dejaron permanecer durante tres semanas en esa casa y luego la volvieron a llevar a La Perla.

A partir de ese día empezó a tener salidas transitorias hasta que, a finales de ese año, recuperó la libertad definitivamente. «Para navidad le pedí a Monseñor que me dejara despedirme de los chicos antes de recuperar la libertad definitivamente».

«Así fue, quedaban 5 o 6 secuestrados en la cuadra de los que me despedí y me dejaron libre. No volví nunca más», concluyó.