Megacausa La Perla – Día 18

Juicio Menéndez III: la vejación como método de tortura

14-03-2013 / Política y Sociedad
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Las declaraciones de la testigo María Patricia Astelarra ventilaron episodios de vejaciones y violaciones dentro de La Perla. Los imputados lucieron la cintilla papal en el pecho celebrando la designación de Jorge Bergoglio como nuevo Papa.


Juicio Menéndez III: la vejación como método de tortura

Por | nsiadis@redaccion351.com

Fotografía: Gentileza Telam

La décimo octava jornada del juicio presentó uno de los testimonios más duros en lo que va del proceso. La testigo María Patricia Astelarra es sobreviviente de La Perla y al momento de su secuestro se encontraba embarazada. Patricia militaba en la organización Montoneros junto a su compañero Gustavo Contempomi.

La noche del primero de julio de 1976 sonó el timbre en la casa de Astelarra. Al asomarse por la ventana, María observó un reflector encendido y a un hombre apuntándole con un arma.

Cuando su marido Gustavo abrió la puerta, un grupo de personas irrumpió en el domicilio y comenzaron a golpearlo. “A mí me dejan en la cocina. En ese momento me preguntan si yo estaba organizada y yo les respondía que estaba embarazada”, relató María.

Posteriormente, el matrimonio fue trasladado a La Perla. Al llegar al Centro Clandestino comenzaron a interrogar a María. En un momento la puerta se abrió e ingresó a la oficina el imputado Acosta. “Yo escucho que le dice a mi interrogador que yo ya estaba madura, y Acosta le responde que todavía estaba verde y que debían picanearme aunque estuviera embarazada”, recordó la testigo.

Después de la sesión de tortura trasladaron a María a “la cuadra”, lugar donde se reencontró con una compañera que le contó quiénes estaban secuestrados y cómo iban a ser los siguientes pasos de la tortura.

“Cuando había sesiones de torturas, desde “la cuadra” era terrible porque se escuchaban gritos desgarradores. Un día me llevaron a escuchar cómo apaleaban a mi marido y después me mostraron el cuarto lleno de sangre de él”.

La vejación como método de tortura

La testigo narró episodios en donde los represores, además de las torturas físicas, sometían a las secuestradas a vejaciones sexuales. “Las vejaciones consistían en manoseos en las zonas genitales y los pechos. Que yo estuviera embarazada y tuviera los pechos grandes les generaba más placer, me sacaban de la cuadra, me desnudaban y se reían entre todos de lo que me hacían”, afirmó.

También comentó que era muy frecuente que las chicas jóvenes sufrieran el mismo trato, y que las vejaciones y violaciones formaron parte de las torturas que recibieron. “Mientras nos picaneaban, algunos represores nos quemaban los senos con cigarrillos. Siempre hacían este tipo de juegos sádicos y morbosos”, recordó.

“En La Perla hubo reducción a la esclavitud sexual y como hay un estigma sobre esto, muchas mujeres quizás no lo puedan contar. Yo conozco relatos que son horrorosos. Nosotras sufrimos la tortura física y sexual”.

En uno de los relatos más escalofriantes, Astelarra narró un episodio cargado de sadismo y maldad. La testigo relató la historia de Inés Ualde, una joven secuestrada que fue víctima de sistemáticas vejaciones y torturas durante su cautiverio en La Perla.

Un día, como los torturadores no lograron sacarle información a Inés, decidieron atarla con una soga al paragolpes de un auto y arrastrarla por un camino interno de La Perla. “Ese maltrato le produjo una fuerte infección en las piernas que comenzó a juntar pus y olor nauseabundo. Así y todo, la sacaban de “la cuadra” para vejarla en las oficinas del Centro Clandestino”, recordó la testigo.

El pedido de rescate

En agosto de 1976 secuestran a Irene Bucco De Breuil. Al encontrarse con María en “la Cuadra”, Irene le comentó que los militares habían visitado a su padre para pedirle un rescate. “Empiezan a llamar a mi casa diciendo que eran de Montoneros y que me tenían detenida por traidora, rápidamente mi familia se dio cuenta que era un montaje. En ese llamado pedían 80 mil dólares para liberarme”, comentó.

El hermano de Astelarra participó de las negociaciones intentando dilatarlas y así descubrir el paradero de María. Además, en la familia materna había varios ex integrantes de la Marina que también comenzaron a realizar gestiones para encontrarla.

Finalmente, el rescate se pagó a finales de agosto del ’76 pero Astelarra no fue liberada. El monto entregado fue 10 mil dólares. “Como yo no aparezco, mi tío que era militar retirado empezó las averiguaciones y logró confirmar que yo estaba en La Perla”, recordó.

La cárcel y el nacimiento de Pablo

Los primeros días de octubre, María fue retirada de La Perla para ser trasladada a la cárcel. “Yo no quería que me sacaran de La Perla. Estaba segura que me llevaban para matarme y yo estaba con el embarazo muy avanzado”, afirmó la testigo.

“Me sacan de La Perla y me llevan a La Ribera. De esos días no recuerdo mucho porque estuve inconsciente, estaba muy mal de salud y había perdido prácticamente la movilidad. Luego me trasladan al Buen Pastor sobre la fecha del parto”.

Cuando Astelarra fue trasladada a la Cárcel del Buen Pastor, las autoridades militares informaron a sus padres que a partir de ese momento ella estaba a disposición del Tercer Cuerpo del Ejército. Luego de este episodio, la familia Astelarra confirmó que las extorsiones y el pedido de rescate provinieron de las filas del Ejército.

El día del parto, María fue trasladada a la Maternidad Provincial con una fuerte custodia policial. Al llegar al lugar, fue recibida por dos filas de uniformados del ejército que le apuntaban con fusiles. “En el momento del parto la sala estaba llena de militares y policías. Los médicos se negaron a atenderme esposada y vendada y exigieron que me liberaran las manos. Posteriormente echaron a todos los efectivos”, recordó la testigo.

Luego de dar a luz a Pablo, María fue alojada en un cuarto y esposada a la cama. A las 5 de la mañana aproximadamente le llevaron a su bebé e inmediatamente la trasladaron al Buen Pastor junto a su hijo.

Nuevamente en la cárcel, la testigo recibió la ayuda de una monja, quien le facilitó papel para escribir una carta y posteriormente se la entregó a sus padres. Allí María les informaba que Pablo había nacido y que se encontraban alojados ahí. A finales de diciembre de 1976, Pablo fue apartado de su madre y entregado a sus abuelos.

María confirmó que en la cárcel del Buen Pastor había cuatro detenidas que habían dado a luz. Según el relato, a todas ellas les quitaron sus bebés y las trasladaron a la Unidad Penitenciaria Nº1 (UP1). En ese lugar estuvo alojada, en un pabellón para presos de alta seguridad.

“En la UP1 nos maltrataban mucho, nos sacaban de la celda una sola vez al día y nos daban muy poca comida. Después, me sacan de la penitenciaría y me llevan a La Ribera en enero del ’77. Ahí nos enteramos de que muchos compañeros habían sido fusilados”.

Luego de un tiempo detenida en La Ribera, en marzo de 1977 Astelarra recuperó su libertad. Ese día, María estaba almorzando cuando Barreiro y Herrera llegaron en un auto para retirarla del lugar. La trasladaron a la casa de su suegra con la orden de que se escapara a Buenos Aires y se escondiera en un campo.

Esta orden de ocultarse obedecía a una interna en las propias filas militares. Vergéz, que en ese momento estaba en el Batallón de Inteligencia 601 de Buenos Aires, no estaba de acuerdo con que Astelarra recuperara la libertad.

Finalmente, María viajó a Buenos Aires pero decidió no esconderse en ningún lado. Se instaló en la casa de sus padres donde vivió durante un tiempo. Entre 1979 y 1980 comenzó a denunciar lo que había vivido y a armar listas de desaparecidos. Al recibir numerosas amenazas y presiones, Astelarra decidió exiliarse en España en 1983.