Por Marisa Baravaglio | politicaysociedad@redaccion351.com
Para muchos era una bicicleteada diferente, especial, mientras que para otros, un encuentro más en el cual celebrar la bici. Las dos opciones eran válidas, pues esta era una forma de festejar la vida.
Las emociones florecieron apenas comenzó nuestro andar. Para quienes nos encontramos pedaleando, una bicicleteada provoca enorme alegría, produce endorfinas incansablemente. Para los que salen de sus casas, da sorpresa ver tantas bicis en medio de una ciudad acostumbrada a moverse con motores.
A estos sentimientos siguieron las historias: en el encuentro no sólo participaron jóvenes (comúnmente asociados con este tipo de actividades que desestructuran la vida cotidiana), también se hicieron presentes algunos adultos que aún conservan ese niño interior y lo sacan fuera en estas oportunidades. Adultos que aprovechan que están vivos, que conservan la voluntad de cuando eran jóvenes y en estas ocasiones salen a disfrutar cada instante.
“¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad”, dijo Simone de Beauvoir. Y a mí se me infla el corazón de alegría al ver a estas personas tan perseverantes, tan llenas de vida y de emoción. Tan colmadas de ganas de continuar, a pesar de las subidas, y después bajarse de la bici, hacer el recorrido a pie para luego volver a los pedales y seguir avanzando.
Uno de los ciclistas no va sólo, lleva en todo el recorrido otra bici. Nunca la suelta, a veces pierde el equilibrio, pero entonces se detiene unos minutos, se acomoda, respira y vuelve a andar. Alguien le pregunta: “¿Alguno tuvo un percance con la bici?” «No -responde- esta es la bici de mi amigo, un desaparecido, él viene aquí conmigo”. Y a mí se me estremece la piel, se me congela el corazón al ver tanta fortaleza, al ser testigo de tanta tristeza porque un amigo podría estar ahí.
El recorrido continúa, son 18 kilómetros. En el cuerpo ya se siente el cansancio, aunque la alegría se transmite de un ser a otro y entonces uno sigue. Sigue porque celebra poder ir en bici sin que nadie lo impida, porque quiere un lugar con más bicis y menos autos, porque quiere un mundo en el que todos los derechos sean respetados, porque está lleno de ganas de vivir y de seguir pedaleando.
De pronto, el final se acerca, el recorrido se termina, llegamos donde queríamos llegar. Nos cuidamos entre todos, mostramos una manera diferente de andar por la ciudad, una forma más limpia, más saludable, más linda.
Cumplimos con nuestro objetivo y el cansancio por el largo camino se transformó en emoción y felicidad. De esta manera, un 24 de marzo celebramos la alegría de estar vivos.
Mirá el video de la bicicleteada producido por Jano Ubierna de Bicurbanos
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