Me gustan las noticias, encontrarlas y darles forma, escribir los detalles, hacer informes de investigación hasta que de una arista surja algo interesante.
La adrenalina de las entrevistas, la respiración en el micrófono, los llamados de los oyentes. El pasillo de la radio es mi lugar en el mundo, servirme café, qué tal qué tal, revolotear por la redacción de abajo, siempre hay caras nuevas, husmear como un hurón que sabe hacer su trabajo.
Con los años he sabido ganarme este rincón, esta parcela de una audiencia progre que cree en mí.
¿Soy vanidoso por eso?
Estoy incómodo por la nota de esta tarde, vienen dos actrices a hablar del caso Fardin, hoy declara él, pero no sé qué dos actrices, cuáles, quiénes.
No logro concentrarme en las preguntas más allá de lo obvio, «demonizar» a Darthes porque le entró a una pendeja.
Temo que me traicionen los pensamientos y termine diciendo alguna barbaridad en vivo.
¿Qué dos actrices?
Llamo a la productora para preguntarle si desde el colectivo aclararon quiénes venían.
No. ¡No aclararon y la puta que los parió!
¿Si justo aparece ella al aire? No creo que sea capaz, ¿pero y si lo es? No le conviene y sabe que no le conviene, además es ambigua, no me manda a la mierda del todo, creo que me histeriquea.
Técnicamente no llegué a hacerle nada malo, aparecerme en la casa o hablarle a escondidas, eso no es acoso, pero ahora todo es acoso. ¿Llamarla es acoso? ¿Decirle que es linda? ¿Pero si repite lo que ya dijo de mí a otros?
Voy a quedar como un pajero.
¿Y si habló con…? ¿Y si se pusieron de acuerdo y usan la nota para…?
¿Por qué fijo en mi cabeza que va a venir ella si puede ser cualquier otra?
Pero, ¿y si es?
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