
Por Garba.
De niña me dije: quiero ser puente.
Crecí en un barrio popular.
En el borde del barrio, en la punta justo antes de llegar a una de las villas más grandes del país, estaba la biblioteca popular donde podía encontrar muchos libros.
Me sorprendía tanto que adentro de la villa nadie leía y tenían la biblioteca a una cuadra.
Y entonces, de niña me dije: quiero ser puente.
Para ser puente hace falta que alguien vea el bache y se estire.
La deuda que tenemos quienes sí hemos podido acceder a la formación y a la cultura sólo se paga devolviendo.
Una cuadra puede ser muy larga si no se sabe cruzar, si nadie te tiende la mano, si no te ayudan a reconocerte como alguien digno de sostener un libro.
Cuando llego a un pueblo de esos que se levantan tras kilómetros de ripio, cuando termino de actuar, o guardo los libros y los cuentos en la valija, en esas funciones desparejas en las que la gente interrumpe, pregunta, y aprende a escuchar, me digo: hoy fui puente.
Y lo marco en mi libreta de pequeñas victorias.
Seamos puentes, repito desde la parte más egoísta de mis adentros.
Seamos puentes porque sólo así se encuentra la flexibilidad necesaria para llegar a la otra orilla.