Astilla

Púrpura

1-07-2021 / Astilla, Lecturas
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Tu abuela todos los días con su capa verde en la sala de espera, todos los días esperaba despertarse de esa pesadilla, que vos salieras corriendo por el pasillo a abrirle la puerta y jugáramos a la vendería.


Púrpura

Por Garba.

¿Te acordás cuando para vos y para mí todo el mundo era una caja de vidrio con cables de colores, cama reclinable, un televisor de dibujitos a toda hora y muchas almohadas para evitar los golpes?

En esa pecera aprendí a dormir en silla mascardi el sueño blanco de las madres de la uti.

Las madres éramos zombis sin sol, tomábamos sopitas de sobre y llorábamos en los ascensores, los kioscos, los balcones. Llorábamos el ratito que salíamos a cambiarnos la ropa o estirar las patas, como locas llorábamos si ustedes mejoraban y llorábamos también si seguíamos sin novedades.

Porque llorar era un desagote y mantenía las vías respiratorias despejadas.

Tu abuela todos los días con su capa verde en la sala de espera, todos los días esperaba despertarse de esa pesadilla, que vos salieras corriendo por el pasillo a abrirle la puerta y jugáramos a la vendería.

¿Te acordás de todo aquello?

Una vez tu médico me dijo que no ibas a recordar nada nada de esos años y que era un milagro prometedor saber que si la pasábamos, iba a haber un día en que yo te tendría que contar esto como uno de los cuentos que cuento: que hubo una vez, en esa lejana ciudad de adoquines y fainás, un niño frágil latiendo como una bomba, que tenía una madre que quebraba dientes en las noches, hacía juguetes con guantes de látex y tenía un miedo tremendo a los moretones.