Astilla

La vida es ir

16-09-2021 / Astilla, Lecturas
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Parte de mi servicio es hacer de puente entre los caminos y colar un poco del pueblo anterior en el presente y a la vez, llevarme de éste otro tanto para los venideros.


La vida es ir

Por Garba.

A la mañana siguiente a la función, paseo por la plaza del pueblo al que fui.

La gente se acerca para agradecerme la noche pasada, las risas, lágrimas y suspensos compartidos y a su vez, me cuenta historias de sus pueblos mientras desmenuzamos migas de pan que arrojamos al voleo.

Las palomas van, vienen y aprovechan el cuento para tener la panza llena y llevar lo que cuento y me cuentan a otro paraje.

Vuelan hasta la comuna siguiente llevando en sus picos la novedad que escucharon.

Aterrizan en los bancos y las fuentes y en su aparente picoteo manso van dejando pistas en el aire. Quienes allí viven, van caminando, corriendo al vendedor de habas o andando en bicicleta y se les pegan imperceptibles entre las ropas partes de los relatos, nunca enteros.

Al día siguiente, o al otro, pasa el camioncito de los avisos gritando a viva voz: ¡esta noche en la casona municipal, bajo el árbol de la copa más frondosa, les esperamos para una noche de cuentos, lleven su silla!

Llego entrado el mediodía, dejo mis petates en la hostería atendida por sus dueños y me preparo con ahínco. Parte de mi servicio es hacer de puente entre los caminos y colar un poco del pueblo anterior en el presente y a la vez, llevarme de éste otro tanto para los venideros.

Algo así como el huesero de la guerra, piolín y a la olla el pedazo de osamenta, una hora generosa hasta dejar gusto y pasar a la casa de al lado.

Entrada la presentación, mientras aquella peculiar extranjera que soy les cuenta completo eso que se les había adherido traído por las palomas, se consuma mi razón de ser en el público, porque al oír, sienten que parte de aquello que escuchan les es familiar, un deja vu, y entonces el desenlace es un alivio compartido, una alegría que nos permite ponernos un poco felices y cómplices.

Debo confesarles que mi tarea le debe la mayoría de su virtud a las migas de pan, a las palomas, al viento que las sostiene en el vuelo y a la avidez que casi siempre encuentra una oreja curiosa y una boca locuaz.