Por Garba.
Hace ya muchos años, por estas fechas, con unas compañeras feministas organizamos una acción enorme llamada «la fuga».
Recreamos en tiempo real cómo fue la corrida, el escape de las veintiséis presas políticas de la cárcel del Buen Pastor, un 24 de mayo a las ocho de la noche de 1975 .
Nos dividimos en grupos y en cada uno, una llevaba la voz de mando para empezar el escape rodeando la manzana.
Fui la que arrancaba primera desde mi sector, desde mis ventanales impresos en la vereda y nuestro punto de huida estaba a nuestra izquierda.
Correr y correr sin mirar atrás, apenas comenzaran las sirenas.
La adrenalina se apoderó de nuestros cuerpos, la angustia, el miedo, todo de repente estaba sobre nosotras, no había nada más que ese «ahora».
Los perros del paseo comenzaron a perseguirnos enloquecidos, y fue por eso, que esta vez, a diferencia de la otra, la policía nos ayudó, espantándolos para que no nos mordieran los tobillos.
Luego de eso, inaugurando las columnas de la parte de atrás, donde hoy la gente toma sol y café, pegamos nuestras huellas y las de las compañeras que lograron fugarse.
Cada una de nosotras pegaba una y ponía su nombre cerca de otras que ya los tenían escritos.
Me quedé mirando el suelo, ¡tan parecidas eran nuestras pisadas!
En ese momento, una mujer mayor me tocó el hombro, me abrazó y me dijo:
«Gracias, yo soy esa pisada que está al lado de la tuya.»
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