Astilla

La Anto

11-05-2023 / Astilla, Lecturas
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En ese mientras tanto, que a veces es toda la vida de alguien, fue mi alumna y vecina.


La Anto

Por Garba.

Venía a hablar de Antonella.

Ustedes dirán ¿quién es?

¿Quién fue?

Antonella fue mi alumna durante varios años cuando me desempeñé como la seño Garba en un jardín hermoso frente al río, acá en La Quebrada.

Un poco rincón de les olvidadxs, era: guardería, jardín maternal, salas de tres, cuatro y cinco, y también albergaba a niñeces con discapacidades de todo tipo.

Allí, los jueves, alternando, teníamos clases de arte y de teatro, claro que en la comunidad siempre me dijeron la seño de música.

Cuando comencé a trabajar allí Antonella ya estaba, era además la más vecina de todxs, vivía al lado.

Era del grupo de alumnxs que sabíamos se tardarían mucho más en egresar, si lograban una vacante en otros espacios o si llegaba la ayuda necesaria de cobertura traslados y demases.

En ese mientras tanto, que a veces es toda la vida de alguien, Antonella fue mi alumna y vecina.

Sus pequeñxs compañerxs la trataban hermoso, formaba parte del ritual del trabajo la pregunta grupal: ¿y eso lo puede hacer Antonella?

En teatro se divertía bastante, nunca tuvo ninguno de los episodios que solía tener cuando quería irse.

Me enseñó muchísimo muchísimo, porque a solas con el desafío de poder darle algo que le sirviese, casi toda mi experiencia nos quedaba chica.

La guitarra era el puente para conectarnos.

También el xilofón, encantador por excelencia.

Meter las manos en esas masas de colores enchastrosas, también.

Como nadie, logró demostrarme que la docencia es sobre todo y simplemente, estar al lado.

Los años que siguieron a aquella experiencia seguimos siendo vecinas.

Me le tiraba encima de la silla robótica de ruedas todo terreno cada vez que la veía afuera, en la puerta, o subiendo y bajando de la combi de las terapias.

Muchas veces gritaba Antoooooooo y escuchaba que dentro de su casa la mamá le decía: ¿la oís? Te saluda tu seño loca.

Hace unos meses que supe que Antonella se murió.

Aún no he visto a su familia.

Siempre que paso las puertas están cerradas y me da una cosa batir las manos para decir: ¡lo siento!

Quería honrar hoy su existencia que quedó clavada en mí como una astilla, su paso por este mundo, tan metida en una esquina de la serranía con tamaña dificultad para todo.

Con sus ojos alertas, redondos, pestañudos, observando un punto en el cielo, ese abismo insondable.