Por Garba.
Ella se levantará a las seis.
Lo sabremos porque el despertador es más grande de lo común y podrá verse y oírse desde lejos.
Correrá las cortinas mientras todo es aroma a café.
El café es de esas bebidas que se toman antes con la nariz.
Discutirá parada en la puerta del baño, intentará una y otra vez escuchar alguna explicación razonable.
Soportará los golpes simétricos y se quedará llorando en el piso mientras retumbará un portazo hacia el fondo.
Siempre la misma amenaza flotando con una posibilidad de estremecimiento que sólo ella no adivinará.
Después de eso, el silencio invadiendo todo.
Una inmovilidad que cortará el aire.
¿Esta vez sí la mató?
A los tres minutos comenzará a moverse muy despacio hasta poder pararse.
Se servirá el café en una taza azul y se quedará mirando la nada por la ventana hasta que las luces desaparezcan.
Toda la platea ansiará un cambio de guion de última hora. Que, como en las películas europeas, la veamos desaparecer en la bruma con algo que tenga vuelo, como una capa, o una falda larga.
Pero no.
Tras el apagón, el segundo acto será igual que el primero y que el tercero, con un mayor tiempo de recuperación hasta volver a moverse.
Cada repetición irá horadando la incomodidad del público.
Alguien en la fila del fondo se animará a gritar: ¡ANDATE DE AHÍ ANTES DE QUE TE MATE!
En ese punto, la actriz y el actor mirarán al frente y comenzarán a aplaudir la valentía de aquella intromisión, que a alguien no le resulte indiferente la violencia que otrxs sufren y ejercen.
El aplauso se volverá compartido y en las caras de quienes asistan se verán todo tipo de expresiones: alivio, risas nerviosas, murmullos para descomprimir, lágrimas, angustia, euforia.
Se prenderán las luces del teatro y la gente irá saliendo por tandas, atravesando la salida, que por si hubiera algún distraído rezará en un cartel enorme: METETE.
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