Por Garba.
Hace unos días murió un escritor.
Joven, muy joven.
Cada vez más joven
me parece la gente
que se muere.
Cada año que pasa
son un año más jóvenes
en morirse.
Escribía con la fuerza de arrancar el pasto con el pie.
Lo había leído y ahora que sé que ha muerto trato de recordar las palabras exactas.
Las palabras son infinitas.
Le leo decir a una poeta que es de una conmoción que parte piedras como el sol.
Pienso en pedirle a Diego que me preste el libro que menciona cuando habla con Emiliano y le dice: boludo recién estaba escribiendo en twitter.
Escribió hasta que se murió, pienso.
En varios diarios dicen:
accidente doméstico.
Absurdo le agregan.
Como si morirse de pena
no fuese absurdo
o caerse de un banquito,
o atragantarse con un cubo de queso,
o perderle a un cáncer la corrida.
O dormirse y seguir de largo.
La muerte es absurda.
Como la afinidad, el gusto o el amor,
siempre injusta en primera persona.
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