Astilla

El ocio

2-02-2023 / Astilla, Lecturas
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Las relaciones interpersonales estaban más cargadas de risas, de abrazos, de promesas cumplidas de próximas juntadas.


El ocio

Por Garba.

Había una vez un país en el que el ocio era obligatorio.

Las personas debían cultivarlo como se cultiva una planta.

En ese país esta costumbre estaba tan instalada como en el nuestro la contraria.

La gente sentía culpa si no le ejercía, porque le faltaba mundo propio, no tenían opiniones personales sobre las maravillas y particularidades nimias y tampoco tenían el vuelo necesario para resolver lo importante.

En ese país incluso había convocatorias de reflexión sobre aquello, que mandaban por link y te anotabas, y si entrabas podías contagiar a otras personas que migraban de otros países donde habían sido mulas de carga, esclavos de los horarios, sumisas manos del imperio, burgueses que llegaron hasta de distraídos y que no se acostumbraban al cambio de paradigma.

La sensibilidad se valoraba más en las tripas que en la cabeza.

Las vacaciones tampoco eran la frutilla quincenal de un año de sacrificios, sino otro regalo.

Había más.

Las relaciones interpersonales estaban más cargadas de risas, de abrazos, de promesas cumplidas de próximas juntadas.

Y la vejez era el tiempo más deseado, donde se escuchaba como nunca antes.

Así, la vida en ese país.

Hasta que un día el furioso capitalismo salvaje lo bombardeó al amanecer, cansado de tener minúsculo punto de comparación.

No quedó una sola gana en pie.

Enseguida lo volvieron competitivo y lo anexaron a la carrera de correr la zanahoria que siempre se mueve más rápido que los pies.

Pero hubo quienes lograron escapar llevando en sus manos semillas que tiraron al voleo por el resto del mundo.

Y se aseguraron que sobreviviera la encargada de contarlo.