Por Garba.
¿Los hábitos y las rutinas son lo mismo?
Un hombre grandote, de manos grandes, de piernas grandes, de boca ancha, trabaja desde su departamento diminuto para una empresa de telefonía.
Acomoda todo su cuerpo en una silla y cuando parpadea para abandonar la jornada, ya se hizo de noche.
Así todos los días laborables.
Añora ganarle a la tarde unos minutos de luz.
Este hombre grandote guarda en su parte de adentro el sueño de romper la rutina. ¿O el hábito?
El sueño de la casa propia con habitaciones que no lo hagan sentir tan Gulliver y un jardín de flores donde posar la mirada mientras oye discos y elige preferidos.
Si la rutina para los diccionarios es la costumbre adquirida de hacer algo de un modo determinado, que no requiere tener que reflexionar o decidir, como una habilidad que es únicamente producto de esa costumbre, el hábito ¿es la misma cosa?
¿Es acaso, como reza su definición, la práctica habitual de una persona, animal o colectividad?
Para los sinónimos quizás estas palabras son parientes, amigas de crianza, vecinas del barrio, pero para los estados de ánimo, que penden de un hilo antes de estrellarse en la monotonía, estos matices distintos pueden hacernos el día.
Porque rutina a mí me suena a callejón sin salida infinito, en cambio hábito me da cierta esperanza de autonomía, un poco de potestad sobre la misma acción repetida en el tiempo.
Y costumbre, me rebota en la cabeza con la sonoridad de la batalla perdida, una excusa para aceptar lo retrógrado, para postergar indefinidamente un salto al vacío.
Pero claro… ¡Qué puedo saber de estos temas! Si ando por mi existencia persiguiendo aquella frase de Umberto Eco que una vez leí en su libro de semiótica: las estructuras sólo sirven para romperse.