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Campaña

19-05-2023 / Astilla, Lecturas
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Acá nos saludamos con cariño sincero, porque sabemos que sobre todo somos vecinxs, nos han hermanado varias tragedias.


Campaña

Por Garba.

Quise atravesar una experiencia antropológica relacionada a los tiempos de elecciones, convencida de que el mundo se puede reflejar en lo más cercano, y por ello fui a un debate que se organizaba en mi pueblo con los candidatos y una candidata, en el cenma (secundaria de personas adultas).

Insisto, es mi pueblo, acá nos saludamos igual con cariño sincero, porque sabemos que sobre todo somos vecinxs, nos han hermanado varias tragedias y eso nos ha demostrado que más allá de cualquier campaña, nos seguimos cruzando en la fila del banco, en nuestros bellos barcitos o en la ferretería un sábado a la mañana preguntándonos: ¿cómo estás? ¿Tu hijo?

Todxs se sentaron como había marcado el sorteo y del mismo modo es que tuvieron unos minutos para hablarnos.

El candidato de ese partido desopilante que amenaza quitarnos la salud pública, la educación gratuita y la educación sexual integral, no fue. En su nombre estuvo una señora bajita de rulos rubios que profesaba ideas sobre la educación como si le hubiese errado de plataforma, que aclaró que no iba a decir qué obras harían si ganaban para no andar prometiendo y los valores, mucha elocuencia al repetir los valores y los valores.

Fui tomando nota de las ideas que iban surgiendo y a muchos no logré anotarles ni una.

Los más amigos del brazo diestro quieren cobrar por estacionarnos en las cuadras del centro, cobrar por ir a la plaza, cobrar por usar el río, hablan de las ventajas de lo privado, hablan del polo industrial y de los avances que nos van a alcanzar si sacrificamos nuestra identidad pueblerina en pos del progreso.

A todos ellos me hubiera encantado preguntarles si antes de lanzar el cohete espacial van a arreglar el puente de chapa floja que tambalea frente a mi casa de modo provisorio desde el desastre del 2015, sin barandas fijas ni memoria, donde mi vecina terminó rodando escalones abajo y perdiendo su bebé por no tener de dónde agarrarse.

El más claro y cercano a nuestro mundo de todos los días fue nuestro querido y repetido candidato de la izquierda, un gran tipo con quien nos hemos visto tratando de dar una mano, buscando soluciones, juntando dignidad para aquellas almas a quienes no les llega ni la esperanza.

Claro, asertivo y siempre cosechando un dígito de las votaciones.

Su dignidad de película francesa revolucionaria, frente a lo otro, a los armados de otro lado y las coyunturas, a los cambios de cara y de caretas, me sigue dando respeto.

Casi nadie contestó sobre lo que se le había preguntado.

La única mujer candidata de una alianza conservadora repetía ocho puntos de su proyecto y hablaba lejos del micrófono.

Hubo un candidato, el que creo, más sabe interpretar la antigua construcción duhaldista, que hablaba de manera extraña, no logré entender sus palabras pero sí que tenía unas ganas bárbaras de pelearse con otro de los candidatos que decía que lo que no había hecho, ya lo iba a hacer.

¿De feminismos? Nada.

¿De femicidios? Nada.

¿De cuidar nuestro monte? Nada.

¿De trabajo para artistas? Nada.

Ningún medio local se acercó. Éramos sólo dos artistas y un gran luchador de la reserva, grabando y tomando notas.

Hablaron dando por descartado que somos todxs asalariadxs, que formamos parte de la planta municipal o algo semejante, como si nuestra ciudad fuera el desprendimiento de una gran fábrica y los habitantes fuésemos sus operarios (del recontra espionaje).

En la otra punta de la sala, el público escolar se fue sin ver respondidas ninguna de sus preguntas y eso me dejó pensando: qué poco nos escuchamos, qué poco queremos sentirnos interpeladxs, qué lejos estamos de hablar con la gente.

Para muestra basta un botón.