Astilla

Acertijo

12-05-2022 / Astilla, Lecturas
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Por mis adentros, este fiel compañero de aventuras se ha venido haciendo camino con las maneras que, como casi siempre me sucede, juntan el amor y el buen comer.


Acertijo

Por Garba.

Existe la ruta de la seda, la ruta del papel, la ruta del vino, y también claro, la milenaria ruta del arroz.

Por mis adentros, este fiel compañero de aventuras se ha venido haciendo camino con las maneras que, como casi siempre me sucede, juntan el amor y el buen comer.

De niña me encantaban las islas blancas decoradas con perejiles que oficiaban de palmeras que nos preparaba mi mamá: apenas un chorrito de aceite (nunca mezcla ni guardado) en el centro.

Después la vida se ocupó de que conociera a los budas (la vida o el cielo mismo) y a mis tan tzú que me enseñaron el modo taiwanés de hacerlo y esa es mi manera casi diaria, además de entender de sus espesores, modos, granos, composiciones y combinaciones.

Entre un idioma que poco a poco fui comprendiendo, woks gigantes, patios a la intemperie y madrugadas de vaporeras, mis amadas señoras cocineras maestras de lo más sublime que puede enseñarse entre los fuegos, cocinando y cocinando me hicieron descubrir el gran secreto que necesitaba: saber obedecer.

El yamaní, claro, podría también devorarse esta columna por orgánico, por jipi, por proteico o tan siquiera, por recordar los días felices en los que gobernaba aquella mujer que hacía que a casi todxs nos alcanzara hasta para elegir qué servir en nuestros cuencos.

Lo que me hizo hacer foco esta noche en la brillosa y libanesa forma de cocer el arroz fue recordar cómo alguien me enseñó a prepararlo.

Una montonera de años después, mientras revuelvo los granos que se doran con aceite bien caliente, miro de reojo una serie en la que aparece, su voz grave y ronca me llega desde lejos, y con ella, el truco culinario que por los siglos de los siglos, tiendas adentro, se pasa casi como un susurro, o una astilla, al pie de las ollas de cobre y las alfombras borgoña.

Recuerden que me dedico a contar cuentos, nunca den por cierto lo que les cuento, pero… ¿Quién sabe? Las historias para decir la verdad se alimentan de todo.