» Emiliano Zerbini presenta «Danzas Folklóricas Argentinas Volumen 1» redaccion 351

Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com

Detrás de la exquisitez de un plato gourmet con denominación pomposa, el flan con dulce de leche de la nona. Antes de las vanguardias y la necesidad de manifiestos sofisticados, los pinceles y témperas. Debajo de sonidos de laboratorio y propuestas multisensoriales, los parlantes opacos en los actos de la primaria.

Desandar. Volver a lo que parece simple, para disfrutar. Como los extasiados de la tecnología, de los tonos de espera esotéricos al simple «Riiiiiiiiiinnnnnng»; como los cocineros moleculares a la fuente de papas fritas con huevo revuelto.

Sobre la belleza que espera en el arte, decía hace unos días la curadora de la muestra de Joseph Beuys en Buenos Aires: «…Más estudio, más disfruto, más me esfuerzo, más placer encuentro». Una lástima las críticas a un supuesto elitismo. Se están perdiendo la posibilidad de disfrutar.»

Se trata del placer donde lo encontremos: en el descubrimiento de expresiones que suponen búsquedas incansables y nos desafían, pero también en el regreso a la simpleza, al gusto por lo que recorre las venas desde siempre y emociona con una intensidad que no varía.

Emiliano Zerbini hizo un disco. Le puso «Danzas folklóricas argentinas – Volumen 1». Cuando en el inicio suena «La firmeza», el placer nos lleva de las narices a la infancia, a las clases de folklore en los patios, a los actos donde bailábamos gatos y chacareras de los Hermanos Ábalos que sonaban desde un parlante con problemas crónicos de audio.

¡Adentro!

En la memoria de varios, los parlantes de las escuelas primarias suenan entrañablemente mal, cuando suenan, cuando nadie en un acto engancha el cable del parlante o del micrófono, y hasta que el portero cambie la ficha, ya se cantó el Himno a capella. Hay que rezar para que esa caja reviva y pueda sonar la jota que se ha ensayado tanto. Ahí están los padres con las cámaras a rollo que vienen juntando fotos del cumpleaños, de las vacaciones de invierno y de la comunión. Además, en una parte de la jota las parejitas se toman de la cintura. De ese momento glorioso ha nacido, en muchos casos, el primer novio y la primera novia de la vida.

Jota de la Tejedora

Si nunca lo escuchó o no le prestó la atención que se merece, Emiliano Zerbini tiene su música en descarga libre. Ahí están varios de los temas de «Ofrendas», «Canción pueblera» y «Luz de andar», sus tres discos anteriores, y su último trabajo, completo, el que su ciudad, la nuestra, recibirá este jueves 15, en el inicio de una serie de recitales que serán una fiesta sentida como una hora libre por faltazo de «la vieja de Química» .

A quince años de su primer registro, Emiliano nos regala, en todos los sentidos, un puñado de músicas nuestras, casi como vinieron al mundo: hay una guitarra, un bombo, un violín, un bandoneón, voces que guían la danza y palmas. Los arreglos celebran la sencillez que necesita un gato, una zamba, una chacarera o una cueca para que la aprendan los que por estos años también aprenden a leer, escribir y amar su tierra.

Lo estábamos esperando, porque esas canciones sonarán de local. Queremos a La Rioja, pero nos gusta decir, por molestar nomás, como dice la zamba: Hay que andar y mirar para comprender que no hay cielo como el cordobés.

Habrá que comprar un cuaderno, forrarlo con papel araña azul, ponerle un rótulo que diga «Comunicaciones», meterlo en la mochila de estos días y llegar a casa de quien fuera que siga con vida y tengamos a mano: la madre, el padre, ambos, la abuela, el tío. Antes del mate, abrir la «mochi», sacar el cuaderno y pedir una firma de autorización para asistir al acto de homenaje a los viejos placeres que un chango de acá cerca supo renovar.