Inolvidable

Buika presentó «La noche más larga» en Córdoba

13-05-2014 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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Este domingo, ante un auditorio colmado, la genial artista española compartió obras de su último disco. Crónica de recital con fiesta de cumpleaños.


Buika presentó «La noche más larga» en Córdoba

Por | redaccion351@gmail.com

Fotos: Richie Ferrero

Último año: Estambul, Ankara, Washington, Nueva York, Chicago, Toulouse, Madeira, Porto, Vienne, Amsterdam, Marsella, Barcelona, Cartagena, Madrid, San Sebastián, Gotemburgo, Malmo, Distrito Federal, Londres, Bruselas, Copenague, Zurich, París, Bucarest, Viena, Río de Janeiro, San Pablo, San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, Miami, Phoenix, Vancouver, Seattle, San Francisco, Los Ángeles, Glasgow, Mérida, Estambul, Sidney, Adelaida, Singapur, Nueva Plimouth, Betesdha del Norte, Philadelphia, Boston, Distrito Federal, Aguascalientes, Buenos Aires, Rosario, Córdoba.

Resto del año: Santiago, Montevideo, Bogotá, Mersín, Albi, Costa Adeje, Barcelona, Nueva York, Toronto, Ottawa, Montreal, Viena, Lyon, Copenague, Lanuza, Zitadelle, Luxemburgo, Tánger, Oslo, Utrecht, Bruselas, Lisboa, Oporto.

La noche más larga es una madeja de aviones.

Espacio Quality. Fin de semana llovido de artistas. Viernes: Rubén Blades. Dice una amiga: ¡histórico! Sábado: Divididos. Dice un amigo: me duele todo. Domingo: Concha Buika. Aquí estamos. Vamos a cantarle el «Feliz cumpleaños». Cuando avance la noche entenderemos que, después de su canto, sólo podremos animarnos al cumpla feliz.

El pretexto es «La noche más larga», séptimo disco para seguir andando los aires del planeta.

Afuera: cielo abarrotado, variaciones de llovizna, barro, fantasmas de humo de escapes y cigarrillos. Adentro: un auditorio que se va completando entre imágenes de sombras chinas y naranjas, globos y gotas que estallan en cámara súper lenta, desde las pantallas laterales.

La apertura del espectáculo nos sorprende desde un costado del escenario. Varios de los cientos de asistentes no sabían de la existencia de una cantautora rosarina estupenda. Con obras interpretadas alternando guitarra y teclados, Sandra Corizzo inicia una actuación que genera cruces de miradas sorprendidas y mensajitos entre amigos sentados en filas distintas: «¡Tremendo lo que hace esta mina!»; «¡A estos rosarinos les das un piano y te dan vuelta!». «Mi jardín»; «Farizada»; «Momento sexto sentido» (de su disco inspirado en películas); «La buena noticia» (dedicada a Juan Quintero); «La buscona» (de un futuro trabajo); «Tormenta de arena y tiempo» y «Extranjera de mí», cierran una previa impecable. Agradecimiento de Sandra al silencio y devolución de aplauso con «bravos» florecidos. ¿Dónde conseguimos sus discos en Córdoba? Gracias Sandra Corizzo. Estaremos cuando vuelvas. Es un compromiso de los que se cumplen solos.

Los minutos que siguen invitan a jugar. Si cada pupila proyectara haces de luz cuyas tonalidades tiendan al rojo en una escala de ansiedad, el escenario ardería en llamadas color sangre. Tres músicos con pinta de «¡Agárrense!» ocupan el infierno acribillado de miradas. Vahagn Turgutyan, armenio, en su guitarra de «oles», Yadam Glez, cubano, en su bajo de seis cuerdas; Ramón Porrina, español, en su cajón flamenco.

Un corito de «Frente a las olas del mar y bajo las estrellas…» marca el tempo desordenado de la ovación que recibe a Buika. «Sueño con ella», primer tema de «La noche más larga», reversión del mismo tema incluido en el disco anterior, inicia la lista y bifurca la emoción. Las miradas abarcan, por lo menos, a dos Buikas. La frontal, de piel morena luminosa, brazos firmes con tatuajes de la vida y un atuendo negro que combina latex y cientos de flecos; la de las pantallas, cuya estampa de perfil devuelve el recuerdo de las cantantes negras inmortales que brillaron hace cuatro o cinco décadas.

 

Adivinamos que habrá anécdotas para morir de amor, de desamor, pero sobre todo, de risa. A propósito: desde algunos años podemos disfrutar en Córdoba de «La noche despechada», espectáculo que reúne a mujeres y a letras sobre corazones cicatrizados. Buika, mami, sabemos de los aviones pero… Cuando quieras.

Primer acercamiento: «Estamos narcotizados por la belleza y por el silencio». Segundo tema: «Santa Lucía». Tercer aplauso, con grito: ¡Feliz cumpleaños! Cantito de todos como puntapié a una fiesta en la que, de a poco, mansamente, -casi al ritmo en que desaparecerá el ron de la copa levantada entre tema y tema-, iremos enloqueciendo.

«Gracias por estar aquí y por ser los invitados de mi fiesta de cumpleaños. Esta canción está dedicada a los que viven el éxito y el fracaso en soledad… Soledad… Miedo de muchos, libertad de otros, ¿verdad?»

Hay emociones violentas hechas canto que hacen crujir las estructuras de todo un auditorio. Cuando Buika libera su voz, con el micrófono casi apretado contra su estómago, hay una vehemencia que trasciende la mera circunstancia de asistir a un espacio donde alguien comparte su repertorio sobre un escenario y varios escuchan, ordenados en filas y butacas. Ahí está la vida, sufrida y celebrada en una expresión vehemente que tantos no nos permitimos.

 

«Hay Mami… Detrás de las canciones cuántas cosas se cuentan». Y Buika cuenta de todo: de su infancia, donde podían aparecer encefalogramas «o falo no se cuánto» para descartar lesiones que explicaran algo que no era otra cosa que pasión por la música, devenida para nuestro placer en momentos de «loca» improvisación, donde se canta con todo el cuerpo.

En «Mi niña Lola» y «Siboney», pero sobre todo en «Volverás», o «Amor de mis amores», los músicos también cruzan la línea y dignifican esa maravilla de letras que se abren a la autorreferencia. Seguir a Buika en sus paseos vocales es mucho, pero mucho decir. Por momentos parece un juego de destrezas. Se merecen la presentación para que los aplaudamos con las manos y los pies, porque ya todo es una locura. «Este se llama Vahagn… Este Yadam… Este Ramón… Y yo, que me llamo Concha».

La anécdota del silencio merece su relato, porque tal vez sirva para pintar la vida de una artista excepcional. Buika le preguntó a su madre, nacida en Guinea Ecuatorial, cómo se decía «silencio» en la lengua de los  Bubi. La respuesta apelaba a formas que no significaban exactamente lo mismo. La imposibilidad del significante como correlato de la imposibilidad del significado. Su madre podría haber concluido: no tenemos cómo definir lo que no existe. Algún lacaniano con ganas podrá jugar un rato largo. Más cerca del ron, jugamos un rato más corto pensando en la madeja de aviones, en la vida que se vive sin buscar definiciones ni veredictos. ¿Qué será la libertad, por ejemplo? «No sé qué es la libertad… Importa tener a mano la llave de la jaula». Mejor las sonrisas, mejor encontrar. Pues «Vámonos» entonces, para encontrar a Chucho Valdés en el aire y que la música nos arrebate.

 

Sentada, mirando hacia abajo: «Hay una mosca… -cargajadas, nos venimos riendo bastante- He decidido sentirme como ella. ‘¡Si no tienes el valor de morir en un escenario, no tienes derecho a subirte!’… ¡Eso me dice ella!… Somos como espejos, yo me he especializado en empatizar con el enemigo… Es peligroso.»

«Oro santo» y «La noche más larga» preceden al homenaje que varios esperamos. «Chavela me enseñó a ser valiente en las despedidas. Me enseñó a decir ‘pos vete’, dar vuelta la cara y recién después llorar». Llorar hasta morir porque, como dicen lo que saben, es preferible morir por amor, que no se muere, que vivir sin amor, que no se vive. ¿Después? ¡Qué importa del después!

«El último trago» reivindica la borrachera elegante. «Si nacimos pecadores seamos cultos, que los pecados dignos van al cielo». Así, borrachos sin alcohol, amontonados en un coro de «payos», ayudamos como podemos con «Jodida pero contenta» y nos reímos como corresponde a esta altura del cumpleaños cuando Ramón y Yadam repiten «Mira, mami, yo tengo guardao un secreto de amor pa tí, pa mí, pa tí, pa mí» y la agasajada se divierte en el papel del desengaño.

La fiesta se desparrama en frases para revolcarse. «¡Quiero casarme! Con un vestido hecho con todas las banderas del mundo, subir sola al altar, como una loca, y decir ¡Sí! ¡Quiero!» Otra improvisación arranca tarareando un «pa-parabara-bá» que deriva en «paquetepaquetepaquetepaquete… Paquetes interespaciales…» Varios no pueden más. «La nave del olvido» nos pone a cantar «¡Espera un poco… Un poquiiiiiiito más!» ¡Claro que falta un trago!

La última gota de ron nos bendice. Buika se va como puede y el griterío la devuelve para que la ovación final le encienda las velas de su noche, la más larga.

Nada. Esto no fue lo que pasó. Que lo cuente quien pueda.