Una noche en Alma

Milton Arias y Malu Maldonado en vivo

27-02-2016 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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El bajista y la cantante presentaron su repertorio exquisito en Alma Vegan Resto.


Milton Arias y Malu Maldonado en vivo

Por | redaccion351@gmail.com

La noche del viernes 26 de febrero dejó respirar. Las horas previas limpiaron de nubes y humedad el comienzo del fin de semana, después de varios días de calor, lluvia, calles inundadas, baches, viviendas arruinadas, más calor, más lluvia, más de lo mismo donde siempre, desmejorando casi todo.

En una de las cuadras bendecidas de plátanos que tiene Nueva Córdoba, un espacio amable, para comer rico y sano. Una pared de fondo convertida en pizarrón; grupos de bombitas de luz cálida de varios tamaños, suspendidas en línea; una revista con publicaciones sobre trofología, educación, plata coloidal y una receta para preparar leche de almendras.

En un rincón, antes del inicio, una cantante, Malu Maldonado, y un bajista, Milton Arias. Dos artistas para volver a disfrutar canciones infrecuentes, reunidas con un criterio de autorías que nos manda a ensayar reverencias frente al espejo del baño.

La puesta es un par de sillas, parlantes y micrófonos, una viborita de luces bordeando el entablado, un bombo, unas pezuñas de cabra, dos tragos color naranja, una voz con remera roja y aros grandes, y un bajo con pies descalzos y sin barba, para delicia de alguna tía abuela: «Ay Miltiton, qué lindo que te afeitaste. ¡Por fin! Parecés un nene, ¿no cierto Malu?»

Volvé barba…

El comienzo es pura celebración de un apellido amplio: «Zamba de mancha y papel» de Carlos Aguirre, el Aguirre Negro del Paraná; «Río de los sauces», de José Luis, el Aguirre morocho de Traslasierra, hoy más cerca, a orillas del Anisacate; del mismo, con Malu en el bombo y Milton rockeando chacarera, «La vuelta de Don Gauna». Dos «Pinturas de pago chico» versionadas por referentes de la misma tierra y generación, para darle manija a un pensamiento con sonrisa: cuando los músicos de un mismo tiempo y lugar se interpretan, por ejemplo Milton Arias y Malu Maldonado haciendo cosas de José Luis Aguirre, dan ganas de decir que algo viene bien, desde hace algunos años. Que hay nombres de gloria inoxidable como Ramón Ayala y por eso «Retrato de un pescador», pero más cerca, a un par de cuadras, hay músicas como «Chinitita de mi alma» de Diego Marioni, y entonces hay que volver al bombo para seguir el ritmo de las amistades, de historias con nacimientos y dedicatorias.

Del mismo sentir parece nacer «Peces de luz», otra canción del Negro Aguirre que dice: «La lluvia cobija un verso en la sonrisa de la ciudad, y el río viene creciendo en mi corazón…» O las «Coplas de cielo y río» que vuelven a ofrecer un detalle encantador: cuando el bajo reposa en las piernas cruzadas de Arias, los cinco dedos del pie derecho, en el aire, se abren y cierran, como siguiendo el vuelo de las cinco cuerdas. Un bajo que se toca así, con las manos y los pies, y una voz plena, de parpados apenas apretados, tal vez nos pidan estar mucho más atentos a la belleza que regala un puñado de imágenes, reveladas con esa decencia, con arreglos que se dejan abrazar en un rinconcito de cuadra con plátanos.

El comienzo de la segunda parte vuelve a la barranca, la noria y el infiernillo, en una versión de la zamba-himno de Alberdi que se deja descubrir recién al primer verso, de tan hermosa.

Un momento culminante del repertorio, por la poca frecuencia con que aparecen los nombres de Néstor Basurto y Alejandro Szwarcman, es la interpretación de «Jazmín otoñal». La letra es tal vez un poco despareja. Hay versos que dicen, por ejemplo, «quisiera ser la gota que moja tu mejilla, rozando suavemente la piel de tu rubor.» Pero antes, esta gloria: «Si vieras lo bien que te queda la vida…» O más adelante: «Si vieras lo bien que te queda la urgencia, el ángel fugaz de tu suave perfume, prodiga a tu paso un completo resumen de todo lo bello creado por Dios.» Reverencia con sombrero en el pecho.

Del Néstor Basurto guitarrero y cantor al Néstor Soria poeta, autor de la «Zamba del arribeño», con música de Falú y versión altísima de Milton y Malu. La maravilla del bajo en una zamba, cuando la melodía ahonda la poesía y la voz, en contraste perfecto, levanta en el cuarto verso, baja de a poco en el quinto y vuelve a subir y bajar en el final de cada estrofa. Otra vez el sombrero…

Por el mismo aire, otra historia de distancia, más cemento, más ciudad. «Dejaste ver tu corazón» de Páez, de «La la la», con Malu inspiradísima.

En el final, el agradecimiento a Ger Reccitelli (el mismo de «Soltar para amar»), por la invitación a tocar en Alma, y dos bellezas: «El tímido» de Carnota, con cabello recogido, y «La bailarina», de Ana Robles, con palmas entre los graves.

Hay un regreso de los aplausos para el final del final, con una copla que se pregunta el para qué de los ojos si hay amores imposibles. Y será, respuesta posible, para que la pena alumbre versos que de tanto andar perdieron a su autor; para que el remolino de los años descanse en una voz que volverá a remontarlos, desde un rinconcito de cuadra con plátanos; para que la libertad sea eso que suena en un bajo con o sin barba, que le pondrá funk y jazz a una mirada de amores posibles, en el umbral de la medianoche.