COSQUIN ROCK 2015

Lunes 16: el rock no se mancha

17-02-2015 / Crónicas
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El lunes vivimos la fecha que correspondía al tercer día de la grilla, con algunas modificaciones en horarios y bandas debido a la suspensión de la fecha del domingo. El aguacero ya pasó, y salió el rock en la montaña.


Lunes 16: el rock no se mancha

Por Manuel Arias | marias@redaccion351.com
Fotos: Cande Siles | csiles@redaccion351.com 

Todos los miembros de Redacción 351 nos solidarizamos con las familias de las víctimas y los damnificados por las inundaciones en las Sierras Chicas de Córdoba.

Carnaval toda la vida. El cielo se acordó de esa frase este finde en Punilla pero se le fue la mano. No quiso quedarse sin bombuchearnos el domingo y, por eso, cambió los planes para los amantes de la música, los seguidores de las bandas y las familias que se trasladaron desde todos los puntos del país hasta Córdoba.

Un lunes distinto, no es el comienzo normal de una semana. Y no sólo porque es feriado, sino porque las obligaciones nos llevan a adentrarnos en la mítica montaña para reencontrarnos con él, el Señor Rock que nos dejó plantados el día anterior.

Histórico para los quince años que está cumpliendo el festival, nunca se había suspendido una fecha. Histórico fue el temporal también. Por eso, la ansiedad, la intranquilidad, los contratiempos, la reorganización. Muchos rostros cansados, muchos enojos. Todo quedó atrás al pasar los controles de ingreso al predio.

El suelo, el pasto, las estructuras se la bancaron y muy bien. Ayudó el día, que nos dejó disfrutar por horas de un sol abrasador. La primera sensación fue de lleno total. Somos niños de vuelta, jugamos saltando los charcos y nos volvemos a embarrar para cumplir con el itinerario del día. El mapa es grande pero ganas sobran.

Oleadas de remeras negras, tachas, el olor a metal se sentía por todos lados. El temático auspiciado por Movistar desde temprano fue la casa de las guitarras más afiladas de la jornada. Los golpes del bombo marcaban el pulso de un ritmo frenético, alimento de miles de espectadores que desde temprano disfrutaron del heavy local, hasta encontrarse con los clásicos del metal argento. Horcas, Carajo y el Almafuerte de Ricardo Iorio y sus secuaces.

Sin embargo, en el medio, un torbellino, una superbanda como le suelen llamar ahora. De La Tierra arrasó y sorprendió a muchos agnósticos descreídos del poder de un grupo de muchachitos tan diferentes como unidos. El baterista es un Maná, el bajista es un ex Cadillac pero el acople a dos pesos pesados, como Andreas Kisser (guitarrista de Sepultura) y al frontman, el señor Andrés Giménez (D-Mente), es milimétrico. Derrumbando prejuicios en un ambiente que no ve con buenos ojos los cambios bruscos. Hasta se animaron a reversionar «Mal Bicho» a puro power.

Con el escenario caliente, Almafuerte recorrió éxitos de siempre y coronó la noche de un escenario que impone respeto por su gente, los músicos, la atmósfera y el sentimiento de pertenencia que genera. Iorio, siempre muy a lo Ricardo, se lamentó por lo sucedido, pero el show tiene que continuar. La naturaleza no está en nuestras manos, fueron las reflexiones del cantante.

Ya dijimos que la ciudadela del rock es enorme, es intensa, es polifuncional. Universos dentro de una galaxia que parece girar sin parar, sin que los tiempos se sincronicen para que los estilos combinen. Del caos nace la belleza, la música es una sola, sin importarle qué denominación podamos intentar ponerle. Escapa a los encierros semánticos.

En las antípodas del predio, los chicos de El Kuelgue se adueñaron del escenario mientras la tarde iba recibiendo gente en el escenario principal. Caraduras, inquietos, gritones, agitaron a todo el mundo. Hasta tuvieron que echarlos. Literalmente. Luego siguió la estela piojosa de La Que Faltaba y la calle de El Bordo, acompañado de banderas y un público efusivo.

Como nunca, el reloj del celular decía que faltaban cinco minutos para las 18, pero estaba lleno. Se veía hasta la mitad del predio una marea de agitados chicos que corrían porque llegaban tarde. Los plomos terminaban de acomodar y enchufar todo. Muy lento, muy a su estilo resacoso, aparecieron cuatro extranjeros en el escenario con la promesa de grabar parte de su show del día para el DVD que planean sacar a fin de año.

Mexicanos de origen, su música es latinoamericana. Son tan locales como cualquiera de las otras bandas que tocan. Los Molotov, la bomba que nunca vimos venir, nos voló la cabeza. Rapeando, soleando, gritando, criticando y también agitando. Pasan de un estado de emoción violenta a la felicidad carnavalera sin freno alguno. Se divirtieron arriba del escenario, y nos divertimos abajo. El final, bien de rockstars: un desfile de señoritas del público que bailaban «Rastamandita» sin preocuparse por las cámaras y los flashes.

Santi, el cantante de Salta La Banca, se sinceró al salir después a dar su show. «Qué dificil es seguir después de Molotov». Y mantuvieron el ritmo, luego de la explosión del cuarteto del D.F. Se defendieron con su estilo, muy hermano a la onda de Las Pastillas, que tocaron horas más tarde. Su público adolescente (y no tanto), acompañó casi todos los temas, mientras los «trapos» de las diferentes provincias se agitaban sin parar ni un momento.

Y en el medio de ambas bandas, se presentaron los históricos del festival. Las Pelotas renueva en cada edición su amor con los montes serranos, acostumbrados porque hace años que eligen refugiarse entre los valles cordobeses para vivir y componer. Siempre recordando al Bocha, el show estuvo cargado de momentos emotivos, cuidados, elegidos. La banda argentina que mayor vigencia tiene en la actualidad, pero que no descuida el amor de la gente que la sigue.

Las llaves de la casa se las dieron a un pibe llamado Ciro, de Capital Federal, para que cerrara el día. Y vaya que las supo utilizar. Aunque ahora hace música con Los Persas, Andrés Martínez no desconoce que sus seguidores siguen hambrientos de piojos. Y por eso arma una lista de temas que mezcla lo nuevo, lo viejo, lo clásico, lo histórico. «Taxi boy» y «Me gusta», «Tan Solo» y «Servidor», «El Farolito» y «Noche de Hoy». Para los de siempre y para los nuevos fanáticos. Un show impecable, con bailarinas, fantasmas, disfraces, cotillón, un clima de onda rockera, de buena onda.

Y nos fuimos, silbando las últimas estrofas del himno. Porque el rock puede con todo. El rock no se mancha.