Años de decencia

Liliana Herrero presentó “Este tiempo” en Córdoba

1-11-2011 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
Etiquetas: , ,

La gran cantante pasó por Córdoba para ofrecer las versiones de su último trabajo, en el que interpreta obras de autores de hoy.


Liliana Herrero presentó “Este tiempo” en Córdoba

Por | redaccion351@gmail.com

Fotos: Pablo Hamada | phamada@redaccion351.com 

Sabemos que se va a poner contenta y será un gran recital. No somos muchos. No estamos todos. No importa. Los que vinimos disfrutaremos con sus temas y sus comentarios. ¿Por qué no relatar todo lo que podamos? Probemos.

Bien simple: de fondo, una línea de luces. A la centro-izquierda, un pie con dos reflectores: uno para los vientos; otro para la guitarra. A la centro-derecha, otro pie con dos reflectores: uno para el contrabajo; otro para a percusión. En el centro-centro, un pie con un reflector para la silla roja y el atril. Esa línea de tachos cercanos, amigos, ya son un acierto. Entran los músicos. Se encienden los tachos de la centro-izquierda y la centro-derecha. Entra Liliana Herrero. Se enciende el tacho compañero.

Tu nombre y el mío. Apertura de la noche. Lisandro Aristimuño paseado por cavernas de saxo barítono. Arreglos de contrabajo y batería que invitan a los primeros arpegios de Rossi y honduras de Liliana. Luces como aguaceros que riegan los suelos del sur.

Nueva. Bien Fattoruso. El nombre es lo de menos. Recovecos y desembocaduras. Ondonadas y llanos. Todo bajo el nombre “Nueva”. Encuentro de contrabajo, clarinete, sombras rojas y vaivenes de estrofas.

Liliana: “Voy a presentar a los músicos: Mario Gusso en percusión (típico percusionista que toca con cejas y labios fuera de posición, a la buena del placer); Ariel Naón en contrabajo (parece que andan de novios. El contrabajo le hace caritas; Ariel se las devuelve); Pedro Rossi en guitarra (“el manco”); Martín Pantyrer en vientos (de todas las maderas, metales y puntos cardinales posibles).»

Antiguo barracón. Ramón Ayala es como el personaje de Lito Cruz en «El Elegido». Inmortal, sabio, trascendente, pero mansito. Sus letras, como las de sus grandes colegas, alumbran el paisaje con versos que le disputan la posteridad. La estupidez imperecedera podrá destruir catedrales de helechos y serpientes. Quedarán en el viento los versos de Ayala. Quedarán las inflexiones de Liliana celebrándolos, entre glosas en off de su autor.

Liliana: “Cuando grabé ‘Litoral’, discos que amo, recibí una crítica que no pude desatender. El gran Fogwill me reprochó no haber incluido glosas. La glosa es importantísima en la música del Litoral. Por eso la incluí en ‘Antiguo barracón’. Vamos ahora con ABC, una milonga hermosa de Pitufo Lombardo, gran artista uruguayo. Sus discos ‘Rocanroll’ y ‘Murga madre’ son imperdibles.»

ABC. Lombardo, mezcla de bromista y poeta, abre la caja sorpresa en la Rambla y explota el Rio de la Plata. De este lado, Herrero sale a cazar esquirlas de murgas y milongas para alimentar a sus músicos. Hermanamiento de guitarra y contrabajo. Inspiradísima interpretación. La voz flotando, en el centro. La palma en alto, en el final. Luces de fondo oscureciendo. Luces amigas que oyen los primeros “bravoooo”.

Liliana: «‘La casa de al lado’ (aplausos de bienvenida). Fernando sacó un disco bellísimo. ‘Canciones propias’ se llama. No tiene una sola canción de él (risas). Hace un tiempo me mandó un mail: ‘¿Hasta cuándo me vas a hacer cambiar mis propias versiones?’ (carcajadas) Le quité unas cuartetas a la versión original… No recuerdo por qué.»

La casa de al lado. Tal vez la versión definitiva. Christan Cary, guitarra y voz de la imprescindible Triple Nelson, contó una vez de su violenta emoción cuando escuchó la versión de Liliana. No pudo evitar grabar «La casa de al lado». Este párrafo, que presupone el placer consabido del lector por la interpretación de Herrero, y con permiso de todos, invita a escuchar, no sólo éste tema (ni lo busque, acá tiene todo, el relato de Christian y la canción en vivo), sino todos los discos de La Triple Nelson. Pero volvamos. Otra vez las luces en un contraste estupendo. Cuando un músico de una banda brilla en su intervención, quien nos ha convocado lo reconoce, nombrándolo en el final. Pasó aquí con las luces. Liliana nombró a Maximiliano Sánchez.

Liliana Herrero y su banda
Liliana Herrero y su banda

Liliana: “Vamos ahora con ‘Fada’. Hoy estoy particularmente locuaz. Fada es de Juan (Falú). Se la dedicó a su hija. Viene del sirio, significa ‘plata’. Tengo una discusión con Juan. Él dice que las canciones no se explican. Hay que dejar que se defiendan solas. A mí en cambio me gusta explicarlas.»

Fada. Qué bien estuvieron todos los involucrados en la existencia y formación de Juan Falú. Lo que es haberle encaminado la voluntad para que un poco solito, otro poco bien acompañado, haya logrado tanto. Qué importante. Qué maravilla. O sino, ¡qué lo tiró de las patas! A él y a Herrero también. El primer verso, con la voz en alto entre recodos de guitarra, galliniza la piel. Dos luces amigas, una para Liliana, otra para Rossi, celebran la escena. Se suma Ariel y Martín en la segunda parte de la canción. El sonido es perfecto, mérito de Marcelo Durasso.

Liliana: “Este tema se llama ‘A puro fierro’. Es de Falú y Néstor Soria. ‘A puro fierro’… ¡Parece el nombre de un programa de TyC Sports! Me acuerdo estábamos en San Luis. ¿Ustedes pueden creer? ¡Cercaron un lago! Parece que para la Fórmula 1 o algo así. Una cosa… Eso sí, carteles de wi-fi por todos lados: ‘wi-fi a 2 kilómetros’… ¡Nunca funcionó! (Risotadas) Bueno, ‘A puro fierro’ se llama porque había 3 herreros haciendo una reja en la casa de Néstor Soria y claro, lo que tenía que tardar una semana duró como un año y medio, entre asados y guitarreadas. Habla del Chueco, el Coya y el Adolfo. Cuando en San Luis dije ‘el Adolfo’ la gente se rió bastante. Bueno vamos.

A puro fierro. Tremenda milonga. Herrero y Rossi entre nubes de luces rojas. Interpretación digna de un brindis con Chavela Vargas. El último verso, “La vida vuelve”, cayéndose por el puente de la guitarra, retiene el aliento. De la cornisa del primer gran silencio de la noche se lanzan los aplausos, desbocados.

Liliana: “¿Fuerte no? Qué letra… Vamos con ‘Dulzura distante’, de Fernando.”

Dulzura distante. Otra vez Cabrera. Letra posiblemente dedicada a una maestra de la infancia. “Tú siempre dando la nota, la señorita cantante. Batuta de tu mirada y de tu dulzura distante.”

Liliana: “’Un punto solo en el mundo’, de Diego Schissi. Diego tiene dos discos muy buenos: ‘Tongos’ y ‘Tren’. Es uno de los grandes autores de hoy.»

Un punto solo en el mundo. Los reflectores parecen faroles de arrabal. No hay máquinas de humo para no redundar con tanta densidad de connotaciones. Los arreglos de vientos marcan la interpretación más jugada de la noche. Herrero abre las compuertas y libera los haces de su espectro. Gemidos de contrabajo en el final. Otra vez, silencio y aplauso largo.

Liliana: “Las cosas vienen viniendo. No hay nada más interesante que lo viene viniendo.»

Zamba del arribeño. El alma de las canciones puede adoptar formas insospechadas. En algunas se presenta como una especie de soga gruesa, hospitalaria. Cualquier voz o estilo podría colgarse alegremente. Otras canciones esconden sus secretos, inaccesibles a tantos buscadores encandilados. El alma de una zamba suele esperar en el centro de un laberinto cuyas sendas se desatan a fuerza de años y años de decencia. En Zamba del arribeño, Liliana Herrero, de la mano de Pedro Rossi, encuentra dormido al Minotauro y lo despierta para que le haga la segunda voz. Naón y Gusso, sentados a un costado, presencian el milagro.

Liliana: “Recuerdo que discutíamos con Mercedes. Le gustaba la música pero no le convencía la letra. Pensaba que era muy regionalista, muy aldeana. Yo le decía que no. ‘Soy nubarrón de tormenta’ es universal. La convencí. Después de grabar fuimos a tomar un helado… Bueno, a ver si bailan con esta.»

Laurel. Bailecito de Falú y Marziali. Percusión de bombo y fiesta de la guitarra. Herrero, detrás de su silla, canta y enamora.

Hacia el final del recital
Hacia el final del recital

Confesión del viento. Susurros en penumbras. Estrofas como ráfagas. Cambio de luces. Pasan las chapas de quien no consiguió los clavos. Herrero se agacha al reparo de los vientos de Pantyrer. Un haz cenital pinta de azul la respiración del saxo. Entre el agradecimiento del público, Herrero agita el puño.

Alguien grita: “Un honoris causa para Liliana!”. Después de pensar en voz alta, ensimismada, concluye: “Mejor escuchen esta del Negro Rada. Es del disco ‘Black’. Dame bien la nota Martín.”

Austral. El saxo barítono se adentra en grutas de sueños. La postura de Pantyrer con su instrumento y la estampa de Herrero detonando “Más solo no se puede estar”, convierten la escena en una ilustración de Nine para las crónicas del Ángel Gris. El final nos encuentra desencajados de placer.

Liliana: “Estamos viviendo una especie de optimismo doliente. Sabemos que venimos del abismo y sabemos que falta mucho. Con el juicio del otro día…» Los aplausos cierran la idea.

Tema del hombre solo. Jaime Roos. Después de haber escuchado las versiones originales, avanza la tentación de pensar que los grandes autores uruguayos componen para que Herrero los mejore. Pero no. Es otra cosa. Es la grandeza de honrar obras bellísimas con interpretaciones que les recorren los caminos de piedra.

Liliana: “No me quiero olvidar de agradecer a Santiago Moyano, a la UNC, a la Universidad pública. Nos vamos yendo… Un día recibí un mail con una canción de regalo. ‘Hacé lo que quieras’, me puso. Bagualerita, de Luis Alberto Spinetta. La dedico a la gran bagualera que tuvo la Argentina: Leda Valladares.»

Bagualerita: Repiqueteo de escobillas. Redobles y pliegues de voz. En medio del tema, un cambio inesperado en las luces modifica abruptamente la imagen de la puesta. Posible homenaje al Flaco, creador de variaciones notables en una misma canción.

Es el fin antes del fin. Palmas de pie. Asoma una silla blanca entre bambalinas. Vienen los bises.

Intro de palmas y matices de saxo soprano para Algarrobo, Algarrobal.

La consagración del recital llega con Oración del remanso. Herrero toma un reflector de mano y recorre la platea y el pulman mientras canta. Llega el estribillo. Todo del público. Los músicos sonríen emocionados. Naón, sentado, los antebrazos cruzados sobre su contrabajo recostado, disfruta en silencio.

En el fin, nuevamente Tu nombre y el mío. Muchos no dejan de pedir una más. Los que buscaban la salida, vuelven para escuchar El tiempo está después, última yapa.

Alguien le acerca un folleto. Liliana lee y convoca a la fiesta aniversario de las Abuelas, a metros, en el Comedor, donde terminaremos la noche.

Una abuela se acerca al centro del escenario. En cuclillas, Liliana recibe palabras que el resto de los presentes, mirando la escena, entibia en su imaginación, esperando algún saludo.

Liliana: “Gracias. Nunca menos.”