La murga en su tinta

Agarrate Catalina se presentó en Córdoba

12-05-2012 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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Crónica demorada de un recital perfecto en el Teatro San Martín para desmentir la muerte.


Agarrate Catalina se presentó en Córdoba

Por | redaccion351@gmail.com

No somos un medio independiente. Somos, porque vivimos de carrera en carrera, un medio Racing. Un equipo de urgidos. No es que corramos desde el apuro por la noticia (en la carrera por la noticia venimos siendo un cuis que se animó a asomar los bigotitos en la banquina después de la polvareda que levantó el último competidor). Corremos detrás de obligaciones ruines que limitan el tiempo dedicado a escribir. Los encuentros amorosos entre el trasero y la silla, entre las manos y el teclado, entre los ojos cansados y la pantalla, dependen de la velocidad con que recorramos nuestros compromisos cotidianos.

Igualmente prosaica es la urgencia que germina cuando “apuntes” y “tesis” se vuelven palabras infrecuentes y el devenir nos inscribe en otra “carrera”, menos etérea, para estudiar los modos de conectar nuestra alegría de escribir con la aparición milagrosa de billetes. Pasamos así a ser un medio “Estudiantes de La Plata”. En fin, venimos a ser una especie de Academia Pincharrata.

No se puede correr todo el tiempo. Hay textos que se demoran, invariablemente, porque hay días en que nos quedamos sin aire de tanto trajín. También hay mañanas en que el aire falta por baldazos de amargura. Mañanas de martes donde suena el despertador y el cuerpo contento pega un salto de la cama porque prefigura una noche de felicidad. ¡Qué espléndida energía! Ahí va el cuerpo hacia la ducha casi con paso de murga y canta mientras se desparrama el champú y piensa si se va a tomar un café o un mate cocido antes de salir a trabajar y decide café y ya desayunado parte con la radio en los auriculares silbando una letra que no recuerda y llega al trabajo cantando otra letra que sí recuerda porque ama la segunda estrofa y saluda al guardia y sube las escaleras tamborileando las barandas y chanta un beso y abrazo a cada compañero y habla sandeces entre risas y se sienta y prende la computadora y abre todos los programas del trabajo y las redes sociales y se murió Caloi,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,… Todas las comas y puntos que la energía luminosa había saltado, se incrustan como municiones en el alma.

 

Lo que empujó desde temprano como simple anticipación de la alegría, empuja desde el mediodía como promesa de revancha de la vida ante la tremenda estupidez de la muerte, ensañada por estos tiempos con nuestros mejores artistas. De bronca, todos al San Martín, a celebrar la vida con Agarrate Catalina.

Gracias a Mariano Salinas y a Romina Scocozza, Redacción351 encuentra una butaca disponible en el fragor de una noche con localidades agotadísimas. A falta de fotógrafo propio acreditado, a contar como se pueda.

El silencio, o apenas un murmullo, suelen acompañar los cinco o seis pasos del apagado de luces de la sala. No esta vez. Cada llave que se baja es un aguacero de palmas. Un telón ya descorrido suele preceder el inicio de los recitales. No esta vez. El escenario es una inmensa polaroid. Alguien gatilló para que el telón, elevándose, nos revele la primera imagen, impactante, de Agarrate Catalina. Once murguistas congelados en sus posiciones, al mando de Darío Aníbal Prieto, reciben un fogonazo multitudinario de alegría y un saludo de bombo, redoblante y platillos para encender La comunidad, último espectáculo de la Murga que, desde principios de abril, recorre el país a marcha camión.

La introducción, plena de “payasos del montón y dioses en el mismo vagón”, cubre de papelitos el tablado del Libertador. Una variante de los monólogos y diálogos originales parodia la condición del ser uruguayo. La hermandad con Argentina discurre entre carcajadas en torno a una confesión destemplada de Tabaré Vázquez respecto de su análisis, menos que poco feliz, de la posibilidad de una guerra en tiempos de conflicto alrededor de Botnia. Antes que en el recurso efectivo de montar el primer guión adaptado en la relación geográfica y demográficamente “despareja” entre ambos países, la genialidad de las intervenciones de Yamandú Cardozo, maestro de ceremonias, «hermano de luz», puede abreviarse en la reafirmación de una mirada que desvanece las fronteras del desorden general. El cuplé de la hoguera propone deshacerse de las cosas que nuestras sociedades de consumo han acumulado innecesariamente, entre ellas los condones extra large, los senadores, las servilletas inservibles de los bares, el cybercafé de la esquina (con interludio saludando a Jorge Drexler) y las canillas automáticas.

De la risa con la que todos repasamos el inventario de boberías que probablemente arrojaremos al tarro de basura reciclable (aunque los muchachos del camión reciclador pasen cuando lo crean oportuno), a la risa con la que todos repasamos el sensacionalismo de los noticieros. Siempre dará que hablar un perro maltratado por 3 botijas antes que cualquier genocida suelto. Siempre habrá crueldades inconvenientes, efectos colaterales que mitigar, como las corrientes inmigratorias hijas de la globalización que pusieron a prueba y reprobaron la hospitalidad de Europa. En uno de los momentos más emocionantes del recital, Agarrate Catalina juega al Don Pirulero y canta “Para atrás, para atrás, latino pelotudo, ¿para qué te pensás, que está hecho este muro? La entrada y la visa no se globaliza, vuélvase para atrás, globalice en su hogar (…) Europa está poniéndose fea, la crisis llegó y subió la marea, el barco se hunde y el pánico cunde, por acá todo mal, es un miedo global. Por allá está mejor, no sé cómo hicieron, tan sudacas que son, qué culo tuvieron, estamos pensando en ir aprontando, las valijas pa’ ir a probar suerte allá. No nos guarden rencor, por lo dicho antes, somos gente de bien, somos laburantes, permiso sudacas de las vacas flacas, hágannos un lugar, queremos trabajar. Adelante otra vez, siéntase como en casa, la tortilla giró, como a veces pasa, comparta este suelo igual que su abuelo, esta tierra es global, y recuérdelo… Y recuérdelo.” Inmigración masiva de aplausos.

El cuplé de la violencia, tomado de «Gente común», es un poema feroz, digno de ser bordado en las servilletas de seda que visten las mesas impúdicas de los aterrorizados por la inseguridad. Ideal para compartir después de algún postre minimalista, como una palmadita para ayudar a hacer el provechito. La Murga canta y la ovación del público es casi un abrazo militante.

Entre cambios de vestuarios, a contrapedal, se va acercando la retirada. Hay una emoción incombustible que estalla en el final de mentiritas. Platea en pie de aplauso y alarido compadre. Algunos desearían haber traído los zancos para aplaudir alto y fuerte. Las luces encendidas, como siempre que explota la sala, les lleva a los artistas, que generalmente miran a la platea mientras actúan, la imagen imborrable de la monada que aguanta los trapos desde la tertulia y el paraíso. Algunos se codearán, “¡mirá allá arriba!”; otros sacarán fotos; otros tragarán saliva como Rondamón, para arrancar con los bises.

“Tenemos el sí recontra fácil, así que no nos vamos más”, dice Yamandú, para dar pie al inicio de «Gente común», espectáculo que el año pasado ganó el Concurso Oficial de Murgas de Montevideo. Luego, un momento difícil de describir. Golpe de Agua es un caserío del valle de Calamuchita. A partir de un noble proyecto, los alumnos de su escuela Hipólito Vieytes han disfrutado del recital que Agarrate Catalina dio el año pasado en este mismo teatro.  Como suele suceder cuando las mejores voluntades se abrazan, el vínculo se fortaleció al punto de pensar en la participación de algunos alumnos en el recital del martes. Así fue que, en medio de la algarabía multitudinaria, dos chicos de no más de 12 o 13 años, con sus guardapolvos blancos, pisaron el escenario del San Martín para cantar un cuplé. La locura emocionada del público y de sus amigos murguistas los dejó inmóviles frente a los micrófonos. Para imaginar la tensión, sólo hay que calzarse esas zapatillas de pueblo, enfrentadas de repente a cientos de “¡bravos!”.

Otra vez Montevideo. Baldosa del universo. “Madre milonga llorando su amor; padre tambor africano, y el pasodoble de un barco a vapor.” Otra joya de Tabaré Cardozo. Un saludo al Canario Luna introduce a la primera voz de la Murga para su versión en solitario de “La niebla”. Darío Prieto se sienta en un rincón para convencer a su guitarra de que tiene que ablandar mejillas. Maxi Porciuncula, tomando el centro de la escena, convierte la línea de micrófonos en dos canteros de girasoles que se acurrucan. Gran interpretación de una belleza del Zurdo Bessio.

Cuerda de candombe. Chico, repique y piano. En el medio, Darío Prieto, a esta altura, Darío Aníbal “el námber uan” Prieto. Seguidito, solo de platillos de Humberto Samantha Orique y permiso concedido para redoblante y tambor.

Agradecimiento a todos. Despedida sin pelucas. “Si he de morir, que me muera de tanto vivir…” Infierno de brazos revoleados. La Catalina es un trencito que baja hacia la platea y toma la calle. Revoltijo de fueguitos en la Avenida Vélez Sarsfield. Entre las chispas de la noche, Clemente y la Mulatona ríen y bailan por no llorar.

Hasta el próximo toque.