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Juicio Menéndez III: testimonios sobre secuestros de militantes comunistas

18-09-2013 / Política y Sociedad
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Declararon 4 testigos en el marco de la causa denominada “Quijano”, en donde se investiga la desaparición y muerte de un grupo de militantes del Partido y Federación Comunista.


Juicio Menéndez III: testimonios sobre secuestros de militantes comunistas

Por | nsiadis@redaccion351.com

Fotografía: Manuel Bomheker

El primer testigo fue Sergio Kogan, hermano de Hugo Alberto. Hugo fue secuestrado la madrugada del 22 de septiembre de 1976 por un grupo de hombres armados. “Piden que abran la puerta y preguntan por Hugo, él no se encontraba en ese momento pero llegó junto a un amigo y ahí fue secuestrado”, recordó Sergio.

Hugo era militante de la Federación Juvenil Comunista y, en palabras de su hermano, le gustaba mucho la música. “El amigo que venía con él quedó en mi casa. Recuerdo que los captores estaban vestidos de civil. Desde el balcón pude ver tres autos, dos Falcon y un Taunus color crema”, expresó.

Luego del secuestro la familia comenzó una intensa búsqueda. Presentaron habeas corpus en la Justicia Federal pero nunca tuvieron respuestas, los jueces se declaraban incompetentes y no le daban curso.

“En la justicia provincial nos dijeron que ellos no tenían ningún registro y tampoco pudimos tener respuestas de los organismos internacionales. En marzo de 1977 mandamos una carta al presidente Videla con más de 200 firmas pidiendo algún dato sobre mi hermano”, comentó Sergio.

En octubre de 1976, la madre de Hugo le escribió una carta a Menéndez en donde le manifestaba que “sea quien sea que se ha llevado a mi hijo pienso que es un acto cruel e inhumano, ya que se priva a la familia de saber a dónde está el detenido”.

El 27 de octubre la familia tuvo respuesta. La carta del Ejército Argentino decía que “llevaba a conocimiento que el Ejército argentino no hace procedimientos de civil. Este comando desconoce el paradero de su hijo ya que no se encuentra alojado en ninguna dependencia carcelaria de su jurisdicción”.

Sergio recordó emocionado que su madre falleció 27 años después del secuestro de Hugo sin tener ninguna noticia de él. “Ella estaba desesperada, pero a pesar de esa desesperación y tristeza no se quedó en su casa a llorar y esperar, salió a buscar a su hijo”, manifestó.

Por último, reconoció que su madre tuvo que vencer el miedo, el silencio y la hipocresía. Y en ese camino se encontró con otras madres que también buscaban a sus hijos.

“Nada las detuvo. Cuando una madre sale a buscar a su hijo nada la puede detener. Y gracias a ellas y a todas estas madres firmes, tercas y luchadoras, hoy podemos estar acá. Gracias a ellas la sociedad no se olvida, no perdona y está juzgando a los responsables. Y todo lo hicieron para que esta locura no pase nunca más”.

 Enrique Di Mauro

“Estaba caminando desde el centro hacia Barrio Patricios. Iba a la casa de quien sería, 48 horas después, mi esposa”. De esta manera comenzó su testimonio Enrique Di Mauro, titiritero de profesión y militante del Movimiento de Unidad Reformista, brazo universitario de la Federación Juvenil Comunista.

El 4 de octubre, Enrique se dirigía a la casa de su novia llevando los documentos y papeles necesarios para iniciar los trámites del matrimonio. Caminando por la calle Sucre, vio acercarse dos autos que comienzan a perseguirlos. “Instintivamente trato de acelerar el paso pero cuando quise darme cuenta ya estaba con las manos contra la pared”, recordó.

Fue trasladado al centro clandestino La Perla y alojado en una habitación. Lo despojaron de todas sus pertenencias y comenzaron a interrogarles. “Mi papá y mi tío habían sido militantes del Partido Comunista, entonces me decían que seguro yo tenía mucho para hablar”, manifestó.

Durante el interrogatorio Enrique recordó que había dos hombres, uno “bueno” y otro “malo”. Narró que el malo le pegaba y lo maltrataba mucho y que el bueno lo trataba de persuadir para que dijera nombres. “Yo no podía decir mucho porque había estado viajando por el exterior. Ya no era militante porque al volver encontré un panorama de desconcierto de la militancia organizada universitaria”, aclaró.

Su cautiverio duró 14 horas, hasta que en un momento vino “el malo” y le dijo que estaban analizando qué iban a hacer con él. A las pocas horas le devolvieron los papeles que llevaba al momento del secuestro y lo llevaron a un baño para que se lavara.

“Me volvieron a vendar y me llevaron a un auto. En ese auto había un matrimonio al que también estaban largando. Al llegar a la cuidad nos dejaron vendados en la esquina de Santa Ana y Rio Negro”, declaró.

Enrique relató que en ese momento se tomó un taxi y volvió a su casa. A partir de ese día, sostiene que vive en tiempo de descuento. “Por suerte ese tiempo de descuento me permitió tener 4 hijos y una infinidad de nietos que ya ni puedo contar”, concluyó.

Raquel Sosa de Trigo

Raquel es viuda de Raúl Horacio “el negro” Trigo, militante del Partido comunista y de la Federación Juvenil Comunista, secuestrado y asesinado por la patota de La Perla.

El 20 de junio de 1976 se realizó un importante operativo en el edificio donde vivían Raquel y Horacio. “De alguna manera estábamos esperando que algo nos pasara, durante ese año se habían llevado a nuestros amigos y sabíamos que en cualquier momento nos iba a tocar a nosotros”, expresó Raquel.

El grupo de tareas irrumpió en el departamento de la pareja, los hizo colocar contra la pared  mientras sentían que seguía ingresando gente al departamento.

“El negro fue separado y puesto contra la ventana. Luego de un rato lo sacaron a él y a una pareja que vivía en el primer piso. Fue espantoso ver por el rabillo del ojo que se iba y no poder saludarnos ni darnos un abrazo. Nos arrancaron y de golpe me quedé sola sin saber qué hacer”, recordó.

Los vecinos le comentaron que a Raúl se lo habían llevado vendado en un auto de civil. En ese momento Raquel se dirigió a la Seccional Octava a radicar la denuncia pero le dijeron que no podían tomársela porque eso era cosa del Tercer Cuerpo del Ejército.

“A los pocos días del secuestro fui al Tercer Cuerpo con una amiga y le pregunté a la persona que me atendió a dónde podría estar mi esposo. Él me contestó que en esos días de calorcito había muchos cuerpos acumulados así que los habían enterrados a todos”.

Al finalizar su testimonio, Raquel agradeció a sus familiares y amigos que la acompañaron en esta lucha durante 37 años. “Quiero decir que hoy acá están presentes los familiares que durante todos estos años hemos alimentado y conservado la memoria de una vida honrosa. De una vida muy joven que se truncó, de un casi arquitecto, de un hombre enamorado”, concluyó.

Stela Maris Molina

Stela era estudiante secundaria y tenía 17 años cuando decidió empezar a militar en la Unión de Estudiantes Secundarios. El 4 de junio de 1976 se presentó en su casa un grupo armado vestido de civil, pero la familia logró escapar por una puerta trasera. “Nos alojamos en la casa de unos familiares durante un tiempo”, recordó.

El 31 de diciembre de 1976, la testigo tenía pautada una cita con un compañero en Barrio Emplame. Al llegar al lugar fue interceptada por un grupo de personas que la introdujeron en el baúl de un auto.

Stela fue trasladada a La Perla e introducida en una pequeña oficina en donde comenzaron a golpearla. “Trajeron a otro secuestrado que era quien había cantado mi nombre. En ese momento sentí mucha bronca y le dije que me había traicionado. Él se bajó los pantalones y me mostró cómo le habían picaneado los genitales y me pidió perdón. Al ver eso lo abracé y le dije que se quedara tranquilo, que nosotros no éramos culpables de lo que estaba pasando”, comentó emocionada.

A los pocos días la introdujeron en otra oficina en donde se presentó un hombre que se hizo llamar Coronel Fierro y se reconoció integrante del Comando Libertadores de América. “Yo lo miro y le digo mi nombre y que era militante de la UES. Ahí me empieza a decir que hablara,  que dijera los nombres que sabía”, espresó.

Stela estuvo pocos días en La Perla y luego fue trasladada a La Ribera, en donde la alojaron en un calabozo. Ahí se presentó un hombre de nombre Enrique que la llevó a lo que se conoce como “la cuadra”, en donde había secuestradas otras mujeres.

El 24 de enero de 1977 Stela fue trasladada a la cárcel del Buen Pastor, en donde se reencontró con varias compañeras de militancia. Un mes más tarde fue trasladada maniatada en un camión del Ejército en el que comenzaron a manosearla y a amenazarla de muerte. Al llegar al lugar de destino, se dio cuenta de que estaba nuevamente en el Campo de la Ribera.

A los pocos días la trasladaron nuevamente a la cárcel del Buen Pastor. El 27 de octubre de 1978, previo paso por la Unidad Penitenciaria N°1, Stela fue trasladada a la cárcel de Devoto. Allí permaneció detenida hasta el 7 de noviembre de 1981, momento en que recuperó la libertad.