Para recordar

La Jam de Folclore se presentó junto a Verónica Condomí

21-03-2017 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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El jueves 16 de marzo, el cuarteto de músicos cordobeses recibió la visita de una gran artista en el escenario de Cocina de Culturas. Fue el comienzo de un ciclo que promete más encuentros para celebrar.


La Jam de Folclore se presentó junto a Verónica Condomí

Por | redaccion351@gmail.com

Foto: Paul Amiune.

El inicio de la cuarta temporada de La Jam de Folklore pedía formalizar la incorporación de un nuevo integrante para igualar los tantos. Los tres tigres conocidos no podrían haber tomado mejor decisión, por el jugador fichado, por su instrumento y por el clima ya conocido en otros escenarios y en este mismo de la avenida Julio A. Roca, cuando en octubre pasado tuvo lugar la grabación en vivo de una gran fiesta que, hablando de tablas y problemas psicológicos benditos, comenzó en la noche de Cocina de Culturas y terminó, por esa obstinación del planeta en prender la luz del día, en Los Siete Locos.

Diez y tres cuartos de la noche del jueves 16 de marzo. Espacio colmado de amigos con ganas de actualizar los aplausos para una juntada forzuda de changos y su invitada de lujo, la primera de una serie de artistas que llegarán a Córdoba para brillar con la Jam.

Ya se sirvieron los platos, ya amainó el hambre, ya fumaron los del patio, ya redujeron los hielos y transpiran las copas de tinto. Ya suena la voz del locutor y buscan giratorias las cabezas que no saben que es una grabación. Signo estupendo: es público nuevo.

Lectura de cuatro músicos hermanos en escena: Diego Bravo y sus teclados; Julián Beaulieu y sus guitarras, Chelko Pajón bienvenido y su bandoneón vivatodo; José «Negro» Gómez y sus parches, baquetas, escobillas y platos.

Hay unos pocos segundos, no más de diez o quince, en que los músicos se acomodan, el sonidista hace girar apenas un par de las perillas y sube un par de faders, y el público, o varios de los que estamos más o menos cerca del escenario, sabemos que mucho de lo mejor de la vida está simplemente ahí, frente a la música que está por rebotar contra el ser, no desde una grabación, que también tiene su encanto cotidiano, sino desde los mismos músicos que están, otra vez, ahí, a pocos metros y ya cuentan los compases.

“Del Norte Cordobés” de Ica Novo nos saluda. Julián con la eléctrica verde atigrada. Buenas noches.

Muy bienvenidos. Estamos muy contentos de iniciar este ciclo, que vamos a hacer una vez por mes. Esta es la cuarta temporada de la Jam de Folkore que se propone convocar a artistas que no tenemos tan a mano…»

Cambio de cuerdas. Con la criolla, suena la “Chacarera Coplera” de Adolfo Abalos. Melodía prima hermana de “Dejame que me vaya” para confirmar esa definición imbatible que el Negro Gómez tiró en la radio hace unos días: “Escuchás el bandoneón de Chelko y te dan unas ganas tremendas de tomarte un vino”. Anuncia Julián:

“Los que nos conocen desde hace un tiempo saben que somos un trío. Hoy es la presentación formal en sociedad de Chelko Pajón en bandoneón.”

La criolla suelta arpegios y el piano los encamina por “Corazonando” del Cuchi. Chelko marca los bordes y el Negro los latidos. Luego, la “Zamba Azul” de Tejada Gómez y -Orellano de apuntador mediante- Tito Francia. Una hermosura antes de “Choro del alma”, de Bravo, con Airena Ortube, invitada en voz. Viene lento, como corresponde a las cosas buenas que el tiempo mejora; ya vendrá el día en que recibamos la noticia del disco de Julián y Airena. Sólo un poco de tiempo, que puede transcurrir en andas de “Flor sola” de Mario Díaz y Valeria Arnal, por citar la música de otro dúo estupendo para disfrutar la espera.

Sube la invitada de la noche. Verónica Condomí nuevamente en Córdoba. Ahí estaban las ganas de verla, liberadas en aplausos. Descalza, agradeciendo despacio mientras los músicos le dejan el escenario, entona “Quiero tus ojos” de Juan Formell, sólo con palmas, por simple gloria de esas creaciones en que melodía y poesía se funden cielo arriba y sólo necesitan gestos mínimos de percusión. Así lo entendieron, también, Mariela y Ornella de La Viajerita en su primer registro, golpeando apenas muslos con manos.

“Tengo dos corazones” con una kalimba para seguir versos propios. “Uno late en mi pecho, el otro debajo del mar. Y cuando uno despierta el otro empieza a soñar…”

“Cántame” es un ronroco de Franco De Vita. Verónica, su voz y su cuatro. Una hermosura flotando.

Un saludo de pocas palabras trae a Diego al piano para una canción que nos atraviesa: “Campana de Palo”, para decir lo que pensamos y sentimos por estos tiempos. María Elena de nosotros. Verónica de nosotros. Por eso la ovación.

 

Antes del concierto, a eso de las tres de la tarde, hubo un taller en El Terraplén. Ahí anduvo Verónica junto a Paola Bernal, esa amiga del alma que ahora sube a escena. Por eso de “estimular el espíritu, alegrar y acercar a las personas”, nos dejamos acomodar, como podemos, en tres alturas de coros para “El Amanecer” de Ramón Gutiérrez. Todos los músicos en escena, otra vez, alternando solos. Unas cuantas sonrisas se suman a las orquestas de la noche y se agrupan en primera persona del plural: estamos como queremos.

Del piano de Diego nace “La Nochera” para que Verónica y Paola intercambien estrofas y el estribillo sea un camino de estrellas, desparramado de emociones. El pasaje a la segunda es todo bandoneón y el final es todo aplauso, muchos bravos y mucho ir y venir de mozos para reponer tres cuartos.

Mientras Verónica descansa, Paola cuenta de su estancia en Buenos Aires, hace años, y de su amiga, quien le abrió su casa y su corazón. El agradecimiento nace de la guitarra y el piano en la intro de “Los hombres son como los ríos”, tremenda canción de Fernando Grossi. Hay que buscar el primer disco de Paola Bernal, “Esperando tu llegada”, producido por el Chango Farías Gómez. Ahí anduvieron el señor de las teclas que la acompaña una vez más, ahí cerquita, y el señor P.P. de los Parches que mira desde la barra empañando anteojos. No puede ser que ese disco sea un incunable. ¡Hay que reeditarlo!

 

Se queda el cuarteto y vuelan dos gatos: “Guajchito” del Chango con Julián de cantor, y “Gato del Mandolín” de los Hermanos Díaz. El bandoneón de Chelko es un corazón estremecido de tardecita para que despierte Cachilo y se pida un vino.

Vuelve Verónica. Piano de zamba. Vuelve el Cuchi. “Si llega a ser tucumana”. Vuelven los bravos. “Preguntá vos, chacarera” de su padre Miguel, que estará escuchando por ahí, con las mismas preguntas, haciendo palmas entre los parches del Negro. Cocina de Culturas, de palmas y bailarines.

Palabras de Verónica:

«Gracias. Gracias a los que me invitaron a participar… Sólo conocía a Diego. Sabía que este día iba a ser una grata sorpresa. Confiaba en eso. Y fue así. Hoy fue un día de alegrías. También por Paola. Muchas gracias. Primero a ustedes. Hacía mucho que no venía a Córdoba.”

“La Añoradora” de Oscar Valles es un primer saludo de despedida. La Jam rockea “La de los angelitos” para los hermanos de Salavina. Beaulieu saluda y anuncia las próximas visitas del ciclo. El 20 de abril: Mono Izarrualde. El 18 de mayo: Luciana Jury. Siempre jueves. Siempre de locos.

Agradecimentos a Susana Guzmán, a Mariano Villegas, a Paola De Senzi y un Tinku para el amague de cierre. La intro es casi un saludo glorioso al Pescado Rabioso de “Hola, Pequeño Ser”. (busque por favor los 6.34 y deje que se acerque la sombra del trueno). El Tinku de la Jam es un Ska a la Deep Purpple con un final compadre del Negro Ian Paice. Sepan disculpar.

Asistencia: “¡¡¡Otraaaa!!!”

Gómez: “¡Bueno está bien!”.

Vuelve Verónica. Hay que posicionarse en “Nadie más que nadie”. Acaba de terminar “Digo la mazamorra”. Viene “Te voy a contar un sueño”. Pasaron más de 30 años de esa locura de Jacinto y aquí está Verónica, que sobre temblores de parches, cuerdas, teclas y pliegues del fuelle canta “Llegan del norte gritos lejanos” y detona los aplausos. El punteo perfecto de la guitarra, toda la tierra en el bandoneón, los Negros de las puntas marcando la senda. ¡Tranquen las puertas que acá no se va nadie!

Explotan las palmas y la sensación de que todo esto pasa y no vuelve. Hay que disfrutarlo. Las pausas y crescendos parecen venir de mil ensayos. Sólo ensayaron una vez, en la mañana del día que se va así, contando sueños.

En el final, «como remedio pal alma», Verónica con su guitarra deja fluir “Diles río”, de su padre que sigue escuchando, Ahora y Siempre.

Gracias chicos (a los músicos, señalándolos y dirigiéndose a nosotros). Ellos son grossos. Ustedes tienen la suerte de tener acá en Córdoba unos musicazos. No tienen nada que envidiarle a ningún otro lugar, a ninguna otra provincia del país. Acá hay grossos, grossos, grossos.”

Así termina el primer capítulo de un ciclo que seguirá con otro MPA en abril. No sea cosa que antes que cante el gallo aparezca la noticia del tercero. Soñar no cuesta nada. Por lo pronto, y por lo que venga, gracias.