Teves – Arias – Borgna

Sur Oculto publicó «Sur Oculto IV»

22-05-2020 / Reseñas
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Se terminó la espera. Después de tres adelantos, el cuarto álbum completo del legendario trío ya está disponible en todas las plataformas digitales. Compartimos un recorrido por once obras imperdibles.


Sur Oculto publicó «Sur Oculto IV»

Por | redaccion351@gmail.com

Una de las plataformas predilectas para quienes suelen explorar músicas en los márgenes de lo que cualquier inquietud más o menos esperable podría encontrar, se llama Bandcamp. Aparece allí, y no en esas otras plataformas consabidas, un disco que por estos días cumple la mayoría de edad: el primero de una banda de Córdoba que nació como cuarteto y antes de esa edición plasmó dos cuestiones no menores: la densidad de su propuesta en formato de trío y la identidad del proyecto a partir de una jugada magistral, convirtiendo la conjunción de la disyuntiva entre dos nombres, “Sur” o “Culto”, en inicial de un adjetivo insuperable para el punto cardinal que define esta parte del mapa: Sur Oculto.

Miradas proclives a entender que si el mundo tiene un centro, casi a la manera de un mirador desde donde pararse a disponer nombramientos y atribuciones, éste no tendría relación posible (ni geográfica ni de toma de decisiones trascendentales algunas) con el cucurucho de Sudamérica. Una coordenada más bien prosaica que, afanosos para encontrar justificaciones a vaya saber cuántos males, aprendimos a repetir, conecta latitudes y asentaderas: quienes andamos por estas pampas, con sus declives y sobresaltos, vivimos, infelices pero elegantes, en el mismísimo culo del mundo.

Si todo tiene un centro, el culo también. Desde el mismísimo agujero negro del globo, ahí donde el infortunio ganó a codazo limpio la cumbre del podio de sinónimos posibles para la palabra destino, viene resonando desde hace más de dos décadas una música que enaltece la definición formal de semejante fenómeno: “Un agujero negro es una región finita del espacio (nota del escriba: Córdoba) en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada y densa como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella (nota del escriba: Sur Oculto).”

Se sabe que los agujeros negros se expanden y se expanden, o mejor: se expanden o se expanden. Eso de igualar conjunciones en un todo imposible de gambetear puede encontrar otras explicaciones, menos seguidoras del célebre científico en silla de ruedas (que el Ñato lo tenga en la Gloria o la Mabel y se apiade de tanto despanzurrar galeras buscando conejos) que de la bruja Cachavacha: hay que hacer la prueba de preguntar qué color surge en cualquier entendedera al pronunciar “Sur Oculto”. Estudios recientes de la Universidad de acá cerca revelaron que tamaño encuentro de expresiones genera una imagen unívoca de bestia negra, negrísima, peluda siempre, mala como ella sola, de forma redonda en expansión, munida de tormentas concéntricas que se abrazan, intercambian relámpagos, toman carrera y se abalanzan cubriendo cada nanómetro de sistema nervioso central que encuentren a su paso, con sus respectivas filiales, comisiones directivas y cuadrillas de compañeras y compañeros.

Vaqueano de borrascas, el Ente ha sabido alimentarse. De sólo pensar en su alumbramiento allá por fines de la última década del siglo pasado y acto seguido esbozar un inventario de acontecimientos sociales -por desgracia más cíclicos que contracíclicos- que nuevos héroes y traidores seguirán barajando en el chinchón de la historia (si es que todavía se escribe), su camino temerario de discos y presentaciones indelebles en tantas memorias podría haber desbarrancado más temprano que tarde, en sintonía con la inmensa mayoría de proyectos surcados por malarias sucesivas, cuando no simultáneas.

Por fortuna, algunas trayectorias se curvan. Por mucha suerte, es decir a contramano de lo más que previsible en un contexto que se las ha ingeniado para sumar temporadas cada vez más largas a la gran serie “Ingratitud” rodada en vivo y en directo por las calles de su ciudad natal, Sur Oculto se ha convertido en una experiencia tan grandiosa, por la complejidad de su música, como entrañable, por la entrega de todos estos años, con sus cambios de formaciones anotadas con nombre y apellido en corazones arriba y abajo del escenario, y sus noches descomunales en diferentes puntos de la ciudad y el país.

Alguien leerá “noches descomunales” y le crecerán reparos de énfasis innecesario a la altura de las cejas. No habrá visto jamás al Trío en vivo. Nunca en más de dos décadas. Paciencia, el agujero negro más cercano se expande o se expande.

Se trata de esperar, como hicimos quienes veníamos tejiendo y destejiendo escuchas de sus discos anteriores, por caso el citado primer álbum de 2002, “Estados” de 2006, donde reaparecen versiones de temas clásicos de nacimiento como “El Áspero”, y “Sur Oculto” de 2011, donde aparecen expresiones del cosmos como “El Eterno Regreso al Caos”, ciclos de composiciones como “Infradiano”, “Yuxtaposición” y “Circadiano”, bestialidades como “Elefante” y “Perro Nervioso”. Se trata, una y otra vez, de partir la cabeza para seguir dos baterías, una por oreja, y repetir “Zeitgeber” en cada corte imposible como cifra que destraba laberintos de bajos. Una palabra escrita hace siglos, prefigurando a una fiera negrísima y luminosa creciendo al otro lado del agua y las agujas. La “clave exógena capaz de sincronizar un ritmo endógeno”.

Han pasado nueve años de esa locura de colección grabada por Tevi Cavoti, mezclada por Mauro Taranto, masterizada por Eduardo Bergallo y con Fernando Caballero de drum doctor e invitado, por citar dos de múltiples roles. Nueve años de escenarios compartidos, nueve ciclos de capas y más capas de certezas a propósito de una forma de hacer música sólo atenta a los cursos por donde fluyen las energías propias, desoyendo por igual a amistades queridas y a paracaidistas que han donado la respuesta en cada sugerencia de ocasión: “…Y por qué no hacen esto…” “…Y por qué no se prenden en aquello…” “Y por qué no piensan en que miren, ustedes tendrían que…” “…Y por qué no…” Pues porque no.

Otros devenires han regido los encuentros, las despedidas, los descansos y despertares de la banda. Mientras tanto, su público vio partir a Pablo González y al tiempo a su reemplazo, Agus Romanelli. Con los parches a cargo de Ema Borgna, la noticia de que Fabricio Morás se alejaba del trío mandó a revisar imágenes, a desandar cada disco, a repasar nombres del comienzo de la historia como Gustavo Barrera (la guitarra de los primeros años, fundador de otro gran proyecto como Barro, primo hermano del trío), Pablo Sposetti y Pablo Dalmasso, y claro a confiar en vaya a saber qué fuerzas para volver a disfrutar de una formación estable. Con la carga emocional de noches históricas como la de Tórax y Sur Oculto en Ciudad de las Artes, por citar uno de tantos cruces que se habrán dado, y con la consciencia suficiente para entender que sería parte de una inconsciencia, apareció Andrés Arias, compositor y tecladista insuperable para tomar la posta.

No hubo casi tiempo para elaborar el duelo; mucho menos para “escuchar de reojo”. Bastó una presentación del nuevo Triángulo Austral de las Bermudas y Remeras Negras para perderse otra vez en esa máquina centrifugadora de nostalgias. Hay pruebas de sobra en idas y vueltas de mensajitos. “¿Fuiste a Sur Oculto anoche? ¿Cómo estuvo? ¿Qué onda la formación nueva?

Todas y cada una de las respuestas, todos y cada uno de los comentarios, supieron bajar la guardia y, sombrero en mano, ensayar nuevos gestos de agradecimiento. Ahí nomás, el deseo de un nuevo disco.

Finalmente, los engranajes aceleraron los pulsos y la energía condensó cientos y cientos de horas de ensayos y conciertos en pocos días de grabación. El lugar: MCL Records, Buenos Aires. El señor de las perillas: Mauro Taranto, hermano mayor, menor y del medio según sea preciso. Asistentes: Tano Bonadío y Mariano Álvarez Cedro. El señor de la producción: Magier Zeitgeber.

Después de unos meses, la mezcla en Romaphonic. ¿Taranto Mauro? Presente. Al poco tiempo, el master. Si un histórico que trabajó, entre otras leyendas, con Soda Stereo, le puso el moño al disco anterior, para el nuevo álbum, con la nueva formación, fue necesario otro histórico que trabajó, entre otras leyendas, con Sumo y los Redondos: Mario Breuer, Ingeniero Sensei que muy mucho ha masterizado y ahora vive tranquilo en un rincón de las Sierras Chicas, y sigue masterizando. ¿Cuál fue el trabajo que marcó ese cambio de cemento por pajaritos, después de haber puesto el moño a discos claves de la historia de la música argentina? “Sur Oculto IV”.

Porque así se llama el disco: “Sur Oculto IV”. A la ironía posible “Se mataron para ponerle nombre”, una respuesta mansa: “Escuchalo…”, casi en la misma tonalidad de “Averiguá”, tal el nombre del primer tema, casi una invitación a indagar todo lo transcurrido en la historia reciente de Sur, antes de abrir el candado de la jaula. ¿Cómo olvidar el ciclo de Zapadas Ocultas o esa presentación de un martes en el Graciela Carena, con el público en ebullición, alrededor de la banda, detonando desde el centro del espacio? ¿Cómo no emocionarse con el recuerdo de la celebración de los 20 años, con todos sus miembros históricos en escena, allá por diciembre de 2018, primero en Studio Theater y luego en el CCK?

Sur Oculto – 20 años – Diciembre de 2018 – Studio Theater.

Vino el 2019, año interminable. No terminamos de despedirlo y de ver cómo encarar el 2020 que, llovido sobre inundado, aparece un bichito de porquería, nacido y criado a océanos de distancia, sabrá Magier Zeitgeber si de la nada o de algún laboratorio, y tasa tasa la humanidad entera a su casa, a pensar como infantes que se han portado más bien mal. Mientras tanto la música, una de las actividades más golpeadas, aguantando los trapos a distancia, tan lejos tan cerca.

En este mismísimo instante excepcional de la historia, desde el mismísimo terminal digestivo del planeta en cuyo núcleo acecha la sagrada distorsión, un mensaje inesperado: “Escuchalo”. Maldición… ¿Qué es esto?
Nombre de la carpeta: “Sur Oculto IV”. ¡Alabado sea el santísimo sacramento del Rock!

Once temas. Una hora, once minutos. Apenas más breve que la hora y trece minutos de los doce temas del disco anterior; apenas más largo que los cincuenta y cinco minutos de los trece temas de “Estados”. En otra carpeta: “Gráfica”. Ahí está, una vez más, la inspiración afinada en Sol Negro Mayor de Marcelo Boasso, artista plástico que acompaña desde 2006 y a quien le agradecemos por todas esas imágenes que surgen al sacar o guardar discos o cuando aparecen las palabras mágicas en alguna conversación, en algún recuerdo, en alguna remera, calcomanía, imán para la heladera y demás encantos del día a día.

“Averiguá”, en el comienzo, no pretende que la escucha calcule en qué compás se mide el final de tanta espera ni tampoco qué caminos pueden bordear tres instrumentos endemoniados para llegar juntos al corazón de las sombras, prender la luz y decirle buenas noches a quien sea que juegue de Capitán Kurtz. Es, mucho antes y según fuentes oficiales, el saludo a una señorita que en medio de un concierto, hace algunos años, abordó la problemática del trance a patada limpia en medio del público, gritando “¡¡¡Averiguá!!! ¡¡¡Averiguá!!!”

Sur Oculto – Averiguá

Toda banda con estudios universitarios completos guarda nombres de la primaria y secundaria para revisitar. Así “El Viaje de Fauda”, como secuela de “Fauda y el Sol” y precuela de “El regreso de Fauda”. Consultado por la primera impresión ante el frenesí de cambios de tempo medidos con microscopios de junar quarks (con un remanso a los tres minutos veinte para divisar paisajes incandescentes hasta que todo recrudece), el vocero alemán de la sincronía y productor invisible, Magier Zeitgeber, confesó en perfecto español: “¡A la mierda!”

El delirio de la intro de “Latidos” no. Ese piano que asoma como desde el fondo de la vida apenas pasado los treinta segundos y los efectos que atraviesan la escucha de oreja a oreja, tampoco. Las figuras que se van desordenando hasta que rompe la batería al minuto treinta y siete podría ser, pero el punto es otro, tal vez. Es ese corte de la batería al minuto cuarenta y siete y esa escala de cinco peldaños que suben y uno que baja antes del corte abrupto para repetir la intro. Ese pedacito, esa nada que dura menos de cinco segundos y es todo, es aquí, en este instante de escritura diferente a este mismo instante de la lectura, una muestra predilecta, después de varias vueltas a los once grandes momentos del disco, de una decisión incombustible a través de las décadas: la de honrar el asombro en cada gesto de asimetría, en cada respiro seguido de algún estallido. ¿Qué otra cosa que esa fauna de potencia demencial, velocidad de ejecución y amor hasta el último aliento por la irregularidad mueve a quienes venimos rezando por la continuidad de Sur Oculto en el 2020 y en el 3000 también?

Esa otra cosa podría ser algo de lo que pasa en “Iowapretató”, eso mismo que se escucha por boca de los intérpretes en el comienzo y en el final. En el medio las teclas, los parches y los platos juegan en el bosque mientras el lobo no está, hasta que llega y en vez de estampida sucede la expansión de la ronda, desde los ecos llegando a los tres minutos hasta la pregunta por la tonalidad del cuelgue. “Surpenso” abre otro juego sostenido en el tempo reposado de Borgna, en las teclas de Arias como diseñadoras de pasillos larguísimos y en la gravedad gravísima del negro negrísimo de Teves.

Sur Oculto – «Surpenso»

Tres odas al Mago de la Sincronía. Tres momentos de improvisación alimentados también, cómo no, por buena parte de la vida pateando y cabeceando centros en proyectos paralelos. ¿Cómo no pensar en las incontables madrugadas de la Jam Session de Es lo que hay? ¿Cómo no recorrer con la memoria los nombres de bandas por donde anduvieron y andan Andrés y Emanuel al recorrer los tres nuevos “Zeitgeber”?

Recorriendo grabaciones de algunos de sus primeros conciertos con la nueva formación, resuena “Del viento” como uno de los grandes nuevos temas de la banda. Había que esperar la versión de estudio y confirmar que esa locura nacida en las teclas de Arias redobla la apuesta para convertirse en un nuevo clásico de Sur Oculto.

Un instrumento en determinada sonoridad puede invocar imágenes tan infrecuentes como posibles. Si “Mantra” abre la puerta desde el comienzo para adivinar qué viejo y olvidado artefacto de este mundo podría haber inspirado esa repetición de golpes tenues de bajo y luego esas vibraciones desde las teclas que pasando los dos minutos retuercen la imaginación a la espera de la imposición de los parches pasados los dos minutos y medio, otra película inicia justo en el último tramo del recorrido, después de la tercera zapada.

Una especie felina enorme respira desde el bajo en el comienzo de “El Ente”. El leopardo de “Inferno I, 32” de El Hacedor arrima su destino de jaula, parejo al de “La pantera” de La Rosa Profunda. Más cerca, los Leones de Barro saludan la hermandad. Como supo para siempre un viejo ciego, “la maquinaria del mundo es harto compleja para la simplicidad de los hombres.” Pero otro alguien que también es uno y es tres abrió el candado y subió el volumen.

Una vez más, el cierre de un disco de Sur Oculto se toma varios minutos y desparrama sonoridades inesperadas, velocidades cambiantes, modulaciones y desniveles sagrados, formas de decir que el tiempo pasa y la actitud no se negocia. Todo generosidad.

Sur Oculto – «El Ente»

Según testimonios del miembro fundador, una palabra recorrió los días de grabación: “Fénix”. A la vuelta de las primeras escuchas, más que un ave puede tratarse de un Ser que advierte cómo crecen sus extremidades para caminar más alto y abrazar más fuerte que cualquiera de los tres pilares que le dan forma musical. Sólo así, tal vez, fue posible esta nueva gran aventura que tomó varios años, como no podría haber sido de otra manera, para volver a sorprender, obra por obra, pasaje por pasaje. Será cuestión de seguir descubriendo detalles hasta dar con los mejores términos de la pregunta que espera por la fórmula de tanta energía y genialidad.

Una certeza que expande y expande, o mejor, expande o expande la admiración, se impone inadvertida en cada experiencia de acercamiento a las mareas de Sur Oculto: se trata, siempre, de una primera vez, de un encuentro que no será jamás el último -mientras la fiera enjaulada de cada quien siga respirando- con una obra que desde sus registros de estudio, pero sobre todo cuando es interpretada en vivo, pareciera guiada por fuerzas esquivas a la voluntad de sus ejecutantes, disponiendo sus talentos, inspiraciones y destrezas. Tanto sucede que a lo largo de dos décadas hemos concedido a esa especie de narrativa sobre una banda ya legendaria, intentando aportar imágenes, adjetivos, metáforas siempre imprecisas, por demasiado solemnes, por tontamente groseras o, sin más, por resultar de unas cuántas sensaciones felizmente desordenadas.

Pero no. A medio paso de distancia de conceptos como “Zeitgeber”, “Ente” y “Fénix” aportados por el mismo trío, y a un millón de años luz de “Bestia peluda”, de “Agujero negro” y demás precariedades con que se intente acercar una impresión, sucede la existencia cierta, de verdad verdadera y de la realidad realísima (por voluntad propia, valga la obviedad), de un proyecto de clasificación imposible donde incontables vertientes del rock y del jazz, por citar dos familias de lo más hospitalarias, se subieron un día a la mejor montaña rusa en sabe el Muchacho de Arriba o de Abajo cuántos kilómetros a la redonda y allí sigue la adrenalina, resonando en la vida de quienes andan, andamos, buscando todos los sentidos posibles de la vehemencia en una búsqueda musical.

Eso que se escucha y no puede ser, parece que sigue siendo y todo por obra y gracia de Sebastián Teves, Andrés Arias y Emanuel Borgna. Más allá de entretenernos un rato buscando sombras que se mueven entre despelucamientos y conmociones por simple maestría de tres músicos con nombre y apellido, no hace falta andar cantándole piedra libre a digitador escondido alguno.

Hay disco nuevo de Sur Oculto. Otro juguete rabioso vino a salvarnos. Falta menos para volver a no entender, bendita sea, lo que escuchemos y veamos sobre un escenario.

Sur Oculto – «Sur Oculto IV»