Por Juan Fragueiro.
Hace 19 años la sociedad cordobesa se involucró en un debate estéril, de marcados contenidos machistas. Pero como era 1997, el machismo no era un mal bicho sino que parecía un valor agregado a la sociedad culta, a la familia sacra (sagrada familia), y mientras los nenes con los nenes las nenas con las nenas, estaba todo bien.
Hace 19 años, la sociedad cordobesa debía tomar partido por un bando o por otro. Se debatía el ingreso de las mujeres a los claustros estudiantiles del Colegio Nacional de Monserrat. La turbulencia recorrió las calles peatonalizadas de la actual manzana jesuítica. El bando que defendía la libertad de ingreso; el bando que se lamentaba por los duendes, la mística, la excelencia académica (obvio ninguneo a las mujeres); los bandos que no sabían de qué se trataba la discusión pero igual se oponían. Oportunismo político de la Franja, gritaban enardecidos monserratenses de fuste, y casi al unísono: “las mujeres al poder”.
Como toda pequeña tragedia pueblerina, las aguas fueron bajando cada vez menos turbias y las chicas tuvieron su primer examen de ingreso al trisecular Colegio. Los baños no están adaptados, ¡sólo se podía hacer pichín de parados! ¡Válganme los obispos donantes! El sello de “En Virtud y Letras” se estaba acomodando más rápidamente que las ideas modernas de los defensores a ultranza de un bachillerato humanista sólo para varones.
Después de 19 años, las mujeres son monserratenses igual que los varones. Las estructuras mentales de ambos sexos conviven en paz, armonía, pasión y amores (cazan pokemones alrededor de la fuente, se lanzan miradas furtivas en idioma adolescente y hasta tienen -horror- ¡un Centro de Estudiantes!
Hace 19 años, el Colegio Nacional de Monserrat era tapa de diarios y tema de actualidad en los noticieros donde sabihondos y suicidas parecían humanistas de pelo en pecho. El 1 de agosto de 2016, en el cumpleaños 339 del colegio preuniversitario, se produjo un hecho revolucionario, histórico, aunque no haya sido noticia en casi ningún diario: el Programa de Responsabilidad Social, Inclusión Laboral de personas con capacidades diferentes, contrató a Ana Laura Gallegos y a Germán Rodríguez como empleados remunerados, incluyendo el precepto de dignidad, equidad y justicia. Ambos cumplirán sus tareas a cambio de una remuneración justa como lo marca la ley de contrataciones.
No es piedad, no es limosna, no es compasión. Si el trabajo dignifica, ellos serán dignos.
Los nuevos empleados del Monserrat
