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Mariela Carrera y Virginia Piscitelli presentan «Cordobesas»

18-03-2022 / Agenda
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Este viernes 18 de marzo a las 21 horas en el Aula Magna de Ciencias Exactas, un espectáculo de celebración de obras de autoras de la ciudad y la provincia, con grandes invitadas. Compartimos la invitación.


Mariela Carrera y Virginia Piscitelli presentan «Cordobesas»

Por | redaccion351@gmail.com

¿Cuántas veces escuchamos a músicas y músicos de Córdoba haciendo versiones de obras compuestas en cualquier rincón del planeta excepto Córdoba? Se dirá que la belleza no reconoce latitudes y resulta vital una sensibilidad abierta, libre de indagaciones de procedencia, como factor de enriquecimiento de una cultura que se pretende diversa. 

Muy lindo todo. Hermoso. Hasta que a cualquiera se le podría ocurrir interpelar buenas intenciones con números, estadísticas, eso que tan poco tiene que ver con la emoción artística. ¿Tan poco? ¿No será exactamente al revés? ¿No será que hay algo en este mundo que se llama dinero y está presente en todas y cada una de las experiencias humanas, la música entre ellas, y determina cuestiones elementales como aquellas que van llevando a un escenario naturalizado de nombres y procedencias repetidas, harto repetidas, imponentes de visibles en cualquier gráfico que dignifique el principio de don Vilfredo Pareto, dejando a la música de Córdoba en un porcentaje tan residual que desaparece de la imagen?

Prendamos la radio, por caso (hagamos de cuenta que la mayoría de nosotros aún escuchamos radio porque pertenecemos a alguna de las generaciones que todavía escuchan radio y se ponen a leer cosas en internet). Los programas de música, por caso. Atendamos los segmentos especiales, por caso. O, por caso, las aperturas y cierres de cada emisión. ¿De qué se habla en las aperturas, segmentos especiales y cierres de la mayoría de los programas musicales más escuchados de las radios de Córdoba? Excepto los programas en radios de cuarteto, con sus lógicas perfectamente atendibles pero desatendidas por este pensamiento aturdido, y aquellos programas que se cuentan con los dedos de una mano, dedicados a proyectos ajenos a empresas que pagan espacios para que suenen las mismas canciones todos los días, ¿a quiénes se dedican aperturas, segmentos especiales, bloques con nombres exóticos y cierres de tantísimos programas?

Por esto de apuntar a una cultura diversa, suenan alegremente dos grandes familias de reseñas. Por un lado, aquellas sudadas, salteadas, rehogadas, caramelizadas, fritas, refritas, recontrafritas y definitivamente quemadas sobre artistas que a esta altura ya saludan desde cualquier baldosa levantada. Por otro, gracias a la ruedita del ratón bajando por tres o cuatro páginas del imperio, o atentas al imperio y definitivamente alejadas de cualquier crítica hacia la industria del imperio (porque, sin usar jamás la palabra imperio, adoran el imperio y su máquina entre mil comillas apolítica de alimentar, programar, imponer y dictaminar gustos musicales, desde la difusión de proyectos que han tenido la bendita suerte de nacer y vivir en el imperio o en sus adyacencias y así gozan de una inercia transgeneracional de saludo de bienvenida alimentado a su vez por hijos y nietos de los primeros adoradores, a diferencia de nuestra maldita suerte muerta de hambre que nos convence una y otra vez de que al lado de la música del imperio somos nada y seguiremos siendo nada por los siglos de los siglos), nos venimos a enterar de lo mal que la pasó la tía abuela de algún artista huérfano que se crio en los andurriales urbanos de alguna metrópoli del imperio hasta dar con un sello que, tres docenas de detalles intrascendentes después, grabó un disco que lo hizo dar vueltas por el mundo. Dar vueltas por el mundo: tocar en un listado largo de ciudades que jamás de lo jamases incluirá a Córdoba. 

Sucede que resulta infinitamente más fácil hablar de lo que ya está escrito y la audiencia conoce de sobra, aunque siempre falta algún detalle. Nunca está del todo blanca la túnica de las vacas sagradas o, al revés, siempre aparece alguna historia nueva, simpática, colorida, con la suficiente cantidad de lentejuelas, de alguien que, al otro lado del planeta, encontrará el final de sus días, dios quiera que en unas cuántas décadas y con dinero suficiente para que la descendencia de su descendencia viva gratis, sin haber escuchado siquiera la palabra que nombra la ciudad que vivimos y que a menudo nos suelta preguntas como: ¿Qué hacemos viviendo acá? ¿Por qué tanta ingratitud autoinfligida? ¿Por qué tanto desprecio?

¿Por qué el guaso del taller de al lado de casa que escucha todo el día una de esas radios que pasa las mismas canciones todos los días y jamás pasaría un solo tema de una banda de Córdoba, ni por error, o tal vez sí, Los Caligaris viejos y queridos, se me caga de risa cuando le pregunto si escuchó a tal banda de Córdoba? ¿Por qué suena tan razonable la probabilidad de que el Gonza, el guaso del taller, y los compañeros de mi hijo que también se cagan de risa, representen a la inmensa mayoría de la gente que vive en una ciudad y desconoce y se caga de risa cuando es consultada por un proyecto musical de la ciudad donde vive?

¿Por qué si analizamos de qué se habla en los programas de música hechos en Córdoba y hacemos un recuento incluso poco consistente, un paloteo simple recorriendo las emisoras más escuchadas, y con excepciones que agradecemos como un jarrón de limonada en el desierto, suena una reseña de artistas de Córdoba por cada cordón montañoso de reseñas de artistas (basta con el verso de la diversidad), oh casualidad, provenientes del imperio y sus super amigos? 

En medio de una cotidianeidad musical interpelada apenas desde políticas diseñadas por gente que entiende, por suerte y al revés de la ciencia, que el espacio y el tiempo son cuestiones más bien limitadas y entonces en una hora de programa entran tantas canciones, y por eso tratemos de asegurar un porcentaje de difusión de proyectos que viven cerca nuestro así, de repente, la audiencia se entera y conoce y escucha y, mirá vos, disfruta y paga una entrada y sigue escuchando y pagando y, me jodés, ocurre que de manera microscópicamente incipiente, la redistribución de riquezas o transferencia de recursos favorece un pelín a quienes vienen dedicando sus vidas, acá en el barrio de al lado, a encontrar belleza en forma de canciones que ahora suenan un par de minutos más por día en las radios porque, otra vez, hay gente en los medios que de repente le encontró más sentido a hablar de artistas vecinos antes que de alguna vaca sagrada ahogada en aceite quemado, o de algún proyecto emergente a miles de kilómetros, favorecido por esa idea de la diversidad que impulsa a descubrir la últimas bandas de Chicago, Manchester, Vancouver, Dublín, Edimburgo, Amsterdam y todo el mapa del norte, antes que la nueva banda de Villa Cabrera.

Tal vez algún día, a la deconstrucción de género que felizmente avanza sin retorno, se pueda sumar, con alguna persistencia, la deconstrucción de la música. ¿Por qué escuchamos lo que escuchamos? ¿Por qué nos gusta lo que nos gusta? ¿Qué conexión se podría establecer entre los centros de poder y los gustos musicales? ¿Qué criterios de belleza estaríamos reproduciendo a favor de quién? ¿Qué importancia tendrá la procedencia de un proyecto artístico cuando la herramienta más usada para escuchar música no informa de dónde procede eso que suena? ¿Por qué a la casi totalidad de los oyentes del mundo mundial no le importa saber de dónde viene eso que suena? ¿A favor de qué intereses jugará la indiferencia? ¿Qué preguntas se harán los proyectos que suben canciones con fórmulas rítmicas y armónicas idénticas a otras canciones que cuentan millones de reproducciones? ¿Cuántas veces por día consultarán la cantidad de reproducciones? ¿Cuánta belleza estaremos esperando, acaso inútilmente, quienes, oh maldición, vamos empezando a bajar la cuesta pero cuando la subíamos tuvimos contacto con alguna complejidad en ciertas líricas, y hoy escuchamos versos como «te pedí el insta y no quisiste».

Mientras siguen sin aparecer las tijeras de podar tribulaciones inconducentes, llegan noticias de acá nomás, literalmente. Contando las cuadras de distancia entre una de las integrantes de «Cordobesas» y el teclado de este servidor, unas seis o siete.

Eso: «Cordobesas». Dos mujeres artistas de Córdoba, Mariela Carrera y Virginia Piscitelli, han tenido el despropósito luminoso de encarar un proyecto de versiones de mujeres músicas de su provincia. Las conocemos por proyectos queridos y admirados, como La Viajerita y Aguamarina Música Clara

Sobre «Cordobesas»

Somos Mariela Carrera y Virginia Piscitelli. Queremos compartirles el lanzamiento de nuestro proyecto, el cual se viene armando desde hace mucho tiempo. «Cordobesas» es una propuesta musical basada en la investigación, recopilación, selección, recreación, reversión, interpretación, ejecución y filmación de canciones compuestas por mujeres cantautoras de diferentes valles y territorios de la provincia de Córdoba, Argentina. Este trabajo tiene como objetivo difundir y visibilizar la producción musical de cantautoras oriundas de diferentes Ciudades y Valles de la provincia, las cuales a través de su poesía y sonoridades nos transmiten la vivencia de la influencia de las geografías, los paisajes y la gente de los territorios cordobeses en los que habitan. 

Y entonces fueron apareciendo videos de esas versiones. Un modo de difundir música del lugar que habitan y habitamos, que se suma a proyectos admirados como «Lo que se nos canta» de Silvia Lallana y Sergio Manes, o «Alchaperío» de Nico Rubinstein, por citar un par de ejemplos.

Cada publicación inicia con palabras de las propias autoras y compositoras. Primero la versión de «Siento baguala» de Adriana Pacheco, con letra de Cecilia Loustalot.

Cordobesas – «Siento baguala»

 

Luego, una interpretación de «Hechicera», de la imprescindible Maru Chamella.

Cordobesas – «Hechicera»

 

Después, «Volá», de la querida María Angelelli.

Cordobesas – «Volá»

 

La última publicación, hasta el momento, celebra a la autora Silvina Fernández.

Cordobesas – «Ese pañuelito»

 

Este viernes, «Cordobesas» tendrá su presentación en vivo. La voz de Mariela y Virginia al piano compartirán sus bellísimas versiones junto a las cuatro autoras que han versionado y a otras mujeres artistas que seguirán interpretando: Adriana Pacheco, Maru Chamella, María Angelelli, Adriana Celiz y Jenny Nager. También estarán presentes las Aguamarina Música Clara.

Otra propuesta para aplaudir y acompañar. 

Agendá:

Mariela Carrera y Virginia Piscitelli presentan «Cordobesas».

Viernes 18 de marzo – 21 horas. 

Aula Magna de la Facultad de Ciencias Exactas – Vélez Sarsfield 299.

Entradas en Alpogo.