» Liliana Herrero presenta «Maldigo» redaccion 351

Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com

Las canciones se escarban. No habrán podido imaginar hasta dónde quienes tejieron sus melodías y versos. Hay que ponerse en la piel de ese momento de concreción, de esa sensación de «ahora sí, ahora quedó como quería» de cuantos les dieron luz y pasaporte. Hay también el lugar común que libera cuanta obra se lo merezca a una revisión constante para nuevas pertenencias, y que suele morderse la cola al trazarle destinos de interpretación acabada.

Entonces aparecen quienes discuten todos los lugares comunes, los de saldo, los que propician variaciones módicas y los contralugares, por más intrépidos que luzcan. Y después, sin prestar atención a otra cosa que a la posibilidad de la sorpresa, escarban, y escarban, y se secan la frente con el revés de la zurda, descansan un poco y siguen. Algo va a aparecer.

El mérito es por lo menos doble. A la virtud de encontrarle amores ocultos a obras con el sí fácil, se suma el de ensuciarse las uñas y transpirar allí donde el resto pasó de largo en busca de aplausos automáticos. Contra el aire acondicionado de la inercia, el sudor incómodo. Contra las pestañas postizas para la foto de tapa, una espalda de obrera del sentido.

Desde que Liliana Herrero existe en nuestras predilecciones, disfrutamos de un juego estupendo. La secuencia inicia al escuchar una de sus interpretaciones. Más de una vez sucede que no conocemos la versión original y vamos pues a buscarla. Tenemos las dos campanas. Ponemos una. La escuchamos. La escuchamos otra vez. Luego la otra. Una y otra vez. Al rato se fue el sol. Pasaron algunas horas de entretenernos pensando cómo florecen alegrías que estaban ahí, sin que nadie las haya podido alumbrar.

Una explicación posible podría convencernos por el lado simple de la forma con la que Liliana Herrero completa una canción, al vivirle intensamente cada uno de sus versos. Pero así como sus interpretaciones se van amablemente al pasto y saltan incluso el alambrado y se meten potrero adentro para acariciarle la testa a un tobiano manso, asimismo nos invitan a acompañar la desobediencia pensando que esas alegrías descreen un tanto de las novedades formales como fines en sí mismos y se corren de la luz que pretende iluminarlas por un tiempo. Al cantar «Bagualín», o «La garra del corazón», Herrero está diciendo otra cosa que lo que dio alivio a sus autores cuando pensaron «ahora sí, ahora quedó como quería». Lo otro, cantado ahora en «Maldigo», dice una actitud de buscar y encontrar lo que tal vez no pudieron transmitir los firmantes. La actitud de escarbar la inmensidad del contenido a partir de torcer la forma hacia una belleza inesperada.

Una aproximación a «Maldigo»

Entre los juegos que se desprendan de esta nueva producción, habrá uno igualmente divertido, el que nos encuentre adivinando intérpretes menos audaces que se enamoren de los descubrimientos de Liliana y comiencen a cantar «Garzas viajeras» con sus quiebres, como ya ha sucedido, por ejemplo, con «La casa de al lado» y tantos otros, que igualmente seguimos disfrutando.

Cuando presentó «Este tiempo», la recomendamos con vehemencia. Después del recital, fuimos felices y lo contamos como pudimos. Una vez más, la UNC abre su auditorio mayor para recibir a una artista que no podemos dejar de escuchar. Acompañada por la misma formación de músicos notables (Gusso, Naón, Pantyrer y Rossi), compartirá nuevos cantos para decir lo que tal vez no dijeron Manuel Castilla, Hamlet Lima Quintana, Zitarrosa, Miguel Abuelo, Fernando Cabrera, Yupanqui y Violeta Parra, entre otras fortunas de la música de por acá.

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Liliana Herrero presenta «Maldigo».

Viernes 18 de octubre – 21:30 horas.

Sala de las Américas – Pabellón Argentina – Ciudad universitaria.

Entradas: anticipadas en Edén (Obispo Trejo y Deán Funes): Platea A $105 – Platea B $85 -Pullman $65. Descuentos para estudiantes, docentes y no docentes de la UNC, presentando libreta o carnet de obra social DASPU.