» Juan Falú en Córdoba redaccion 351

Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com

Nos debemos tanto a veces… Vivimos sacándonos créditos cuyo interés se multiplica en el olvido. No es que debamos frenar y dedicarnos un tiempo. Como dicen unos muchachos de por acá, que pare el que tenga frenos. No es detenernos la receta. Tampoco rajarse. De cierta paz mejor huir con los cordones desatados. Desde hace un rato de años, el sosiego viene desmontando paisajes y enmantecando carteles. «Aires del Robledal»; «Lomas del Sureste»; «Balcones del Sombodrolo»; «Casonas del Birlibirloque»; Una paz… Barreras que suben y bajan. Alambraditos adornados con jazmines amarillos. Muy lindo. Lindito. Amplio. Eso sí.

Pero no. De otra parte del tiempo vienen las deudas que puede saldar un recital. Sólo habrá que dar la vuelta y ver qué bellezas crecen más allá de los jardines de diseño, regaditos a escondidas, para exaltar fachadas. Se espera que baje el sol, se fuma como esperando un bondi (de esos nuevos que ya aprenderemos dónde nos bajan) y se va por los bordes, del lado de afuera, saltando ramas caídas, pateando botellas de plástico, esquivando escombros y alambres de púas oxidados. Allá al fondo, cuando los bordes se unen, en el exacto centro del camino que hemos decidido: Juan Falú. Jazmín del País.

Algo de tanto para escuchar:

Tranquilo, sentado en la parte del tiempo que paga con tasas exorbitantes, un músico. Nos espera con una guitarra criolla y una cara de Juan Falú impresionante. Hay que andar con esa pinta. Otro de por acá nomás solía decir que a cierta edad, la cara es un reflejo del espíritu. A inquietudes módicas, semblantes denotados. A búsquedas que no cesan, miradas inabarcables. Un par de segundos para confirmarlo: los que siguen cuando las manos cierran una interpretación y Falú levanta la cabeza. Pareciera que podemos divisarlo en su vastedad. No llegamos, pero esos segundos pagan todos los aires, balcones y casonas que se nos amontonan al fondo.

Escucharlo hablar. Prestarle atención a las palabras que recorren la historia de una música. Seis cuerdas para esas palabras y una tonada inconfundible aunque el pasaporte explote de sellitos. Zambas, milongas, vidalas y demás jardines recónditos.

La suerte compañera viene clareando por estos pagos. Este fin de semana, entre nosotros, Juan Falú. La cara, las manos, las palabras y las cuerdas de Juan Falú, para saldarnos las cuentas.