La cultura es la sonrisa

Encuentro Nacional Cultural de San Antonio

8-12-2015 / Agenda
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Del jueves 10 al domingo 13 de diciembre, una experiencia única para compartir emociones. Un modo de entender la cultura que cumple 25 años.


Encuentro Nacional Cultural de San Antonio

Después de tantos años de celebración, lo primero que aparece en la página del Encuentro es esto:

 «Es imposible explicar en pocas palabras qué es el Encuentro Nacional Cultural de San Antonio de Arredondo, ya que al hacerlo ofreceríamos una visión muy limitada y estaríamos dejando afuera una multiplicidad de cosas que el Encuentro genera a nivel personal, grupal y social.»

Las mejores experiencias, tal vez, son intransferibles. No se pueden contar. Si todo registro es una reducción, hablar sobre lo que pasa cada segundo fin de semana de diciembre en San Antonio es una falta de consideración a las emociones de cada uno de sus asistentes. Por eso, más que cualquier nota de prensa, siempre juega mejor el de boca en boca.

Hay que ir y quedarse unas cuantas horas. Todas las posibles. Calculando desde Córdoba capital, hay que saber doblar a la izquierda, apenas se cruza el puente, para entender cómo nace  una sonrisa involuntaria, por ejemplo, al ver el jardín de carpas, guitarras y desconocidos que se saludan, se cantan, se comparten la vida.

Hay que ir y cruzarse con gente que no se cruza desde hace mucho tiempo y aparece en San Antonio, justo para el mejor abrazo del año.

El resto es una junta de trazos que vuelven cada año, siempre irrepetibles, de la mano del Negro Valdivia como uno de los tantos irreemplazables, entre muchos artistas, muchas familias, muchos que se suman cada año para que todo sea posible.

Si hay una forma de entender lo que pasa, ronda en los versos de «La resistencia», poema de José Luis Aguirre, abarcador de encuentros.

«Menos mal que tenemos nuestros lugares de encuentro,
lugares con corazón,
lugares tierra,
lugares casa,
O como bien lo dijo el compadre Orlando el otro día:
de resistencia, de esperanza,
donde atrincherarnos,
abrazarnos,
acovacharnos,
lugares… y que venga el agua
que de acá no nos mueve naides…

Rincones, rinconcitos,
que reverdecen con cada estío,
desde el crepitante despertar de un vino,
hasta el nuevo cancionero de los asados,
a pesar de lo grotesco y el olvido,
a pesar de tanto hachazo.

Lugares lumbre, con alma,
donde se nos arremolina un caterío de hijos por las patas,
mientras heredan, atestiguan la imprescindible continuación de la magia.
Y se machan lindo los compadres,
y se tejen las comadres y se ríen y se gastan,
y anda un pueblo entero empujándose al barro,
como críos recién vividos con la lluvia…

Lugares patio…
lugares patria…
Lejos,
lejos de las luces de esos grandes festivales latifundistas
que pretenden homenajear el fruto
del trabajo de un obrero,
de un peón que después no puede pagarse la entrada,
ni darse el gusto del locro ritual y las empanadas,
ni entrarle fiero olvidador de las penurias del fiado.
No mi amigo. Yo digo… Otros lugares,
más en la intemperie,
más en lo espontáneo,
lugares fuego,
lugares bombo, río, murga, trasnoche, mesa larga,
y que nos venga el ángel igualador de la Chaya,
agigantado con la harina,
o en todo caso con el arroz,
con los porotos, con los fideos,
con lo que haiga,
para luego caer con la inquebrantable voluntad
de una olla comunitaria.

Suerte amigos que están nuestros lugares
y que estamos armados hasta las muelas,
con canciones y con danzas,
¡porque tenemos feroces panteras de poesía!
y perros huesudos que muerden
el duro costado de la ignorancia…

Menos mal que tenemos San Antonio,
la Pirincha, los Poetas,
y allá en la lomita la Juntada…
Si así no fuera, qué fácil nos comería la nada…
Lugares duende, beso, vizcachera, piedra sagrada,
o como bien lo dijo el compadre el otro día:
¡de resistencia!
De esperanza.»

 

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