» Con la música a todas partes redaccion 351

Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com

Es domingo de día del amigo. Hace un sol con viento inmejorable para abrir las ventanas y lavar la ropa de la noche anterior, impregnada con todo lo que en este mundo desprende un poco de humo para acompañar una juntada. Allá va también el mantel manchado de vino y helado. Acá van los discos que salieron a sonar. Barrer, pasar el piso, poner la pava, llamar a un amigo de lejos.

Pocas veces hubo tanto festejo previo a una fecha que nos hace bien y mal, según los años. Desde hace algunos, por ejemplo, nos recuerda inevitablemente a quien sentimos como un amigo en cada cuento suyo que releemos. Cosa extraña. Los cuentos de un escritor generan un sentimiento de amistad en sus lectores. Qué Negro divino.

Encima no son tres o cuatro. Hay más de una docena de volúmenes con sus respectivas docenas de genialidades. Antes de seguir con lo estaba haciendo, un centro al primer palo: trate de leerse un cuento de Fontanarrosa antes de ir a dormir esta noche. Si no tiene uno a mano en papel, entre acá y listo. Fíjese que la propuesta fue «leerse un cuento», que no es lo mismo que «leer un cuento». Hay autores de cuentos que uno «lee» y otros autores de cuentos que uno «se lee». La diferencia está en la amistad que queda en el aire, como el humo compañero en una juntada.

Más o menos como las canciones que uno «se escucha». Esta noche, para seguir celebrando una fecha que nos hace bien y mal, es posible «llegarse» a Cocina de Culturas y «escucharse» unas canciones, porque ciertos lugares y sonidos suelen existir para que de a poco uno se los vaya apropiando.

Esta noche, a eso de las nueve y media, Menta Sáez, Patrizia Quaglia y Priscila Whet presentan un espectáculo que lleva por título «Con la música a todas partes», que es casi un apodo para cada una de ellas y para cada uno de muchísimos de nosotros. Podremos olvidarnos la fotocopia del documento, los pañuelos, el encendedor, la manteca de cacao, el recibo del cómo se llama. Nunca de los cablecitos que llevan música a las orejas. Se podrá romper el horno, el picaporte de la puerta del baño, la juguera, el pichurilo que va adentro del resorte del coso. Nunca el reproductor de música.

La música no se olvida ni se rompe. Es una amistad que no ladra, no rompe las plantas, no mordisquea la cuerina de los sillones, no hace pozos en el patio, no necesita comida, vacunas, cuidadores temporarios en días de ausencia por viajes ni paseos de rutina. Sin palitas ni bolsitas, la música nos saca a pasear a nosotros. ¿Cómo no le vamos a hacer fiesta?

Esta noche, tres mujeres le hacen fiesta a la música con canciones en formato acústico que incluyen humor, amor y desamor, modos posibles de celebración de la amistad.