
Por Luciano Debanne.
Qué manso está el aire en su vaivén de calor e impaciencia,
en su preludio de lluvia, en su anuncio del tiempo que vendrá: verde y florecido.
Y sobre el carozo de su mansedumbre crece, carnoso,
un ida y vuelta de alas y cantos, un apuro de nido inconcluso,
un bailar de envoltorio plástico en el remolino de la esquina,
un agite de sangre y salvia, y perros copulando bestialmente en las plazas,
y los pimpollos desplegando imperceptible aun su belleza milimétrica,
los patios adolescentes hechos un despelote de hormonas y risas
y alegre cachondeo que aún no es, pero ya se presiente.
Qué manso está el aire, minutos antes de lo que viene,
como ese silencio que se hace entre canción y canción.