Por Luciano Debanne.
Que no aúlla el lobo para que lo admiren,
ni porque crea que su aullido esconde una verdad,
aúlla para que sepan el resto de los suyos,
dónde encontrarlo cuando la oscuridad.
Y cuando aúlla el lobo arriesga su vida,
pero a pesar de eso aúlla igual.
Dicen los que saben que caza en jauría,
y aunque esté solo busca a los demás.
Así las cosas con el aullido,
llanto que está hecho para hacerse escuchar,
y aunque en todos lados se escucha su sonido,
aúlla a los suyos, para poderse encontrar.
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Ahí están
Ahora, de nuevo, los que hace veinte años se fueron, señalados, repudiados. Ahí están en los mismos pasillos, escribiendo los mismos decretos, vendiendo otra vez los cueros que nos arrancaron a jirones.
Una libertad hecha de cárceles
Su cambio es arrasar. Un incendio asesino que nada deja en pie. La torpeza como propuesta. Su renovación está hecha de troncos yermos, de cosas que ya no volverán a nacer.
