Menos Mitos

Los Defensores de Causas Perdidas. Capítulo 24

17-04-2018 / Lecturas, Menos Mitos
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¿Cómo habrán sido las fiestas patronales de Korvaszwchofona? Acaso como siguen siendo. Aquí una crónica en presente, a la espera de los bocaditos que ya llegan, que si no llegan mejor.


Los Defensores de Causas Perdidas. Capítulo 24

Por Juan Fragueiro.

Capítulo 24

Korvaszwchofona también festeja sus cumpleaños.

Cada año se ensayan hasta los menores movimientos. Una mosca cruza el salón de actos y es capturada para que repita sus acrobacias el mismo día de la ceremonia.

Los adornos de papel maché, los globos bien inflados, los pinos con sus ramas cortadas, los pisos lustradísimos. Todo listo. Listo y ensayado.

El encargado del ceremonial y protocolo llegará justo a la hora indicada, escoltado por la joven y bella secretaria elegida en concurso previo. La esposa del Presidente debió cambiar su peinado siete veces: la primera vez porque se dio cuenta a tiempo de que era el mismo peinado que luciría la esposa del Ministro Contable; la segunda vez porque el brushing desentonaba con su rostro pálido; la tercera vez porque se equivocó el peluquero al elegir la tintura; la cuarta vez, cuando supo que era el mismo peinado que el de la esposa del ex cuidador de la cancha de bochas (actual Ministro de Deportes); la quinta cuando la peluquería ya había cerrado y se peinó ella misma; la sexta vez su esposo, el Presidente, le sacó los ruleros antes de tiempo; y en la séptima y última vez decidió raparse.

Todos los invitados tenían asignados sus lugares: cerca del escenario (para divertirse en la cena); cerca del Presidente (para compartir la cena); cerca del baño (para digerir la cena). Cada mujer asistió dispuesta a no perderse detalle de su compañera de bancada. Y, si todo estaba listo, ¡la fiesta comienza!

Este aniversario no fue como los otros. Con escandalosa sorpresa se advierte que el Secretario General no llega, posiblemente, debido a obligaciones extrapartidarias. El Presidente, acongojado, promete una investigación a fondo, expulsar y enjuiciar al disidente.

Aun así, nada parece enturbiar esta fiesta… Salvo que la mosca muera de asfixia o se niegue a cortar la cinta que sostiene la sábana que cubre la placa que conmemora el aniversario.

La torta con la velita ha sido colocada en el centro del salón, de ella cuelgan cintitas como gotas de lluvia con misteriosos y ocultos deseos. Con su vestido más escotado, la esposa del Ministro de Deportes provoca la mirada lasciva de la concurrencia masculina y la envidia de las mujeres (aunque sus pechos parezcan dos bellotas pasadas). La esposa del Presidente tiene sus botas texanas rojas, desentonando con el ritmo de la moda korvazwchofonesa. La esposa del Ministro Contable aporta su alegre borrachera en su cuota mínima: ha olido un corcho.

La fiesta se desarrolla alegremente como sucede siempre en estos casos. Lástima que la empresa contratada para servir los bocaditos y la cena no ha llegado a tiempo. Dicen que no han podido ubicar Korvazwchofona en el mapa cartográfico. Así y todo la orgía se desata en el salón. De vivir Luis XIV hubiera empalidecido de vergüenza.

Fiestas eran las de antes.