Relato

El miedo mudo

21-12-2011 / Lecturas
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Un cuento corto que habla de la sensualidad y de los miedos; de la luz y de las oscuridades.


El miedo mudo

Por Natalia Rodríguez Cámara | literatura@redaccion351.com

Foto: Facundo Martínez | fmartinez@redaccion351.com

Se descubrieron a mitad de la noche, agazapados detrás de la puerta. Los codos de ella pesaban sobre la pared, era intencional. Ambos cerraron los ojos presionando los párpados, casi rozándose pero sin percibirse.
La puerta se cerró dejándolos espantados de miedo; sin embargo, resistieron la curiosidad y siguieron sin mirarse. El ruido les dibujó un movimiento en el cuerpo…y sólo entonces advirtieron la presencia del otro. El miedo los mantuvo mudos; ella despegó los codos de la pared y lo rastreó con la mano.

“Ahora te oigo respirar, previo a los sonidos no había escuchado. Te busco por tu olor, tu olor a vida, a humedad. Entonces, lo sé, tu piel es blanca. Un destello de luz en mi mente me hace imaginarte los pechos con botones rosados de pezones. Y el pensamiento me asusta, necesito salir de acá. Y tu mano me encuentra”.

Mi cuello se entumeció de tanto intentar meterme en la pared. Recorrí con el aire mis pulmones, y salí de mi cuerpo con cada exhalación. Mi cuerpo no respondió. Te busqué, recorrí el espacio que era más chico de lo que imaginaba y llegué a tu pierna. Tanto alivio fue ensordecedor.

Hubo dos ritmos cardíacos, dos exhalaciones y la oscuridad se convirtió en sólo un cuarto.
Después de un rato, apareció una pequeña luz al otro lado de la habitación, saltó, dibujó movimientos. La advirtieron, mas ninguno se fijó en ella. La luz les sirvió para advertirse los rasgos, se tocaron, se palparon.
Una risita tenue descubrió un movimiento inapropiado. No hubo palabras en este encuentro. No obstante, el eco de las respiraciones profundas marcó todas las áreas.

Calma.
Se distendieron por un rato. Las pupilas tan dilatadas estresaron los ojos. Tal vez, por eso, la luz no existió para ellos, aunque estuvo ahí.

“Mi mente hace silencio y mi cuerpo habla. Escucho el latido entre mis piernas. Ahí está el tuyo, ahora estamos intrínsecamente desconectados. Pero, puedo sentir el calor de tu cuerpo escribirme cosquillas en la piel. Me relajo tanto que sueño con la luna, una luna coqueta que se mueve seductora sobre nosotros. Se duerme mi cuerpo, y mi cabeza.”

Los hijos nunca sabrán cómo los hicieron sus padres.