
Por Luciano Debanne.
La onda es que nace un pibe.
Que va a nacer un pibe y entonces todo está abierto. Que existen todas las posibilidades: ese pibe puede hacer que vean los que no ven, puede hacer que los hambrientos coman repartiendo bien el morfi que hay, puede enseñar cosas contando cuentos y andar apaciblemente sobre las profundidades, puede hacer que los enfermos se curen, que el mandato de venganza -ojo por ojo- se transforme en mandato de amor al prójimo.
Todo puede ese pibe. Todo puede poder.
Todo puede hacer ese pibe que va a nacer, porque es pura potencialidad.
Incluso puede volver a nacer: a pesar de que lo persigan desde antes de llegar, a pesar de que lo condenen y difamen, de que lo traicionen, de que lo torturen y lo maten, a pesar de que persigan a los que creyeron en él y en su prédica.
Y no importa dónde nace, ni de quién es hijo, ni cuál es su oficio o condición. La cosa acá es que va a nacer un pibe, un pibe cualquiera, uno del montón.
Esa es la esperanza, que mañana nace un pibe. Y con él, la posibilidad de cambiarlo todo. Esa es la alegría que se festeja, que la historia está abierta.
Bienvenido campeón.