Entrevista a Simón Garita-Onandía

«Quise proponer y escribir algo incómodo»

12-08-2011 / Entrevistas
Etiquetas: , , ,

Una charla amena con Simon Garita-Onandía, actor y guionista de la obra “Sin Becuadros” presentada durante el mes de Julio en nuestra ciudad. Un repaso por su carrera, su participación en Episodio 11 y su visión sobre los movimientos artísticos independientes que se están gestando en Córdoba.


«Quise proponer y escribir algo incómodo»

Por Violeta Brodsky | vbrodsky@redaccion351.com

Foto: Facundo Martínez fmartinez@redaccion351.com

4 de la tarde de un miércoles cualquiera. Simon Garita-Onandía, músico y actor, 26 años, nos aguarda en un bar de Nueva Córdoba. La cita, pactada luego de nuestra apreciación de Sin Becuadros, propone el diálogo sobre su última experiencia. La charla, café de por medio, nos llevará a entender los inicios, la relación con el teatro independiente, sus diferentes roles y la música como parte integrante de su vida.

Nacido en el seno de una familia de actores (es hijo de Nora Sommavilla y José Luis Arce) Simon se crío viendo cómo se gestaban las obras del TIC (Teatro Independiente de Córdoba). Los años lo llevan a inscribirse en la carrera de teatro de la UNC. Allí descubrió su interés no sólo por la actuación sino también por la investigación, tareas que, según considera, van de mano. “Primero pensé, voy a encarar para otro lado, no voy a hacer teatro y después dije, no puedo, porque esto es lo que me sale. Para mis viejos siempre fue una cruz muy pesada militar en el teatro y decir ‘levanto la cruz con ellos’ fue una decisión dura”.

¿Hace cuánto se viene gestando el proyecto de la obra?

La obra se viene gestando hace dos años. Nace de inquietudes que teníamos los que estamos trabajando ahora, más yo por escribir que los chicos por actuar porque veníamos trabajando en proyectos paralelos.

¿Quiénes encaran el proyecto?

Yo tuve la idea de hacer una obra con Priscila Sansica y Joaquín Torres. Habíamos estado experimentando cosas antes y teníamos ganas de volver a trabajar juntos. Yo pertenezco a un grupo que se llama Episodio 11. Quise que a esta obra el grupo la envuelva. Los cuatro que formamos el grupo, que no son los mismos que hacen la obra, tenemos estéticas parecidas que convergen en muchos puntos.

¿En qué consiste Episodio 11?

Episodio 11 empezó en el 2007 como un grupo donde podíamos hacer lo que siempre quisimos hacer, sin ninguna clase de límites. Somos todos tesistas, gente por recibirse, y además de ser amigos nos planteamos un proyecto profesional porque convergen buenas ideas y salen cosas bastante interesantes.

Los protagonistas de la obra Sin Becuadros

¿Cómo distribuyen los roles?

Somos todos “poli rubro”. Hasta ahora yo tuve la experiencia de poder escribir para el grupo pero algunos aportan la danza, otros iluminación, etc.

¿Cómo elegiste a la directora?

Estefanía De Genaro es parte del grupo Episodio 11 pero la elegimos entre Priscila, Joaquín y yo (protagonistas de la obra). Tiene una forma bastante interesante de laburar que tiene que ver con la puesta en escena, que nos gusta muchísimo.

¿Es tu primera experiencia en la escritura?

Claro, la facultad te da el espacio para poder hacerlo pero al tiempo nos dimos cuenta de que ya escapaba de algo universitario, empezaba a tomar dimensiones interesantes como para llevarlo profesionalmente al medio.

¿Qué buscabas representar a través  de esta obra?

En la obra respondo a una necesidad de querer ver lo que quiero ver. Cuando me pongo frente a una hoja pienso en todas aquellas escenas que quiero ver en una obra y las pretendo ver en movimiento. Eso fue prácticamente la obra. Todo eso que deseaba ver en acción lo empecé a plasmar y a escribir hasta llegar a una especie de tira de imágenes que tuve que empezar a conectar unas con otras sutilmente. De hecho, no se puede decir de qué se trata la obra, qué sucedió allí. El hilo conductor es sensacional, tiene ver que con los sentidos y por ahí no se puede explicar. Eso fue lo que quise lograr.

¿Para escribirla te basaste en cosas personales?

Todo el tiempo hay aspectos personales. Con el juego escénico uno empieza a tener una ensalada de influencias. Yo antes había leído La noche de los asesinos, de José Triana y fue muy interesante para mí, más allá de que esa obra haya sido escrita en un contexto determinante que no tiene nada que ver con este. Entonces me planteé cómo hago para empatizar un tema que me haga sentir como cuando leo una obra como la de Triana, cómo hago para hacerlo en esta época, con mis preocupaciones, con mi contexto y cómo yo creo que están las cosas.

«Sin Becuadros» es una obra que tiene por semilla la idea de música sin estructura de clave. Se presenta como una tira de imágenes escritas en lenguaje de programación informático, un código específico sensible a cualquier variación de caracteres. En una calculadora, el error aparece cuando el resultado de lo pretendido excede la cantidad de caracteres disponibles. En la obra, el riesgo, la violencia real, la obscenidad, el sexo, la ironía, son esos errores que marca la calculadora y que la obra pretende trabajar y poner en juego como proyecto de existencia. “En los personajes pareciera que hay una sola voz que habla dividida en tres personas. Siempre se maneja el mismo sarcasmo, la misma ironía, la misma violencia. Es la misma en los tres”, relata entusiasmado Simon. “Sabía con quién iba a ser la obra así que trabajé directamente con esas tres personas. Sé lo que a ese actor o actriz le cuesta, vamos entonces a hacer todo lo que a ese actor o actriz le cuesta. Quise proponer y escribir algo incómodo”.

¿Desde qué lugar trataron esas temáticas tan complejas?

Nunca trate de escribir algo que tenga que ver con la provocación y que muera en la provocación. Hubo siempre una preocupación de decir ¿por qué dos hermanos no pueden tener una relación amorosa, más allá de lo biológico? Y poder ver el trasfondo social que eso genera. Es una obra que está en constante ebullición, una escena se engancha con la otra que no tiene nada que ver con la anterior. Como un juego macabro que va llevando a los personajes a no tener miedo y no juzgar al otro. Es algo que está dentro del pacto del juego y eso va a llevar a otra cosa; si llega la muerte llega la muerte, pero estaba dentro del pacto.

¿Cómo fue la reacción del público?

No sabemos muy bien cuál es la percepción común. Nosotros tenemos una pero es claramente distinta a la que tiene el resto. Sabemos que se van modificados, no se van con la comodidad de haber entendido mucho pero sí se van con un bagaje de imágenes que se arman después. La obra trata de jugar con lo perverso que es uno con su mente. El espectador se pregunta por qué le agrada sentir esto cuando ven esto. El espectador se conmueve, reacciona, se lo siente.

La obra se nutre de varios recursos como los sonidos grabados, la escaza iluminación, la escenografía, la música ¿Cuál fue tu participación en la elección de los mismos?

Hubo una propuesta escenográfica concreta que era un búnker, sótano, oscuridad, encierro, que el espectador venga a ver a través de una cerradura y a su vez, destellos simbólicos, una cama gigante, transparencias, las paredes que permitan ver los esqueletos de todos. Me di la atribución de opinar sobre eso.

¿Qué importancia le diste particularmente a la música?

La música representa en mi vida toda una visión, mucho antes de que yo pudiera entender todo esto del teatro. Mi forma de laburar es esa, que la música y el teatro vayan de la mano por cómo se retroalimentan la una de la otra. En cuestiones matemáticas musicales todo lo que tenga que ver con leyes y estructuras me sirvió para poder escribir la obra bajo ese concepto. Me puse a pensar que pasaría si no existieran esas estructuras. Sin un becuadro esto se iría a la mierda y estaría bueno que se vaya a la mierda. A nosotros nos gusta.