Entrevista

Horacio Burgos Trío presenta «El Peregrino»

16-06-2015 / Agenda, Entrevistas
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Celebrando quince años de música junto a Fernando Bobarini en bajo y Diego Clark en percusión, el gran guitarrista compartirá las obras de un gran disco, editado hace pocos meses, con invitados de lujo. Cita imperdible, este jueves a las 21 horas en el Teatro Real. Aquí una charla.


Horacio Burgos Trío presenta «El Peregrino»

Por | redaccion351@gmail.com

Sin párrafos introductorios. Mejor una interpretación, una de tantas, para dimensionar a Horacio Burgos. Después, la charla.

Horacio Burgos – «Verde y dorado»

 

-Quienes vivimos en Córdoba y te conocemos, somos unos agradecidos de esas montañitas que no dejan de atraer artistas de todos lados. Con el nivel de detalle que quieras, nos gustaría saber cómo fue tu venida a esta parte del país.

-Bueno, primero por razones familiares. Yo tenía una tía que de Buenos Aires se vino a vivir a Carlos Paz. Veníamos a visitarla todos los veranos y así fue generándose un mundo emocional muy fuerte. Yo tenía una vida en Buenos Aires y otra vida en Carlos Paz, que con el tiempo se fue transformando en algo más intenso. Mi tía tenía una personalidad muy fuerte. Un poco era la oveja negra de la familia, sobre todo por su relación con el arte, por su concepción de la vida como celebración ¿no? Esa situación, junto con un enamoramiento, hicieron que me viniera en el año ‘85. El contexto era la vuelta dela democracia, todo estaba en ebullición, imaginate. Ahí Conocí a la gente de La Colmena, a Ica Novo, a Ariel Borda, a Horacio Sosa, a Pancho Heredia, al Minino Garay, gente muy valiosa con la cual se fue generando una relación importante. Estuve en Córdoba tres años y me volví a Buenos Aires por diez años a vivir una experiencia personal.

-Y te volviste a Córdoba.

-Me volvíen el ’97. Cuando nació mi hijo Julián, vinimos con la familia y nos instalamos en Tanti. Retomé algunos vínculos que había dejado y de a poco fui comenzando mi segunda etapa en Córdoba, de una manera más definida respecto de lo que quería hacer con la música.

-Y al poco tiempo nació el trío. ¿Como fue el encuentro con Bobarini y Clark?

-Mirá, a Bobarini lo conozco desde mi primera venida a Córdoba. Recuerdo que no le decían Fernando. Le decían Pascual. No sé por qué. Lo escuché por primera vez con los Músicos del Centro, con Juan Carlos y Mingui Ingaramo, con Hugo Ordanini. Después, cuando volví en el ’97, nos encontramos en La Colmena. Estaba tocando con el trío de Dante Ascaíno, con Fernando Caballero. Ahí sí nos pusimos en contacto. Amenazamos con tocar alguna que otra vez. Después me convocó Luis Lewin para tocar con el Trío 4, donde también estaba Hugo Ordanini. Me pareció increíble Fernando. Su forma de toque, su concepción de la música… Ahí nos terminamos de hacer amigos. Por otro lado, allá por el año 2000 yo estaba grabando un disco con una cantante y necesitaba un percusionista, un cajonero. Alguien me pasó el dato de Diego Clark. En ese momento yo vivía en Tanti y Diego en La Falda. Hablamos por teléfono, quedamos en juntarnos, vino a casa un martes ponele, a las dos de la tarde. Nos saludamos con unos correctos “Hola cómo te va”, sacamos la guitarra y el cajón y nos quedamos en el parquecito que tiene esa casa de Tanti. Cuando nos dimos cuenta estuvimos tocando unas cuatro horas y media sin parar. Después tomamos algo, merendamos y quedamos amigos.

-¿Recordás el primer concierto?

-Fue medio extraño y muy feliz. Yo tenía una fecha en la Falda, en un lugar que se llama “Tante Ida” (Tía Ida en alemán) en la Galería Lado Bueno. La verdad es que no sabía si iba a ir a tocar solo o si iba a tocar con una cantante. Un día antes los convoqué a Diego y a Fernando. Me acuerdo que me habían prestado una guitarra Midi y ahí andaba, investigándola. Nos juntamos esa tarde, preparamos unos diez o doce temas y nos fuimos a tocar. Así debutamos, en el año 2000.

-La lista de «El Peregrino» es una hermosura. A diferencia de “Celebración”, los nombres que aparecen son más cercanos ¿no?

-Exactamente. Este disco tuvo la idea de ubicar músicas que tuvieran más color local, o compositores de este lado de la orilla. De hecho, quedaron varios temas fuera del registro. Habíamos grabado cosas con Ernesto Romero, con Luis Lewin… Pero quise que eso formara parte de otro material.

-El disco abre con «Esa tristeza» de Eduardo Mateo. ¿Tuvo que ver la gira con Fattoruso por Japón para descubrirlo o viene de antes?

-Mateo me llega desde la gira con Fattoruso en 2001. Lo conocí por comentarios de Hugo, que acababa de grabar el primer disco con el Trío, con Osvaldo y con Francisco, que justamente arranca con “Esa tristeza”. Y bueno en esa gira, después de algún concierto, Hugo empezó a contarme anécdotas de Eduardo, cosas como cuando grababa en Moebius, el estudio de su amigo Carlos Piris. Como no tenía plata, Carlos lo hacía grabar a la noche, cuando el estudio estaba cerrado supuestamente. A Mateo no le gustaba mucho lo que iba quedando y le pedía a Carlos que tirara las tomas. Y Carlos tuvo el buen tino de guardarlas… Bueno, Hugo me contaba que Mateo era el ídolo de Rubén Rada, de Jaime Roos… Era, y es, como un prócer de la música, desde su manera tan particular de componer, de hacer las rítmicas de los temas… Un adelantado, y muy prolífico ¿no?

-Además de “Esa tristeza”, ¿hay algún otro tema que encontramos en “El Peregrino” que recuerde de algún modo esa gira?

Claro, la otra canción es la “Cueca del gusanito” de Jorge Cumbo, que tocamos mucho en la gira, con Hugo, con Jorge y con Tomohiro Yahiro, un percusionista tremendo.

-La “Cueca del gusanito” de Jorge y “Cada vez que siento tu amor” de Quique Sinesi de algún modo llevan a “Cañas y guitarras”, un gran disco en el que participaste. Y después aparecen cosas más recientes como “Canción para elegir” de Juan Angera, cantada por la catamarqueña Nadia Larcher. Es una joya.

-¡Tremenda cantante! Bueno, Nadia hizo varias cosas bellísimas, con el Negro Aguirre por ejemplo… Es una acérrima defensora de su tierra, contra la minería, además es maestra… La conocí en Catamarca, me la presentó Mery Murúa. Y el día que la conocí cantó justamente esta canción con Juan Angera. Recuerdo que me emocioné muchísimo. Esos registros emotivos son como brújulas para mí, de alguna manera me guían. Escuché esa canción, una noche en Catamarca, a las dos de la mañana, y me quedé en un estado como de disolución emotiva. ¡Me acuerdo que les pedí a Nadia y a Juan que la repitieran como siete veces! Un par de años después la grabamos, para una ocasión diferente a la grabación de “El Peregrino”, simplemente porque me gustó mucho la canción. Convoqué a Nadia y a Juan, hicimos tres tomas del tema con el trío, y la tercera fue la que quedó. Rubén Ordóñez dijo: “La vamos a guardar, ya va a aparecer el momento…” Y bueno, llegó el momento.

-Otra canción que aparece en el disco, casi como hermana de “Canción para elegir”, es “Arenita del Este” de Carlos Medina, con una intro de bandoneón bellísima de Damián Torres y la voz de Luci Rivarola . La letra emociona. ¿Alguna vez te pasó que la letra de una canción te desconcentró del toque en vivo? Recuerdo que la hicieron en Cocina de Culturas el año pasado y fue hermoso.

-Mirá, te cuento. Carlos Medina es un amigo, un gran poeta y un gran aportador de ideas. Cuando me presentó este tema, hicimos unas tomas para su disco, que aún no salió, junto con Luchi Rivarola. Yo conozco a Jenny, lo conocí a Titi, toqué mucho tiempo con Germán, es decir, siempre estuve cerca de la familia digamos, pero nunca había hecho nada con Luchi. Hicimos una toma de voz y guitarra española, así bien acústica, y quedé en ese estado emocional como te conté recién. Sentí como un flechazo… Cuando me pasa eso, por ahí tengo miedo de que se interrumpa la rítmica, cosa que respeto mucho. Con “Arenita del Este” hay una parte del estribillo donde me pasa exactamente eso de tener con contenerme porque veo como un paisaje que me lleva a un lugar de mi infancia. Es el poder de la poesía y de la música ¿no?

-Después aparece “La juguetona” de los Hermanos Ábalos, donde la guitarra tiene otro sonido. ¿Es una guitarra eso? ¿Cómo se grabó?

-Siempre es interesante hablar de las canciones, de la manufactura por un lado, y de las sensaciones por el otro, ¿no? Lo que se escucha en “La juguetona” es un arreglo de bajo de cinco cuerdas de Fernando. Yo quería que Fer grabara un tema solo. Es algo que siempre le he pedido en los conciertos. Después de un tiempo, porque uno siempre tiene sus tiempos, empezó a tocar. Por ahí algo de Bill Evans… ¡Tocaba un tema que aparecía en un programa de Disney, que era una divinura! O por ahí “Over the Rainbow”, una versión maravillosa. Para este disco justamente, grabó “Over the Rainbow” y “La juguetona”, y en base a esta idea de incluir cosas más cercanas, quedó “La juquetona”.

-Uno ve “Criollita santiagueña” en la lista y ya se imagina un paisaje del Norte. Pero cuando avanza la versión, la música se va más más al norte aún, ¡más o menos hasta Perú!

-¡Claro! Bueno eso se le ocurrió a Diego Clark. La verdad es que hay un juego permanente entre los tres. Quería decir esto. En las relaciones hay circunstancias de todo tipo: densas, intensas, y puede haber ambiciones de protagonismo en un determinado momento… En el trío proponemos cosas, de repente van apareciendo los solos, las maneras de cada uno… Somos un triángulo que piensa más en la música que en cualquier otra cosa. Es una cosa que ocurre y nos pone muy contentos a los tres.

-Bueno, y después aparece “Nube gris”, que sí ya es Perú, hecho y derecho. Márquez Talledo no suele ser muy visitado. ¿Cómo termina esta versión en el disco?

-Eso tiene que ver con un momento de mi adolescencia. Yo era un ferviente admirador de Cacho Tirao. Después no me gustó tanto porque claro, pasa que fueron apareciendo Paco de Lucía, John Mclaughlin, Jeff Beck, y Cacho quedó medio guardado…  Después vino un tercer momento en que revaloricé sus arreglos… Pero volviendo a esa primera etapa de admiración, yo tenía todos los discos de Cacho y uno de ellos era “Guitarra Latinoamericana”, con arreglos de Oscar Cardozo Ocampo, donde aparece este vals “Nube gris”, que no era precisamente el tema que más escuchaba. Había otros que me interesaban más, como un arreglo muy lindo de «La Cumparsita», o un tema dedicado a Sebastián Tapajós el gran guitarrista brasilero, o “La danza paraguaya” de “Mangoré” (Agustín Barrios) o una zamba que nunca había escuchado de Ariel Ramírez que se llama “Allá lejos y hace tiempo”, que grabó por ejemplo Mercedes Sosa… En fin, muchos años más tarde me encuentro silbando “Nube gris” en la calle. No sé… Me debe haber quedado en el subconsciente. Pasaron unos años y la toqué con el “Pato” Pedano, a dúo de saxo y guitarra. Finalmente le mostré la versión a Fernando y a Diego y bueno, se fue dimensionando y quedó.

-Nombraste a Cacho Tirao y se me vino otro disco, “Mi guitarra tu y yo”, que arranca con una versión bellísima de “Adiós Nonino”. En “El Peregrino” aparece “Oblivion”. Es casi un oxímoron ese título. Si hay algo que no se puede olvidar es esa melodía y la versión del trío ayuda un poco más a seguir celebrándola. ¿Recordás tu primer contacto con la música de Piazzolla?

-Mi primer contacto con la música de Piazzolla fue justamente una versión de “Adiós Nonino” en otra guitarra, la de Hugo Romero.  Yo tendría catorce años más o menos. Conocía a Piazzolla de nombre pero lo escuché por primera vez en una guitarra, en esa versión que después grabé en el disco de tangos.

-Habrás podido ver a Piazzolla en vivo…

-Pude verlo varias veces. Lo vi con el Quinteto en el Hotel Bauen, con la Cameratta Bariloche en el Auditorio de Belgrano… Lo que pasa que es como un recuerdo un poco extraño, como cuando tocaba con el Dúo Salteño y nos íbamos a la casa del Cuchi Leguizamón viste… Estás frente a alguien muy grosso y no terminás de darte cuenta. Pero bueno, el Quinteto en el Hotel Bauen fue maravilloso. Había unas cien personas y ahí estaba yo, muy cerquita de Oscar López Ruiz. El Quinteto era una bomba de tiempo, una aplanadora.

¿Tenés en la memoria versiones predilectas de “Oblivion” que hayan inspirado a la del trío?

-Sí claro, la primera versión fue una que hizo Jorge Calandrelli con la orquesta de cuerdas. Una maravilla total. Una cosa que escuchabas y era como una daga viste… Luego escuché la versión de Ástor, la original, para bandoneón y quinteto de cuerdas… Después la escuché con letra. Siempre me gustó. Una vez, en un ensayo, tocando con Ernesto Romero, gran pianista cordobés que se fue a vivir a Italia en el año 2001 y volvió hace un año, le escuché una versión tipo candombe y bueno, tomé prestado eso, arreglé algunas cosas, le armonicé algunas partes y le puse un final, pero básicamente la idea nació así. En la versión original, el contrabajo es como una milonga lenta.

-La melodía invita a ser versionada ¿no? Otras obras de Piazzolla parecen definitivas. Hay de todo.

-Es así. Hay cosas «sine qua non»… Mirá, la primera versión de Piazzolla que escuché, sacada de contexto digamos, es una que hizo Grace Jones de “Libertango”, muy psicodélica no? Al principio no me gustó nada… Después le fui encontrando cosas…

Esa tristeza

 

-Este jueves se presenta el disco con invitados de lujo, como Luis Lewin y Mario Tozzini en piano, Nico Roqué en percusión, Luis Bittar en tabla, Luci Rivarola y Mery Murúa en voz. Te quería preguntar justamente sobre Mery Murúa, sobre la  grabación de “Sal”que está muy reciente en el recuerdo ¿Cómo lo viviste? Hubo mucha emoción esa noche.

-Me ocurrió muy pocas veces, que yo recuerde, de estar es un estado así. Por un lado está bien, y por otro no tanto. Vos sabés que para tocar se necesita una tensión física bastante concreta, algo energético y psicológico que te mantenga concentrado. Esto no quiere decir que uno sea duro o que sea frío. La emoción te puede ablandar, pero hace falta esa tensión para seguir tocando. Y yo estaba en un estado raro esa noche. Yo creo que varios estábamos así, en un estado de mucha emoción. La verdad que fue muy particular. En dos o tres oportunidades me tuve que contener.

-Desde el público también se vivió mucho eso, tal vez por la circunstancia de la grabación.

-Fue como caminar sobre un papel de arroz ¿viste? Todo fue muy delicado, muy íntimo a la vez. La verdad, no sé lo que pasó, pero nos pasó a todos. Lo comentamos días después con Mery. Y desde el público también nos llegó eso. Fue un momento de mucha empatía. Creo que previamente hubo también un poco de tensión ¿no? Como quien está por asistir a un nacimiento, en ese estado tan especial de presenciar algo así como un parto, donde ve aparecer una nueva vida. Fue una experiencia hermosa.

-¿Cómo vivís el después de una presentación como la de esa noche?

-¿Sabés qué me pasa? Después de presentaciones como la grabación de “Sal”, trato de quedarme solo. Trato de guardar lo que sucedió y disfrutarlo más a solas. No sé… Es una experiencia muy particular. Mirá, después de muchos años, volví a tocar en Buenos Aires con Jorge Cumbo y con el “Mono” Hurtado. Hicimos un par de conciertos en el Auditorio de Belgrano y en la Sala del Bicentenario. Luego de tocar, por ahí suele armarse alguna cosa, ir a comer algo… Ahí es donde vienen los flashes de lo que pasó… Preferí  ir a caminar solo, hacer una recapitulación de lo que pasó. Por ahí prefiero eso… Celebrar esas cosas más en silencio. Y eso fue lo que me pasó con “Sal”.

-Tengo ganas de preguntarte por La Surca y por el disco con Damián Torres.

Con La Surca estuvimos hace unas semanas teloneando a Silvio Rodríguez en el Luna Park. Fue la segunda vez, la primera fue hace tres años, cuando Silvio también vino a Córdoba. La Surca es como una amante que tenés cada dos o tres años en distintas partes del mundo. Nos juntamos cada tanto. El que convoca es Fernando Rabih. La verdad es que siempre la pasamos muy bien. Y el disco con Damián Torres está en la etapa de post-producción. Nos está quedando un tema por afuera del tango que queremos hacer: «Cuando nos encontremos de nuevo” de Bill Evans, con Luis Lewin en piano y Christian Esquivel en contrabajo. Un tema extra, como un regalo para nosotros y para quienes escuchen el disco.

-¿Qué viene después de “El Peregrino”?

-Bueno, quiero terminar ese tema; estamos terminando un disco con Pancho Cabral, y en septiembre y octubre me voy a Europa, a tocar a algunos lugares que ya están fechados y a otros lugares con Liliana Rodríguez, una gran cantante de Córdoba. Hace un par de años grabó un disco de boleros con “Pelusa” Navarro. Un gran ser humano.

-Tu biografía está repleta de músicos de todos lados con los que compartiste escenarios y estudios. Es realmente impresionante. ¿Hay algún ejercicio de conciencia al menos involuntario de lo que se vivió y de lo que se va a vivir?

-Mirá, yo intento no vivir con la nostalgia de lo que pasó. Agradezco mucho todo eso. Siento que la vida me ha regalado cosas que las he celebrado, que las he disfrutado. Pero en cada nuevo desafío, como en este caso la presentación de un disco, o seguir haciendo música con gente, siempre veo en eso un nuevo norte. Cada cosa que aparece con la música me llena de energía como para seguir. Insisto, agradezco mucho lo que ocurrió, la gente que conocí.

-Hay un cuestionario dando vueltas por ahí, armado para músicos, que trata de esquivar una pregunta que no voy a esquivar. Una vez, un viejo maestro me dijo que la música «es una sensación». Otro viejo maestro dio gracias por «esa misteriosa forma del tiempo». ¿Qué es la música Horacio? ¿Se parece a tu vida?

¡A veces me gustaría que mi vida fuera como la música! Creo que es un lugar, un espacio y tiempo que me otorga mucha felicidad. Ahí vivo, dentro de un mandala. Mi vida no es un mandala. Tiene muchos escapes o fracturas. La música es un círculo perfecto que se basta a sí mismo y es así por los siglos de los siglos.

-Y como alguna vez también dijiste, te ayuda a ser libre.

-Exacto, la libertad puede tener muchos sentidos. Pero la música es lo que más me conecta, no con una libertad ideal, sino con una libertad real. Porque paradójicamente, el elemento rítmico, que de alguna manera pone ciertos cánones, te permite ser libre, como correlato del espacio tiempo en que vivimos. Como diría Stravinsky, el tiempo y el ritmo tienen medidas justas, cuantificables, mensurables, pero ahí adentro ocurre todo lo que te puedas imaginar y lo que no te imaginás también. Es algo maravilloso, que me ha dado mucha felicidad, porque sobre todo me permitió conocer gente que siente de esa misma manera o con la cual puedo celebrar el hecho de hacer música.

 

Agendá:

Horacio Burgos Trío presenta «El Peregrino».

Jueves 18 de junio – 21 horas.

Teatro Real – San Jerónimo 66.

Entradas disponibles en Autoentrada.