
Por Luciano Debanne.
Vuelven los hombres y las mujeres de la tierra
a andar los caminos,
salir de las cuevas,
mover las piedras más grandes,
predicar el amor.
Vuelven
aunque los imperios se empecinen en matar,
aunque esté poblado de cruces el mundo,
aunque se laven las manos quienes debían ayudar,
aunque parezca imposible.
A pesar del látigo, la sangre derramada, las espinas,
la traición, las monedas que los niegan y el dolor.
Vuelven los hombres y las mujeres de la tierra
a saludar a sus amigos,
a repartir tareas y soñar futuros
a incendiarse en potencias,
a ser el misterio de la vida en pie.
Vuelven,
a pesar de.
Y ese es el milagro,
esa persistente resurrección
en un mundo que invita, cruelmente, a morir.