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Rubén Blades en Córdoba

7-05-2014 / Agenda, Cultura
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El gran artista panameño llega por primera vez a nuestra ciudad para presentar «Cantos y cuentos urbanos», en una noche que iniciará con la actuación de Vivi Pozzebón. Resumen posible de vida y obra.


Rubén Blades en Córdoba

Por | redaccion351@gmail.com

Da una bronca cuando las cosas no andan… Se rompe un electrodoméstico. Viene el técnico con la caja de herramientas. A veces parece que viene la caja de herramientas con el técnico, porque la que sabe es la caja de herramientas. Cuestión que el técnico saca un coso de la octava bandeja plegable, lo arrima al núcleo místico-desoxirribonucleico de por ejemplo el lavarropas, relojea un poco y sentencia: «está fallando el automático».

El automático.

La salud de cada artefacto biótico o abiótico de al menos este planeta depende de su jardín de automáticos. La pupila de los felinos, el cuchuflito del lavarropas, la vesícula biliar, el abarajador de artistas.

El abarajador de artistas es el automático de los escribas de artes y espectáculos. Hay variedad de modelos porque claro, hay variedad de necesidades. Hay marcas líderes con garantía de fábrica y service oficial, hay segundas marcas con denuncias amontonadas en defensa del lector y hay, para espanto de la academia, contubernios hijos de la barbarie, con manuales de uso que acusan mecanismos prófugos del bien común, silogismos infames y válvulas herejes que recuerdan el planeta de Caloi, creado por un dios imperfecto.

De cualquier modo, los impulsa el mismo fenómeno. El abarajador detecta la inminencia de un artista y activa un dispositivo que desagrega su obra en celdas concatenadas. La celda madre, la que desencadena el proceso de escritura, contiene información sobre los gustos del propietario del abarajador. Y sí, se venía adivinando: no existen dos abarajadores idénticos. ¿Pero qué clase de automático es este que no tiene un modelo par? Justamente esa: la clase de automático impar. Como las consolas de juegos que le pican el boleto a los movimientos de cada infiel que se pone enfrente, los abarajadores delatan las inquietudes del que se pone detrás de cada escrito.

La celula madre, pues, libera enzimas que ayudan a presentar al artista. En los mejores modelos, este proceso es tan eficaz que toma contacto con el artista mismo y reproduce su testimonio para que se presente solo. En las segundas marcas, el proceso resume aspectos sobresalientes y ordena vida y obra en párrafos breves porque el ahorro de tiempo es la base de la fortuna. En los armatostes fraguados en alguna chacarita ruin, la celda madre carece de enzimas. Debajo del chapón frontal aparecen unos dientes que muerden torcido. En un proceso lentísimo, la celda que más que madre parece la tía solterona, revuelve vida y obra y manda todo junto por un chimango que a duras penas conduce las palabras a un acopladito muy lindo el pobrecito. Se engancha el susodicho a un tractor de dos mulas rengas de fuerza y se lleva a pasear un par de horas por el mil hojas virtual.

Hay momentos difíciles. Ni hablar cuando quien llega es una bestia peluda del arte, en este caso de la música. La virgen de los sicarios nos libre si quien viene recorre el mundo desde hace más de 40 años y se presenta en la ciudad por primera vez. Ni hablar si se llama, por ejemplo, Rubén Blades.

Blades, o el desarmador de automáticos.

Se lo bancarán los abarajadores más caros, jugando de alfombra roja. Los de segunda marca le faltarán el respeto, inevitablemente. Saltarán las chavetas, mariposas y bujías del viejo abarajador oxidado, para celebrarlo con un sombrero panamá en la chimenea y en ese contento, con el chapón volado y el chimango partido, quedará la vida y obra de Blades por el aire, revoloteando de alegría.

Cazamariposas en mano, silbando como trompeta con sordina, abajaramos lo que el viento no se lleva. Reparamos el sinfín, sujetamos la tolva y trabamos el acopladito. Lo que recuperamos puede sonar a receta de salsa.

Receta para la salsa de Blades:

Nazca en Panamá, a mediados del siglo XX, más o menos como para que el día de los mártires lo agarre a una edad en que se pueda enojar. Tenga por ascendencia a gente que anda de aquí para allá por el Caribe y de aquí para allá por su música. Recorra esa música, navéguela; tírese de cabeza y nádela; tome aire, sumérjase y bucéela.

Mientras tanto, estudie, lea, relea, compare, elija una carrera, métase en derecho y termine en Harvard. Pero cante. Créale a los que digan que tiene voz para cantar y que va a salir bueno. Póngaselo en la cabeza: Usted tiene que escribir canciones y cantar.

Con tanta palabra leída, música escuchada y veredas caminadas, tendrá motivos para enojarse, irse y entender que de la injusticia nacen, muchas veces, las mejores canciones. No habrá mejor música para esas letras que la que anduvo buceando de chango y lo sigue haciendo. Ya verá cómo esa música es la flor de un jardín que no se termina. Ya verá cómo le sale decir, muchos años después: «Creo posible que persistan en nuestro ser memorias de sonidos y ritmos musicales, legados que subsisten a pesar de distancias ancestrales y geografías imponderables».

Váyase pues. Júntese con músicos rompe automáticos y arranque con sus «historias para bailar». Empiece a pensar que Usted puede escribir canciones como la de un maleante, una prostituta y un borracho. Verá que más temprano que tarde habrá millones entendiendo lo mismo que Usted cuando Usted y esos millones canten las canciones escritas por, sí sí claro, Usted.

Disfrute Nueva York y Los Ángeles. Viaje todo lo que pueda. Desparrame su música por el continente; solita cruzará océanos y montañas. De cada lugar recóndito tendrá noticias sobre su música y palabra. Pero le interesará, ante todo, su pueblo, a quien pondrá nombre en una canción.

Verá cómo su pueblo se parece a los pueblos vecinos. Tanto se parece que escribirá canciones para esos otros pueblos. En algún recital se lo escuchará decir: «… En 1982, cuando las dictaduras en el Sur y en Centroamérica estaban matando miles de personas, era importante, en ese momento, que el sector de la música popular dijera algo, que se manifestara y que hiciera que la gente que estaba pasando por ese drama supiera que no estaba sola. Y en ese tiempo, era una cuestión difícil hacerla. Yo les puedo decir que con esta banda, Seis del Solar, nosotros tocamos estos números, «Padre Antonio», «Desapariciones», en la dictadura en Argentina, en el ’83 y en Uruguay, cuando estaban allí…»

Cuando hable de política, use palabras nobles como «argumento» y «posibilidad nacional». Verá cómo contrastan con tantas otras que empalagan de jactancia. No le tema a presentarse como candidato a presidente de su país. No le esquive a trabajar en un ministerio cuando comulgue con las ideas. Confirmará que todo cuesta el triple desde adentro y verá cómo saltan los «burrócratas». Cuando tenga que expresarse, use su página web. Notará que sus ideas generan la atención de presidentes que responderán cantando canciones suyas. A propósito, será un placer leerlo. Como la de tantos vecinos del Caribe, empezando por un amigo suyo que no se murió nada, su prosa generará la necesidad visceral de leer en voz alta, tratando de celebrar el  tono que la vio nacer. Cuando describa las necesidades de su país antes de las elecciones, y en general, cuando hable de la realidad que lo rodea en tantísimas canciones como por ejemplo «Hipocresía» o «Encrucijada», o cuando sienta que se roba de todo menos las buenas ideas y los libros, sabrá que sus retratos abarcan, por lo menos, todo un continente.

No deje de sacar discos. Cambiará las orquestas, tendrá diferencias con grandes amigos y surgirán abrazos nuevos. Pero no deje de hacer música. Verá que la música le devolverá amigos que enaltecerán su espíritu. En cualquier punto del tiempo, hará música con las glorias del Caribe, con loquitos divinos como los Calle 13, con gringos admirables como Sting o Lou Reed y hasta le dará vuelta el idioma a una canción de Michael Jackson.  Pero entenderá que la música empareja reflectores y foquitos y sabrá reunir a grandes estrellas mundiales con gente menos conocida pero valiosísima, como por ejemplo un cuarteto cordobés de voces femeninas, una de las cuales, Vivi Pozzebón, actuará antes que Usted cuando venga a Córdoba. Sería genial que cante «Jiri son Bali» con ella. Sepa que si llegan a aparecer todas las De Boca en Boca en su escenario nos vamos a desmayar. Sepa también que si canta un tango de esos que viene juntando desde hace años con su amigo argentino Franzetti, recibirá tal vez una ovación.

Si le gusta el cine y la actuación, éntrele. Verá que promediando los 60 mirará para atrás y contará más de 30 películas, compartiendo sets con talentos impresionantes y en apariencia remotos, como el enorme Christopher Walken y nuestra gran Norma Aleandro. Participará incluso en una película que imagina a la Argentina de un modo que, le voy a decir la verdad, por lo menos a muchísimos argentinos nos gustó poco y nada. Pasa que el tema es tan sensible… En fin.

Haga videoclips de sus temas. Cuente la historia de los sicarios y la muerte como parte de la vida misma, por la misma calle donde una abuela sale a pasear con su nieto. Y haga discos en el garage de su casa, como si fuera un novato. Verá que además de divertidos, salen tan buenos como los que nacen en cunas de oro.

Por último, cuando venga a Córdoba y sobre el escenario se pregunte «¿Qué es lo que pasa Camaleón?», sentirá que hay cientos de cordobeses pensando ejemplos locales con nombre y apellido. Cuando se vaya, pensará que antes de diciembre de 2016, cuando termine su gira, podría volver. Tenemos gente de sobra para bailar. Tal vez cunda su ejemplo y mejoren las historias.