Entrevista a René Arregui

“El fútbol es un deporte que tiende a lo infinito”

5-08-2011 / Cultura
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El ex aquero de Instituto contó cómo evolucionó de jugador a entrenador, docente, técnico y periodista.


“El fútbol es un deporte que tiende a lo infinito”

Por Ayelén Avila | aavila@redaccion351.com

Foto: Gentileza Universal Medios

Un arquero con historia, un hombre con alma de docente, un técnico de fútbol, un periodista, un escritor. Es que René Arregui fue eso y un poquito más. ¿Y la pasión? La pasión lo puede todo.  En esa infinita carrera del  deporte comenzó desde muy pequeño: el barrio y la pelota; el colegio y la pelota; las bolitas y… la pelota. Sí, todo lo conducía a enamorarse del fútbol.

Así es que empezó jugando el campeonato que organizaba Instituto con un equipo de barrio llamado Los Príncipes. Allí logró ser el arquero menos goleado y el segundo goleador del torneo. Estrella Roja lo anota en sus filas para, finalmente, terminar en las divisiones inferiores del club que lo vio nacer: Instituto. Debutó en primera un 6 de febrero del año 1967 frente a San Martín de Mendoza. Pasó por Peñarol, donde fue muy querido, y volvió al club de sus amores para pelar por un puesto entre los grandes.

¿Se hacía difícil llegar a jugar en un equipo de Córdoba?

Cuando transferían jugadores a la primera división, todos teníamos una oportunidad de jugar arriba. Se hacía difícil porque los equipos se conocían de memoria y a veces estaban diez años. En el año 66, me concentré por primera vez con el plantel de primera, tenía 17 años. Más que dormir en la concentración, los miraba. Eran todos ídolos míos de hacía años. Había tenido la suerte de poder jugar con ellos a tan corta edad y poder debutar en primera.

¿Con qué grandes compartió una cancha?

En el año 70 volví a Instituto; en el 71 me volvieron a prestar a Peñarol, pero ya con opción de compra, y a fin de ese año fui a prueba a Ferrocarril Oeste. No quedé porque la opción de compra que pretendía Instituto era muy alta. A River le pidieron mucho dinero, tampoco se pudo hacer por eso.

En el 72 volví a Instituto con una bronca bastante grande, más desilusión que bronca. Y de pronto, por esas cosas que pasan, se armó un muy buen equipo: jugaban Pelassini, Olmedo, Moyano y  Daniel Machado; de “8” Ardiles, de “5” Roca, de “10” Beltrán; y arriba Saldaño, Kempes y Chiarini.

En ese mismo año que ganamos el Nacional, el equipo se potenció con refuerzos muy importantes: Juan Domingo Montoya de Juniors (jugador espectacular), de “2” la Gata Olmedo, de “6” la “Cata” Oviedo (que nos presta Racing) y de “3” jugaba Carballo (después jugó de “5” en Boca y Belgrano). De “11”, volanteando Daniel Willington. Después, se empieza a desarmar el equipo porque lo venden a Kempes y, al poco tiempo, a Ardiles. Mario nunca tuvo mucho feeling con los dirigentes de Instituto. No sé si será por la forma en que se tuvo que ir del club.

¿Qué historia hubo con Kempes?

Nosotros estábamos concentrados en Ascochinga, para hacer la pretemporada. Y un día entra con un Torino naranja, dos puertas, espectacular: era el padre de Mario y se lo quería llevar. En ese momento, no había ningún dirigente y Mario lloraba porque no se quería ir. Le dije que no sea tonto, que se fuera con su papá. Nunca más lo vimos jugar con nosotros. Pero sé que en el medio hubo muchos problemas; muchos agravios de la dirigencia de Instituto para con el jugador. Se ve que le quedó muy adentro eso.

¿En qué momento decidió dejar de jugar al fútbol?

Por problemas con la dirigencia me fui en el año 1975 a Juniors, donde jugué un año. Después, me fui a Everton de Chile dos o tres meses y me vuelvo. No quería jugar en Juniors por un problema con un técnico, entonces decidí irme a Universitario (que, en ese entonces, estaba en Primera B). Fui, jugué y los de la “U” querían que me quedara. Tuve que volver a Juniors por lo que exigía la dirigencia en el año 1978, año del Mundial. Y me cansé, por esas desilusiones, cuestiones personales, tenía otros intereses, me salió un trabajo en el Banco de Córdoba y me interesaba mucho la política.

Entonces, dije: “No juego más” y me retiré del fútbol. Tenía casi 30 años. Tendría que haber jugado más, hoy en día me arrepiento siempre, lo que pasa es que uno se arrepiente cuando pasa el tiempo. El fútbol es de todos, pero no lo juegan todos.

¿Cómo fue el paso de ser jugador a técnico?

Siempre me gustó porque miraba de atrás. Miraba y preguntaba. Cuando dejé de jugar, quería dirigir. Por los antecedentes que tenía en aquél entonces sobre una organización muy endeble que todavía tenía el fútbol de Córdoba y la Asociación de Técnicos del fútbol argentino que recién empezaba, podía dirigir. Y un día Hugo Truccia me ofreció hacer el curso hasta que llegara la habilitación. Me inscribí y comencé a cursar; la verdad que me sirvió muchísimo porque eran cosas que siempre le preguntaba a mis entrenadores.

Además, te ayuda mucho el ser arquero, es un puesto donde no se transpira la camiseta pero se debe transpirar el cerebro. Porque el arquero no participa activamente, pero tiene una responsabilidad en la lectura de juego espectacular: es el último hombre, puede agarrar la pelota con la mano, tiene tiempo para jugarla ¿Y si no lee él, quién va a leer? Tiene a todos los jugadores de frente.

¿Qué clubes dirigió?

El primer equipo que dirigí fue Atalaya, en el año 1984. Estuvimos trabajando todo el verano haciendo scouting en un torneo de Villa Allende. Entonces, con la base de Atalaya más los que fuimos incorporando armamos un equipo bastante bueno. Era un campeonato muy duro, y en la sexta fecha estábamos punteros invictos. En un momento determinado, me fue a buscar la gente de Peñarol, tuvimos una buena campaña, lo metimos en un Provincial. Después, dirigí varios equipos en Córdoba: All Boys, San Lorenzo, entre otros. En el medio he dirigido muchas cosas, a Instituto en la primera y a la local en AFA, además en el interior. Fui Coordinador en el Banco de Córdoba el único año que llegó a primera.

¿Cómo fue la experiencia en Arabia?

Me fui a Arabia con el “Pitón” Ardiles. Ahí, más allá de dirigir, me fui dando cuenta de varias cosas. No teníamos preparador físico, sí teníamos a dos chicos que estaban haciendo el curso a distancia en Alemania y uno era el encargado de la parte física y el otro de la parte técnica. El fútbol de Arabia es muy competitivo, no la selección sino el fútbol. Porque teníamos muy buenos jugadores, tres de primer nivel de Brasil, un italiano y todos los clubes así. La selección era otra cosa porque estaba formada por todos los locales. Yo ahí entrenaba más que nada a los arqueros, pero Osvaldo me permitía ver al equipo y observar el funcionamiento defensivo.

¿Qué lo llevó a ser docente?

En la Escuela de Técnicos tuve la suerte de tener promedio de diez los dos años en Táctica y Estrategia. Al otro año me invitaron a colaborar en la parte técnica. Acepté y empecé como jefe en la parte de trabajos prácticos el primer año. Después, el profe se fue por un problema personal y me ofrecieron quedarme. Así empecé como profesor.

¿Cómo surgió el tema de escribir libros?

Cuando llegó Carlos Giménez, otro docente, (gente de fútbol que a lo mejor no jugó en primera pero es muy futbolera) pensamos la idea de organizar un poco lo que dábamos en clase, hacer un apunte y ya del apunte pasamos al libro. De ahí lo vendimos, gustó y vinieron cosas nuevas. Así fuimos creciendo. De pronto con la Escuela de Técnicos de la AFA en Córdoba, que creo es una de las mejores del país, de Sudamérica y del mundo, tenemos ocho libros escritos con los profes. Nosotros hicimos Fútbol de Hoy y Los Momentos del Fútbol Tomo 1.

¿Fue disertante en varios congresos?

Hemos participado en innumerables congresos, he ido a dar clases a La Pampa, Río Cuarto, a la Universidad de Santiago del Estero, en Bolivia, entre otros lugares. En Córdoba le dimos clases a mucho entrenadores: Marcelo Bonetto, José Trignani, Daniel Willington, los campeones del mundo. Actualmente, están haciendo el curso Iván  Furios, Miguel Monay, Federico Bessone, Juan Olave, estaban Leandro Lázzaro y Diego Garay y Facundo Erpen. De todos ellos vas aprendiendo. Siempre digo que si creen que sé algo es porque hace 25 años que estoy de este lado del mostrador.

¿Qué valores adquirió cómo profesor?

Me gustaba mucho la función de docente porque de pronto uno se da cuenta cuando las personas conocen de cosas. Me parece que cuando uno muestra algo, lo aprende, lo incorpora y le sirve a alguien, es muy importante. No podés pasar por la vida sin hacer felices a los demás. Siempre me gustó leer, preguntar, era muy inquieto; mostrarle cosas a la gente, mirar, escuchar. Porque para aprender hay que escuchar.

¿Qué mensaje les deja siempre a sus alumnos?

Siempre pongo una frase en el pizarrón: “Imagination is more important than knowledge”, de Albert Einstein. “La imaginación es más importante que los conocimientos”. El entrenador de fútbol debe vivir imaginando cosas, situaciones de juego en un deporte que tiende al infinito, tiene que estar todos los días pensando. Y haciéndolo participar al jugador porque si no lo potencias a que él resuelva ante los imprevistos, no va a saber qué hacer.

¿Hay algo pendiente en su vida?

Hay dos licenciaturas que quiero hacer y nunca las puedo terminar. La del sentido común y el de la coherencia, no las termino de hacer nunca. El fútbol y la vida se nutren mucho de eso. Observar el juego cómo es y trabajar sobre el problema que te presenta. Con todos los fundamentos científicos porque son importantísimos, pero más que nada con esas dos licenciaturas. Hay cosas instaladas en la sociedad que nadie quiere mover. A los huesos, si los cambias de lugar, ya no los encontrás.

¿Qué tan importante es el deporte para un chico en desarrollo?

Hay cosas que son necesarias pero hay que cambiar la forma de hacerlas. No estoy en contra de la resistencia física,  pero debe ser transferida en el juego. De lo contrario, no sirve. A mí me da lástima las escuelas de fútbol cuando hacen correr a los chicos. Algún día un padre les va a hacer un juicio porque su hijo va a jugar y hacen correr.

El deporte mal entrenado en las divisiones inferiores es un generador de vicio. Si yo no les propongo el juego, los chicos se embolan y cuando menos te acordás van pasando por el lado de afuera de la cancha, se meten a un cyber y no los sacás más. Terminan encontrando más satisfacción ahí que en el juego. Porque el que está al frente no entrena bien. Hay que desarrollar todo a través del juego.

¿Qué diferencias hay entre el fútbol argentino con respecto a otros países?

Considero que acá en Argentina estamos un poco alejados de lo que es la realidad del entrenamiento en cuanto a su concepción. Hay que tener en la Escuela de Técnicos un año más como mínimo, más carga de materias pedagógicas para que el técnico pueda sentarse con los profes a planificar.

En el fútbol no se gana tres piques a cero, se gana tres goles a cero. Nosotros empezamos hace 15 o 20 años atrás con esta otra idea, tenemos nuestros grandes choques pero, de a poco, nos van aceptando. Porque saltan el charco y se encuentran con que hay un concepto muy parecido al que nosotros manejamos y que tiene que ver con la resolución de situaciones de juego con otro enfoque del entrenamiento.